019 | NIRAGI

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019:
NIRAGI

—¿Era necesario llevarte una caja entera de esos?

—Claro que sí. Verás cuando Tatta vea que le he conseguido sus galletas favoritas.

Acordarse del chico consiguió que una leve sonrisa se expandiera por su rostro. La última vez que le vio fue cuando ocurrió el enfrentamiento con el rey de picas. Apenas unos segundos. A partir de ahí, no había vuelto a saber nada de ninguno de sus amigos y compañeros. Se detuvo unos instantes para pensar en qué estarían haciendo ahora. O dónde estarían. La posibilidad de que alguno de ellos hubiera muerto ni si quiera estaba presente.

Chishiya y Kyoko habían acabado en la tienda de muebles de un centro comercial, alejados de la calle y sobre todo, del centro. Dudaba que el loco de las armas se molestara en entrar a alguna zona cerrada, pero por si acaso, habían bajado la chapa del comercio. Por suerte para ellos la tienda consiguiente era un supermercado, y de allí habían sacado algo de comida útil que no estaba caducada o pasada.

La chica se dejó caer en la cama donde dormiría, colocando la caja de cartón sobre sus piernas. Rebuscó entre las bolsas y sacó una de las amarillas, tendiéndosela. El de cabello plata, al verlo, sintió la necesidad de asomar por sus comisuras una de las sonrisas ladinas que sacaba de vez en cuando.

—Estas son las mejores —habló. Las examinó por unos segundos, dejándolas luego sobre la mesita de noche.

—Lo sé —tan pronto como respondió, bajó al suelo lo robado del juego. Soltó un fuerte suspiro y dejó su cuerpo deslizarse atrás hasta acabar tumbada. Con la mirada en el techo y los brazos a cada lado de su torso, se puso a pensar una vuelta más. Tenían una conversación pendiente entre los dos, pero esa vez muy diferente a la inicial.

Me gustas, Kyoko. Eso era todo lo que su mini yo podía decirle. Una vez tras otra.

Sintió el colchón hundirse a su lado, y claramente no le hizo falta girarse para saber de quién se trataba. Al terminar de tumbarse, la mano del chico había rozado la suya. Un escalofrío recorrió todo su interior, de pies a cabeza. O cabeza a pies, teniendo en cuenta de dónde surge. Se entretuvo en tirar con los dientes de una de las pieles de su labio inferior, y al percatarse del sabor a sangre, arrugó la cara en una mueca. No le desagradaba del todo, pero ahora escocía la pequeña herida.

Aburrida del silencio, torció el cuello para observar al peligris. Se sorprendió de verlo con los ojos cerrados y respirando tan tranquilo. La mano más alejada a ella reposaba sobre su estómago. Por lo que por un minuto entero se quedó admirando su perfil, en completo silencio. De pronto vio como curvaba las comisuras.

—¿Entretenida? —preguntó. Las mejillas de la joven se volvieron rojas, y devolvió la vista al techo. No respondió.

Hubo movimiento en la zona que quedaba entre ambas caderas, y de manera despreocupada y sin prisa los dedos de Chishiya buscaron los de Kyoko hasta que enganchó su mano. Acababa de entrelazar sus dedos con los ajenos. El calor que desprendía su palma invadió a la menor, quien apretó el agarre unos instantes para certificar que lo que ocurría se estaba dando en realidad. Podría haberse dormido ya y estar soñando.

El ambiente era tan sigiloso que hablaba por sí solo. No les hacía falta comunicación verbal. Kyo volvió a desviar la mirada hacia él, sin soltar el agarre. Por ese entonces, el pulgar del chico se estaba entreteniendo en acariciarle el dorso con cierto mimo. Se encontraban en su momento más íntimo hasta la fecha, y la joven no sabía bajo qué piedra meter la cabeza. Le daba vergüenza.

Le gustaba. Se lo había dicho en el juego. Hubiera sido una buena táctica para ganarse a su persona y hacerla ir hasta él para decirle el palo. ¿Sería eso otra de sus manipulaciones? La espinita seguía clavada, y ahora dudaba de la veracidad de los hechos. No quería estar en esa posición. Le entró la preocupación.

hangover ; chishiya shuntaroWhere stories live. Discover now