Inevitable sensación

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Desesperado...
Lujurioso...
Pasional...

Jimin podría describir ese beso de miles de maneras diferentes, pero solo una podía describirla realmente y él no estaba dispuesto a decirla en voz alta, ni siquiera quería pensarlo, aunque su lobo diera vueltas en su interior, meneando su cola, arañandolo para despertarlo y hacerle entender que ese alfa, era su alfa.
No, no podía ni pensarlo.
El Coronel Min no era el alfa que hubiera pedido para su perfecta vida. Pero ahí estaba, sintiendo su corazón galopar desenfrenado mientras las manos de ese imponente hombre lo acariciaban sin ningún pudor.
Intentó detenerse, claro que lo intentó, pero a quien quería mentirle, se estaba derritiendo bajo el toque dulce y sensual del otro y ya no podía pensar en dar marcha atrás.
Quizás la desolación y la tristeza de la guerra lo estaba llevando a la locura y por eso no podía pensar. Pero sabía claramente que no era así, sabía muy bien que no tenía excusas para lo que estaba sintiendo, no tenía excusas para ni siquiera intentar salir del fuerte agarre del otro. Nada excusaba lo que estaba sintiendo y tampoco quería pensar en eso.

Yoongi por otro lado no podía dejar de pensar que todo eso estaba mal, aunque su lobo al igual que el de su acompañante, gruñera desesperado por tomarlo ahí mismo.
Inmerso en una nube de lujuria, besaba y mordía esos labios con los que había soñado desde el primer día que lo vio.
No podía dejar sus manos quietas, embriagandose con los gemidos ahogados del doctor sobre sus labios.

Sin esperar la reacción ajena, lo sostuvo fuertemente de su cintura, subiendolo sobre su cuerpo, haciendo que las piernas  se enredaran en su propio cuerpo.
Caminó sin despegar sus labios de la otra boca y se sentó en la vieja cama de la añeja cabaña.
Jimin no se soltó en ningún momento y ya acomodados siguieron perdidos en los labios ajenos.
Una y otra vez sus manos volvían a recorrer el perfecto cuerpo del hermoso hombre que tenía sobre sus piernas, sintiendo su propia dureza exigir desesperada por continuar.

-Omega- gruñó su lobo apoderándose de sus sentidos.

Jimin tensó su cuerpo y aún envuelto en su propia lujuria se despegó lentamente después de escucharlo.
Debía detenerse, si seguían seguramente su secreto sería revelado y las consecuencias podían ser atroces. Tenía que salir de allí, dejar de sentir lo que estaba sintiendo, pero pensarlo era fácil más hacerlo parecía imposible. Parecía que un imán se había apoderado de ambos cuerpos y era imposible despegarse. Aún así apeló a todo su sentido común y utilizando más fuerza de voluntad de la que creía poseer, se separó del abrazo ajeno.
-Debo... yo... debo- sus palabras, aunque atravesadas hicieron que Yoongi se pusiera en alerta.

No quería dejarlo ir. Escuchaba sus susurros, pero bastante tenía con su propia batalla interna como para seguir escuchándolo.
-No- dijo casi con desesperación, cuando sintió el frío que se apoderaba de su cuerpo al notar que Jimin se escapaba.

-No podemos, no podemos- repetía Jimin, intentando más convencerse a sí mismo que al Coronel.

-No lo hagas, no te vayas, no por favor- la suplica de Yoongi era algo irreal saliendo de su boca, ni él mismo podía entender porque necesitaba tanto a ese hombre y aunque hubiese preferido seguir hasta las últimas consecuencias, juntó el valor que no tenía y se puso de pie.
Sin mirar al otro salió de la cabaña, pensando que había arriesgado demasiado y que probablemente ambos se arrepentirían después.
Aunque lejos estaba de arrepentirse de haber besado al fin al doctor que lo había enloquecido desde el primer día que lo había visto llegar.











 Aunque lejos estaba de arrepentirse de haber besado al fin al doctor que lo había enloquecido desde el primer día que lo había visto llegar

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El cantar de las avesNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ