Ubba tenía una hija, pero aunque quisiera a Daryl como suyo, no podía criarlo a él, porque Daryl tenía un "padre".

(...)

Lo llevó por un oscuro sendero de la manada y corrió una gran roca que tapaba una salida de escape secreta.

Se agachó hasta la altura del niño, y le dio un gran y fuerte abrazo. — Huye — Mientras lo miraba a los ojos le entregó un cuchillo — Busca otra manada y sobrevive. — Daryl asintió y le dio un último abrazo, esa fue la última vez que vio a Ubba.

El pequeño había logrado escapar de los colmillo rojo. Tal como le había dicho Ubba, se cubrió de barro y se adentro al fondo del bosque.

Húngred se percató de la ausencia de su hijo y lo mandó a buscar por todo el territorio de la manada, pero el pequeño Daryl no se encontraba por ningún lado. Húngred lo había asimilado, su hijo se encontraba prófugo, y como había escapado no se molestaría en buscarlo. Si Daryl había huido era por ser débil, Húngred no perdería más su tiempo criando a un hijo que no pudiera volverse fuerte.
...

La noche que había escapado, Daryl dormido sobre las altas ramas de un gran árbol, donde se encontraría seguro y oculto.

A la mañana siguiente, el pequeño se despertó con sed y hambre. Así que se bajó del árbol, pero no podía ir hacia el río, era muy peligroso. Entonces buscó una flor que debido a su tan enigmática forma encorvada, era capaz de almacenar agua de lluvia por unos cuantos días. El nombre de la flor era Feliaz. Sus tres pétalos encorvados hacia arriba eran de un rojo color.

Pero para beber debía quitarse el vendaje y abrir los labios. El único problema era que cada vez que movía la boca, sufría de un terrible dolor agonizante.

Daryl debía encontrar una manada, estaba claro que sólo mucho tiempo no podría sobrevivir, pero para eso debía llegar a un Río, donde el peligro acecha.

Sin embargo, el niño estaba decidido, prefería arriesgar su vida con tal de encontrar un nuevo hogar, que a sobrevivir unos cuantos días y esperar la muerte.

(...)

De donde él se encontraba, debido a que estaba en un primer lugar en el fondo del bosque había logrado rodear el Río Sailver, sin la necesidad de pasar por el territorio de los Feroces, en ese entonces la manada del padre de Matt, Sigfrido.

Debido al largo viaje, el niño volvía a tener sed y hambre. Pero si apenas podía tomar porque le dolía, el comer, sería aún más doloroso.

Daryl sufría de mucha sed y cansancio. Era inevitable que no se viera tentado para acercarse al Río y beber.

Arrancó una hoja con un tamaño similar a un libro, la encurvó y bebió agua, aguantandose el agudo ardor que se generaba en su boca.

— ¿Te duele niño? — Escuchó desde atrás una voz espeluznante de mujer, y al voltearse observó que era una Arpía. Tenía el cuerpo y rostro de mujer, pero sus brazos estaban pegados a las alas y de piernas tenía unas enormes garras de Alcón. — Acércate cariño, yo puedo sanar tu dolor.

Aunque Daryl tuviera 10 años, no era estúpido. Si algo había hecho bien Húngred fue en llenar al niño de conocimiento sobre las demás criaturas que habitan en ese mundo. Él ni muerto se acercaría a la Arpía así nomás.

Sabía que debía pelear para seguir con vida. Pero ¿Cómo?. Estaba muy agotado, sediento y hambriento, solo tenía un cuchillo que le había dado Ubba antes de despedirse. Pero el pequeño Daryl no se entregaría así de fácil, él estaba listo para pelear por su vida. Así que sin dudar, sostuvo su cuchillo por el mango, con el filo de la punta mirando hacia un costado de abajo y corrió hacía a la Arpía. Sin embargo, antes de que pudiera infligirle algún daño, la Arpía le había saltado con las garras enormes que tenía como patas y había emprendido vuelo, llevándose a Daryl; pero solo pudo volar centímetros, porque una lanza le impacto en el cráneo.

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