016 | EL FIN DE LA UTOPÍA

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016:
EL FIN DE LA UTOPÍA

—Me habéis encerrado durante todo este tiempo. Incluso en los asesinatos, por lo que sabéis de sobra que yo no puedo ser la bruja. Si tú tampoco lo eres, te da igual dejarme con vida —dijo Arisu.

—Si cooperamos encontraremos a la bruja —secundó Kyoko.

Aguni caminó despacio en dirección a los dos jóvenes, y cuando quedó frente al chico, estampó la culata de su pistola sobre su nariz. Los ojos de la morena se abrieron con estupor, y su reacción natural fue engancharse a su brazo para que no volviera a propinar un nuevo golpe. El hombre empujó su cuerpo hasta que terminó tirada en el suelo, y hecho eso retomó los trompazos de cara al menor. Usagi también intentó frenarlo, pero tampoco pudo.

—¿¡Por qué atacas a Arisu incluso cuando él tiene coartada!? —exclamó la deportista.

—¡Porque él es la bruja! —Kyo gritó, ganándose la atención de toda la sala.

—¿Es eso cierto? —preguntó uno de los presentes. Se le veía temeroso, pero aún así pidió una respuesta. Todos, incluidos los paramilitares, estaban pendientes ahora.

—Sí —contestó. No le gustó el tono, era indiferente. Arrugó el ceño al analizarle—, yo soy la bruja.

Los de su propio equipo levantaron las armas en su dirección, aunque ninguno fue capaz de dispararle. Uno de los jugadores gritó al aire que lo hicieran de una vez, cosa que tampoco surgió efecto. Kyo dirigió el interés a Arisu, este negaba con la cabeza una y otra vez.

—¡Aguni no es la bruja! ¡Es un juego de corazones! ¡Esto va de traición y de sentimientos! No se puede ganar matando a Aguni, ¡estos juegos no son así!

—¿Si no es la bruja por qué está haciendo todo esto? —la protesta de Kyoko salió directa al amigo de su hermano. Unas manos le ayudaban a levantarse, aún tirada en el suelo. Agradeció a Tatta mediante un toque con una de sus manos—. Es que no tiene sentido. ¿¡Por qué lo harías!? —esa vez sí miró al jefe de los paramilitares.

—Porque no mató a Momoka, pero sí mató al sombrerero —afirmó Arisu. De forma muy lenta se puso en pie—. Yo tenía tu mirada cuando maté a mis amigos.

Karube, mi bonito niño.

—No eres estúpido —continuó el chico. Aguni tenía los ojos puestos en él—, pero querías matar a todos desde el principio. ¡No eres así! Tiene que haber algo más. Siempre he pensado que los paramilitares, con todas las armas que tienen, podrían haber tomado La Playa hace tiempo. Pero no lo han hecho hasta ahora. Tú no estabas en guerra con el sombrerero. Os ayudabais el uno al otro.

Los puntos del dibujo comenzaron a unirse en muchos trazos diferentes. Las palabras de Arisu tenían más sentido del que podría parecer. Kyo recordó esa noche que fue a buscarla al recibir la noticia de su hermano. La conversación en el banco le había dado pistas que había pasado por alto. La persona de la que habló que había perdido era él: el sombrerero.

—Me hablaste de él... —cortó la joven el discurso del otro chico. Aguni la miró a ella, rostro más serio que nunca—. En el paseo. Fue al sombrerero a quien perdiste. ¿Por eso lo mataste? Porque había perdido la cabeza.

—Buscabas frenarlo porque no tenía control. Deseabas que volviera a ser el de siempre.

—Ya estaba muerto cuando tú lo mataste —afianzó la chica, posicionándose junto a Arisu, frente al paramilitar—. No era él. Era un hombre preso de su obsesión.

—¡Y vosotros qué coño sabréis! —Aguni rugió. Tomó de la chaqueta a Kyoko y la agitó durante unos segundos, para luego propinarle un fuerte puñetazo. Luego otro más. Y un tercero.

hangover ; chishiya shuntaroOnde histórias criam vida. Descubra agora