CAPÍTULO 21

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JHOPE

Odio el término "nada que perder".

Porque acostado en esa habitación de hospital estaba todo lo que tenía que perder. Apenas permití que el personal del hospital atendiera a mi herida de bala y detuviera el sangrado, era apenas una herida. Era una espina en mi calcetín en comparación con el pedazo de mis intestinos destruido la última vez que me habían disparado. Pero mi lesión no era importante. Lo que era importante era Tae y por eso tan ridículo como la idea que acababa de tener, no podía ignorarlo. Intentaría todo y cualquier cosa para traerlo de vuelta. No me importaba si se estaba poniendo cómodo dondequiera que estuviera. No me importaba si lo estaban llevando a través de las puertas del cielo con una botella de champán y tres docenas de putas rosas. No me importaba si él era más feliz de lo que había sido y si el cielo era todo lo que él pudiese querer. No me importaba. Era un hombre egoísta.

Él era mío y no lo dejaría ir.

Nunca.

Cerré los ojos y comencé la técnica de respiración profunda que WoonKay me había enseñado años atrás. No había meditado desde que salí de Narnia, pero sentado allí al lado de mi esposo me sentía indefenso. Valía la pena intentar.

Sólo fueron segundos o al menos eso fue lo que sentí, cuando ya no estuve más en la habitación del hospital, sujetando la mano ensangrentada de mi esposa mientras las máquinas a las que estaba enganchado emitían un pitido y parpadeaban con el errático ascenso y descenso de su pecho .

Ahora estábamos en la parte superior de la torre de agua. Él estaba despierto, de pie en el borde justo como la noche que lo conocí. Excepto que esta vez, él no estaba desnudo. Él estaba en un vestido de hospital salpicado de rojo. El tubo IV seguía pegado a su muñeca. Sus ojos y labios hinchados y magullados. Miraba por encima del borde de la barandilla. Su cabello negro soplando alrededor de su maltrecho rostro.

—No saltes —dije, dando un paso hacia él. Traté de mantener mi voz lo más calmada posible, escondiendo el miedo picando las profundidades de mi estómago.

Tae se volvió hacia mí y sonrió. Jadeé cuando él saltó para sentarse en la parte superior de la barandilla delgada y oxidada. Mi corazón saltó a mi garganta y di un paso entre sus piernas, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura y apoyando mi cabeza contra su pecho. Sosteniéndolo hacia mí. Lo sostenía en la torre.

— No me dejes —le dije—. No nos dejes. JeonGi te extraña. Yo te extraño —sentí la vibración de su risa y miré hacia arriba a su bello, pero magullado rostro. Su sonrisa era grande aunque sus dientes inferiores estaban cubiertos de rojo.

—Sálvame, JHope —dijo, su voz un eco extraño que no sonaba como saliendo de su boca, sino desde el aire alrededor de nosotros. Sus labios ni siquiera se movían.

—Te salvé —alegué—. Al menos traté. Ahora depende de los doctores —lo sostuve con más fuerza, pero no es lo suficientemente fuerte. Nunca lo era.

Sacudió su cabeza y presionó su dedo índice en mis labios, el cual besé por instinto.

— No, todavía tienes que salvar algo más. Aún no ha terminado. Todavía no —tocó mi cara y de repente quedé atrapado en una imagen. Un doctor inclinándose sobre mí y me doy cuenta que no soy yo. Lo estoy viendo a través de los ojos de Tae. El doctor ríe cuando Tae intenta toser sus palabras. Preguntando qué estaba haciendo y por qué—. Sálvame —me dijo otra vez, y la imagen del médico desapareció. Estoy de vuelta mirando los ojos oscuros de la única persona que había amado. La brisa es ahora viento. Las hojas y las agujas de pino de los árboles cercanos centrifugan alrededor de nosotros, creando una pared de escombros y un ruido que suena como un tren que choca contra las vías.

07. La Vida de Jung Hoseok ||HOPEV||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora