然 𓏲 ⁜ ( 𝓕𝐎𝐑 𝓣𝐇𝐄 𝓣𝐇𝐑𝐎𝐍𝐄 ) ༞ ⍣ 𓄼∴
⇰ ❝ A distant army was marching through the night and the day. I swore an oath and with my life i would pay, spare my blood and i can hold my breath for another day, but it was...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
CHAPTER TWELVE
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Aleanna, aterrada de su comportamiento bajo la luz de la luna y de su poca fuerza de voluntad cuando se trataba del león de la Casa Lannister, evitó a Jaime el resto del viaje. Y pensaba en su pronta destitución como su escudo juramentado sin levantar sospechas ni generar cotilleo por parte de las damas más parlanchinas de la corte, toda una serie de excusas se formulaban en su cabeza.
Dragonstone no estaba tan lejos de King's Landing como Aleanna suponía, pues al cabo de unas cuantas semanas finalmente arribaron. El gran castillo negro se alzaba en la colina y los barcos pronto llegaron hacia la costa; las largas torres tenían terminación en dragones, oscuros y altos, imponentes, unas cuantas cuevas les rodeaban y el sol se reflejaba sobre la piedra dando las últimas caricias en ellos para finalmente permitir que el día acabe y la noche se alce. Aleanna notó el encanto de Dragonstone apenas llegaron. La playa, el frescor del aire, el relajante sonido de las olas chocando violentamente contra la arena y el agradable aroma salado del mar. Giró a ver al hombre a su lado, una sonrisa, como pocas veces, se percibía en los suaves labios de Rhaegar, de acostumbrado semblante melancólico; parecía más a gusto allí que en los atosigantes muros de la Fortaleza Roja.
Como llegaron por la noche no había mucho que hacer más que presentarse en el festín de bienvenida. Fue llevada a sus habitaciones, escoltada por Jaime y separada de Rhaegar, él caballero aguardó impacientemente fuera de la puerta mientras era cambiada de vestido por cuarta vez en el día, cada uno más pomposo que el anterior. Dentro del confinamiento del castillo reinaba una humedad fría en contraste con el cálido exterior.
—¿Desea algo más, mi señora?
—No, me reuniré con mi señor esposo en el salón— abrieron las grandes puertas viejas y ahí estaba él nuevamente, con su distinguido porte y esa grandeza que irradiaba su dionisíaca figura. Porque él era Dionisio y Rhaegar Apolo. La dicotomía perfecta.
