Capítulo Cinco

939 128 4
                                    

(2/4)

💜💜💜💜💜

Tras un trayecto de apenas una hora en helicóptero estaban de regreso en palacio. Cuando NuNew cruzó la antigua entrada porticada, se sintió como si se hubiese transportado a otro mundo y otra época. Estaban en un vestíbulo inmenso, con columnas y paredes cubiertas con elaborados mosaicos, donde se habían congregado decenas de sirvientes, algunos de ellos con lágrimas en los ojos, para darle la bienvenida a su príncipe heredero, que por fin había vuelto a su hogar.

Visiblemente azorado por sus lisonjas, Zee les dio las gracias y se adentró con NuNew en el edificio mientras los seguía un pequeño séquito.

– Por desgracia mi padre ha dado orden de que se nos aloje en la parte más antigua del palacio – le dijo Zee a NuNew - Aunque es donde han estado siempre los aposentos del príncipe heredero, así que tampoco puedo culparlo por seguir la tradición.

– ¿Por qué "por desgracia"? – inquirió NuNew intranquilo, aunque no podía dejar de admirar, maravillado, cuanto le rodeaba.

Estaba fascinado por los exóticos patios con árboles y plantas que había visto desde las escaleras, las magníficas vistas del desierto que se divisaban por las ventanas, la mampostería, las cúpulas y los guardias de palacio, vestidos como si hubieran salido de un cuadro medieval, con sus uniformes y sus cimitarras. El palacio era justo como había imaginado que sería, pero aún más grandioso y misterioso.

– Porque nos han preparado un dormitorio que tendremos que compartir – le explicó Zee, y apretó la mandíbula – No podrás tener mucha intimidad.

– Nos las arreglaremos – replicó NuNew, con una despreocupación que habría creído imposible antes de conocerlo.

Sabía que podía confiar en él, que jamás intentaría forzarlo a nada que no quisiera, aunque no sabría explicar por qué tenía esa fe en él. Tal vez porque la noche anterior le había mostrado empatía, ternura y amabilidad.

– Es muy generoso por tu parte que digas eso, pero va en contra de nuestro acuerdo – apuntó Zee.

– ¿Qué le vamos a hacer? – murmuró NuNew. Le faltaba el aliento porque iba intentando seguirle el paso por los largos pasillos y las escaleras – ¡Madre mía!, esto es enorme...

– Sí, pero no cuenta con demasiadas comodidades modernas – repuso él.

Abrió una puerta antes de que un sirviente pudiera hacerlo por él, y lo hizo pasar a una amplia estancia con una cama en una esquina.

– Bueno, pero espacio desde luego no nos va a faltar – insistió NuNew, empeñado en ver el lado positivo de las cosas.

Vio que el resto de sus maletas ya estaban allí esperándolo, junto con la que le había entregado Zee en el campamento. Una de las doncellas que los habían seguido empezó a deshacer su equipaje, mientras Zee se paseaba por la enorme alfombra persa que cubría el suelo, como un león enjaulado, buscando algo más de lo que quejarse.

NuNew abrió una puerta que había en la pared y descubrió que era un enorme vestidor.

– Estos aposentos no los ha usado nadie desde que los ocupó mi padre hace unos cincuenta años – le explicó Zee – Como puedes ver, porque no se ha hecho ninguna reforma desde entonces.

– ¿Tú no los usaste mientras vivías aquí?

– No. La costumbre es que, mientras no se case, el heredero viva en la parte del palacio que ocupa el rey.

NuNew entró en el cuarto de baño. Era tan grande que resultaba ridículo, y tenía un techo de bóveda decorado con azulejos de estrellas. Sin embargo, aparte de los sanitarios, pegados a las paredes, se veía un poco desangelado.

UN ESPOSO PARA EL PRÍNCIPE - ZEE Y NUNEW (Adaptación) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora