Amanecer de un día agitado

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El sol se filtraba irrespetuoso a través de la pequeña ventana, sonrió sin saber por qué pero poco le importó. Llevaba despierto un buen rato y solo estaba esperando recibir las órdenes para partir del campamento.
Miró a su amigo quien seguía durmiendo, lo llamó en un susurro para luego gritarle al oído ya que este no despertaba.

-¡Carajos Jimin!, ¿desde cuándo te despiertas antes que yo?- gimoteo ofuscado.

Jimin lanzó una carcajada y volvió la vista hacia afuera, viendo como el sol ya casi terminaba de asomarse detrás de las montañas.
-Debe ser el aire del lugar- comentó dejando salir un suspiro de sus abultados labios.

-¿Estás bien?- preguntó al ver el semblante preocupado del doctor.

-¿Has notado que no se escucha el cantar de las aves?- preguntó sin dejar de mirar el horizonte.

-Llevo cinco minutos despierto Minnie, no tengo idea de lo que hablas-

-Esta bien, no me hagas caso. Vístete de una vez, allí dejaron tu uniforme, nos esperan para desayunar y salir de aquí- explicó mientras se ponía de pie y llegaba hasta la abertura que le permitía salir de su tienda de campaña.

Caminó lentamente inspeccionando todo a su alrededor, los soldados hacían una venia y seguían con sus tareas.

-Doctor, buenos días- escuchó a sus espaldas. Volteo y vio al suboficial Jung que se acercaba hasta él.

-Buenos días- saludó haciendo una reverencia.

-Necesito que me indique cuáles son los utensilios y suministros que llevará al frente para poder subirlos al camión- indicó siempre con una sonrisa en sus labios.

-Claro, está todo listo, puede decirle al enfermero Kim que le entregue todo, aún está en la tienda- explicó.

-Perfecto doctor, y gracias-

Jimin sonrió y volvió a hacer una reverencia.
Caminó tranquilo más allá de los camiones, pasando de largo la gran tienda que hacía de comedor, se acercó a la pequeña laguna y sin dudar metió su mano en el agua, era cálida y cristalina y estaba a punto de probarla cuando una voz grave lo hizo saltar del susto.

-Mercurio, ¿imagino que no debo explicarle lo que le hará a sus órganos eso verdad? Después de todo si parece necesitar una niñera-

Jimin rodó los ojos aún dándole la espalda a quien le hablaba.
-Si necesito una niñera es asunto mío, hay cientos de soldados aquí, así que puedo hacerme amigo de alguno de ellos y podrán informarme acerca de los peligros del lugar, no necesita hacerlo usted- escupió irónico sin siquiera voltear a verlo.

-Espero que sea tan bueno en su trabajo como lo es para responder- espetó el Coronel sin dejar de ver la fabulosa espalda del doctor.

-Y yo espero lo mismo de usted, que sea un gran líder además de odioso- replicó pasando al lado del otro clavando sus profundos ojos celestes en él.

Yoongi se tensó ante aquella singular mirada, no podía negar que era el beta más hermoso que había visto alguna vez y eso lo sobresaltó.
Él era un alfa, uno rudo y dominante, jamás miraría a una beta y mucho menos a un hombre beta, por ley debía gustarle una omega, una mujer omega. Se sintió raro y frustrado al darse cuenta a donde lo llevaban sus pensamientos.
Caminó despacio sin alcanzar al otro pero sin perderlo de vista y debía reconocer que la vista era magnífica. El cuerpo del doctor era todo un poema, su espalda ancha, sus brazos levemente marcados, su cintura pequeña, sus caderas prominentes pero sin ser demasiado exageradas, unas piernas del demonio y un trasero que lo hacía pensar en las cosas más pervertidas que jamás pensó que podría sentir.
Sin dudas el doctor Park Jimin era una delicia a simple vista, lástima su gran bocota. Boca que le encantaría callar a besos y mordidas. ¿En qué demonios estás pensando Yoongi?, se regañó a si mismo.
Entró a la tienda comedor y lo vio sentado junto al mayor Kim y al suboficial Jung y no entendió por qué pero su lobo gruñó exasperado.
-¿Qué te pasa tonto animal?- preguntó asombrado ante la reacción de este.

El cantar de las avesTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang