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—¡Ya estoy aquí! —grita Atsushi hacia Akutagawa, quien lo espera parado en el muro antes de salir de la universidad, leyendo un libro, que en cuanto escucha a su amigo lo cierra, no sin antes colocar el separador de manera correcta. —Gracias por esperar. Vamos.

Sus clases terminaron por hoy, Atsushi tenía tres mientras Akutagawa solo una, pero era tan cerca de la salida del chico que pudo ser capaza de esperarlo sin problemas. El atardecer se acercaba y eran solo ellos dos caminando por las calles de Yokohama.

Atsushi hoy lleva su guitarra eléctrica, según él quería ser acompañado a unas tiendas para comprar cosas nuevas y devolver unas cuantas. Pues, según él, tener a alguien con una cara tan presuntuosa como la del azabache hace que ni de chiste lo intenten estafar, cosa que le ha pasado más de una vez cuando va solo y no es hasta que llega a su casa cuando cae en cuenta.

Aunque puede ir solo, pero prefiere usar una buena excusa bien creíble y real para pasar más tiempo junto a Akutagawa.

Mientras van caminando Atsushi se dedica a hablar y hablar sobre sus cosas, le pregunta de las suyas al contrario y vuelve a hablar. Se forman silencios cómodos que no se rompen hasta llegar a un punto necesario o a una pregunta naciente.

—Ah, ¿deberíamos comprar un regalo para el amigo de Chuuya-san? —comenta Atsushi con normalidad y Akutagawa alza la ceja, lo que le indica que ahora debe proceder a explicar el contexto de su comentario. —Chuuya-san me dijo que el cumpleaños de Dazai-san es el diesinueve de junio, y como ya está cerca pensé en comprarle algo, pero como no nos conocemos de hace mucho y casi no hablamos pensé en regalarle algo en conjunto contigo. —Atsushi explicó haciendo ademanes y demás cosas para complementar su monólogo. —¿Qué dices?

—Me parece bien. —Akutagawa sonrió, no suele hacerlo pero le pareció divertido el hecho de ver la amabilidad de Atsushi una vez más; regalarle algo a alguien que apenas conocen es muy de él.

Atsushi no pudo evitar colorarse de mejillas a orejas, pues la sonrisa de Ryūnosuke era como ver un eclipse, si no estás preparado para ello, como sucede rara vez, te puedes quedar ciego por la hermosura.

Y no es lo mismo que ver las sonrisas forzadas que siempre hace cuando convive con compañeros de curso, porque hay una extensa diferencia. Una de ellas es la confianza que sienta con la persona con la que esté sonriendo, es como un privilegio para Atsushi.

Eso se debe principalmente a que Atsushi está enamorado de él, pero está seguro que incluso Chuuya se fascina cuando muestra algo más que su cara neutral y los deja dar un paso más allá de su fría mirada y su muro de hierro.

—Entonces, ¿qué deberíamos comprarle? —pregunta una vez más. —¿Deberíamos llamarle a Chuuya-san para preguntar de sus gustos?

—Imposible, está en clases ahora mismo. —dice revisando un reloj de mano con manecillas. —Tal vez.

—Cierto. ¡Ah! —se queja Atsushi. —¿Entonces deberíamos comprar algo genérico como un portaretratos? ¿O estaría mejor algo como comida? Imposible, no sabemos sus gustos para nada.

Akutagawa veía pasible cómo Atsushi se ponía a pensar en posibles fracasos para un regalo, era divertido ver cómo se preocupaba por un simple regalo, pero también le inquietaba que se perdiera en eso y olvidara a lo que iban.

—Lo sabremos cuando lo veamos. —palmeó su espalda con fuerza y delicadeza, rara combinación, en efecto, pero nada inusual entre ellos dos. —Mejor sigamos con lo que veníamos a hacer por aquí para empezar.

—Sí... —Atsushu tragó duro su saliva, pero dejó pasar la atención que recibía por un pensamiento del que no se estaba ocupando y ahora se sentía mal. —Sé que te dije que iríamos a mi casa después de esto, pero no sé cuánto nos tardemos y si necesitas irte eres libre de hacerlo.

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