La muerte a un costado.

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El sonido de los bombardeos hacían que Jimin cubriera sus oídos con ambas manos, su cuerpo temblaba nervioso y su corazón bombeaba de adrenalina. Sentía que en cualquier momento se desplomaría sobre el sucio piso de la trinchera.
De pronto el ruido de fuertes pisadas le daban a entender que los soldados se acercaban, tomó aire y se puso de pie intentando verse profesional aunque muriese de miedo por dentro.
Se paralizó, su cuerpo no respondía, sabía que debía hacer algo pero era en vano la figura del hombre frente a él lo hizo retroceder unos pasos.
-Sss...oo...y... mee...di...coo- balbuceo intentando con esas palabras persuadir al otro.

El tipo siguió apuntando a su cabeza, su arma temblaba junto con sus manos mientras hablaba en un dialecto que Jimin no entendía.

Otro soldado enemigo se acercó al primero, miró al doctor y sonrió ladino.
-Serás un prisionero de guerra bastante útil- habló de forma tenebrosa mientras lo miraba.

Jimin sintió su cuerpo estremecerse, estaba perdido.
Todos los soldados estaban en el frente, en medio del fuego cruzado, no había forma de que no lo mataran y si no era así seguramente lo llevarían prisionero, su condición de omega podría ser descubierta al no tener sus medicamentos y eso solo lo llevaría a los peores abusos y torturas imaginados.
Prefería morir, prefería que dispararan sobre él en ese instante así que pensó que luchar lo llevaría a una muerte rápida ante el terrible destino que podría sufrir.

Un disparo resonó en el lugar, Jimin cerró sus ojos sintiendo sus piernas perder fuerza, otro disparo volvió a sonar y ya no pudo soportarlo, cayó de rodillas esperando sentir el dolor, pero este nunca llegó, solo comenzó a llorar desesperado, mientras su temblor aumentaba. Abrió sus ojos y frente a él vio al Coronel quien se acercó enseguida intentando calmarlo.

-Tranquilo Jimin, estoy aquí, ya pasó, tranquilo- sus brazos fuertes rodearon su tembloroso cuerpo mientras sus palabras acompañaban la acción.

No podía dejar de llorar, jamás había estado tan cerca de la muerte. Que el coronel haya llegado a tiempo había sido una fortuna y sabía que se lo agradecería toda la vida.

-Jimin, escucha, debes ponerte de pie, debemos salir de aquí, este lugar no es seguro- informó el coronel intentando ayudarlo.

-Gra...ci...as...- balbuceo entre sollozos - en  se...río..  si, si us...ted no, yo..yo se... gu...ro, yo- repetía una y otra vez, mientras su voz se quebraba.

-Vamos Jimin, ya pasó, vamos debemos irnos- dijo con algo de pena rodeando su cintura para salir de allí.

Hoseok los esperaba al mando del camión, cada soldado había subido ya y poco a poco se retiraban del lugar, no estaban huyendo, solo debían ubicarse en otro sector, un lugar donde el enemigo no estuviera tan cerca.




Hoseok los esperaba al mando del camión, cada soldado había subido ya y poco a poco se retiraban del lugar, no estaban huyendo, solo debían ubicarse en otro sector, un lugar donde el enemigo no estuviera tan cerca

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Un hospital en ruinas fue el lugar elegido, el Coronel sabía claramente que no podían ir directo al búnker, los enemigos estaban cerca y podrían atacar por sorpresa.
Poco a poco fueron bajando de los camiones.
Jimin sentía su cuerpo pesado tras el ataque de nervios, pero debía reponerse rápido, muchos dependían de él.

El último enfrentamiento había dejado demasiados heridos y tenía que ocuparse de ellos.
Ayudó a todos los que pudo a ubicarse en el edificio. Al menos tenían luz y un lugar seco dónde estar, afuera había comenzado a llover con fuerza.
Se acercó a las diversas camillas y se dedicó a curar heridas.
Todo estaba sumido en un silencio que helaba los huesos, al menos Jimin lo sentía así.

Al cabo de algunas horas y sintiendo el peso del cansancio decidió que era hora de tomarse un respiro.
Caminó por los pasillos del lugar abandonado. Vio como varios soldados intentaban dormir para recuperar fuerzas, también vio a otros que seguían de guardia cuidando el lugar alertas ante cualquier ataque.

Encontró un pequeño baño, entró tranquilo, abrió el grifo de la ducha y dejó correr el agua, su fortuna pareció cambiar cuando el agua comenzó a salir clara y tibia. Se despojó de sus prendas y se metió bajo el chorro que ahora se tornaba un poco más caliente, la sensación de relajación lo estaba invadiendo y después de tantas horas al fin se sentía bien.
Tardó más de lo pensado, aprovechó y enjuagó su ropa interior y su camisa, se secó con un trozo de sábana que encontró y se puso su pantalón gastado y el chaleco, dejando lo otro para que se secara.
Salió del baño y miró a todos lados, abrió algunas puertas encontrándose con algunos consultorios que aún seguían en pie, vio varios insumos que seguro le ayudarían en algún momento.
Llegó a una nueva puerta y se encontró con una pequeña cocina, pudo prender el fuego y puso agua a calentar mientras buscaba en los muebles algo para hacer. Un paquete de café fue su máximo trofeo, sacó una taza y lo preparó, después de dar el primer sorbo lanzó un gemido de satisfacción.
Un carraspeo lo sacó de su minuto de paz.

-Al fin lo encuentro doctor-

-¿Pasó algo?- preguntó preocupado.

-No, por ahora todo está bien, al menos  parece una noche tranquila- exclamó mirando las manos aferradas del otro a la taza de café.

-Entonces le prepararé un café a usted también- hizo una pequeña mueca parecida a una sonrisa y giró para hacer lo que había dicho.

El Coronel no podía quitar su vista de la espalda ajena, sus brazos torneados pero delicados, su pequeña cintura, sus caderas pronunciadas y su pomposo y fabuloso trasero.
Juraría que de beta no tenía nada, si no fuera porque no tiene ningún olor Jimin perfectamente podría ser un omega pensó.
Su lobo se removió ansioso, gruñía con deseo ante la imagen y arañaba el interior de Yoongi queriendo acercarse y aferrarlo con posesividad. Pero el lobo sabía que su terco humano no lo haría, aunque también sabía que lentamente iba cayendo rendido ante su predestinado.

-Espero que le guste- dijo Jimin acercando la taza con el líquido haciendo que el coronel saliera de sus pensamientos.

-Gracias, es lo que estaba necesitando- soltó mirándolo con intensidad.

Jimin sintió una corriente de calor traspasar toda su anatomía y se dio cuenta de que algo andaba mal.

El sonido de los rayos y relámpagos los hizo salir del duelo de miradas que tenían en ese momento.

Jimin se acercó a la ventana para ver como la lluvia caía fuertemente.
Yoongi no pudo evitarlo y se acercó al cuerpo ajeno, se detuvo justo detrás de él, respiró profundamente y sus labios quedaron demasiado cerca del cuello blanco y ardiente del otro.
Jimin veía sus movimientos a través del vidrio de la ventana, jadeó bajito pero no se movió.
El coronel levantó su mano derecha, iba a tocarlo, tenía que hacerlo pero de repente un perfume leve y dulce invadió sus sentidos.
Jimin salió de su ensoñación, abrió sus ojos de par en par y sintió un calambre en su parte inferior.
Se movió rápidamente, alejándose del otro, se excusó sin muchas palabras y corrió rápidamente hasta su bolso, tomó el frasco de pastillas que siempre cargaba con él y se metió dos en la boca tragandolas inmediatamente.
Había estado cerca, demasiado cerca, el efecto de la medicación se estaba yendo y casi deja ver su condición de omega frente al coronel.
Se mordió su labio inferior nervioso, había corrido un riesgo demasiado grande y por un momento creyó que se dejaría hacer cualquier cosa por el imponente alfa. Quitó sus pensamientos de un movimiento y se recostó en la camilla que había arreglado para él mismo, intentó dormir pero fue en vano. Su celo estaba cerca y sabía que debía estar alerta ante este porque si no lo controlaba, por primera vez iba a cometer una locura.

Una locura llamada Min Yoongi.

El cantar de las avesWhere stories live. Discover now