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Lionel estaba hundido en la cama debajo de sus sábanas, se sentía dolido y traicionado. Literalmente ayer había enfrentado muchas cosas con Guillermo, se había refugiado en sus brazos y ahora el mexicano estaba besando a su mejor amigo.

¿Qué hacía para merecer estas cosas?

Nunca nadie le tomó en serio en cuanto a relaciones románticas. Siempre lo querían por ser Messi; ser famoso y tener plata. O querían solo cosas de un rato para poder tener sexo y ya, como a otras personas de su casta por su “sumision”. Aunque no siempre, pues algunos alfas se alejaban al saber que era un omega dominante.

Estaba decepcionado. Esperaba más de su destinado, su omega no sabía cómo enfrentarlo. Había creído totalmente que Ochoa era no solo lo que el destino quería para él, sino también una muy buena y cariñosa persona quitando a sus lobos. Empezaba a sentir culpabilidad por no poder hacer que alguien lo amara.

No podía parar de llorar. Se sentía muy mal y trataba de refugiarse en ese lugar, pero Guillermo había dejado su aroma el día anterior cuando hablaron con Elizabeth y solo le traía a la cabeza el recuerdo de Saul aferrándose a él con lujuria.

Eli. Había dejado a Eli.

Ahora sí su omega se estaba muriendo de culpa y preocupación. Sentía tan pesado levantarse, más no le importaba mientras pudiera tener a su niña al lado.

Ni siquiera había alcanzado a ponerse los zapatos cuando tocaron la puerta. Sintió el olor a licor, pero también a margaritas. Se acercó lentamente y giró la perilla para poder ver a su- a Guillermo.

Memo: ¿Leo? ¿Bonito, qué te pasó?-- Era evidente que algo no estaba bien. Su omega evitaba verlo. Alzó su cara y vio los ojos rojos e hinchados, iba a limpiarle las lágrimas pero el argentino le pegó un manotazo y se alejó.

Leo: No te hagas el boludo, Ochoa. Eli entra al cuarto por favor.-- Extendió su mano para tomar la de la menor; sin embargo, ella ni se acercó. Guillermo aprovechó y entrelazo sus manos.-- Suéltame, sos una mierda. Eres un pelotudo traicionero. ¿Por qué estás aquí siquiera?-- El arquero no entendía nada, lo estaba insultando horriblemente, aun así no soltaría su mano. Quería hablar sobre lo que había sucedido con ese asqueroso zoquete para que su omega estuviese seguro lo máximo posible.

Memo: Omega, dime que pasó, lo solucionaré.

Leo: ¡Cierra el orto por dios! ¿Cómo puedes ser tan descarado? ¡Te vi besándote con tu “amigo”!-- Guillermo tenía una cara de frustración y tristeza.-- ¡¿Ahora no dices nada?!

Memo: Lio, no lo besé yo, te lo juro. No te haría eso jamás.

Leo: ¡¿Cómo puedes ser tan mentiroso?! ¡Ni te alejaste!
Eli: ¿Pue-pueden calmarse?-- La adolescente estaba en el suelo, con sus piernas pegadas al torso. Se tapaba la nariz con una mano, un oído con el otro y estaba algo temblorosa.

Leo: ¡Eli! Cariño, perdón, no era nuestra intención.-- Se agacho y la acunó en brazos, soltando feromonas dulces. La alzó en brazos y la llevó a su cama, fue por agua en su mochila de entrenamiento y al regresar vió al arquero disculpándose y acariciando la cabeza.-- Ochoa, alejate de ella antes de que te cague a piñas.

Memo: Déjame hablar contigo, bonito. Las cosas no pasaron así. Él me besó primero, yo intenté-

Leo: Ya, ¿intentaste apartarlo? Que gran intento. Fuera, Guillermo. Al menos de que no consigas una prueba de lo que dices o algo yo no quiero ni verte la cara.-- El argentino prácticamente lo empujó fuera y le cerró la puerta en la cara.

Apenas tomó asiento en su cama, Elizabeth se paró a consolarlo. Realmente no sabía que había hecho para merecer algo tan bueno y algo tan malo

El cachorro que nos unió [Messichoa]Where stories live. Discover now