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Desde la infancia busqué la soledad.
Donde mejor me encontraba era en esos lugares en los que, sin ser molestado, podía abandonarme a mí mismo.
—Friedrich Nietzsche.

La clase no era aburrida, pero tampoco era la cosa más entretenida del mundo

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La clase no era aburrida, pero tampoco era la cosa más entretenida del mundo. Y considerando que este tema vendría en el parcial, debía prestar atención, pero cualquier distracción sería bienvenida si eso indicaba que podía desviar la atención de la monótona voz del profesor.

Alabó a su celular por sonar con la llegada de una notificación, la voz del profesor era tan lenta que podría asegurar se estaba quedando dormido. 

Era un mensaje del maníaco que conoció hace unos días, bautizado así por sus amigos. Expresaba su deseo de juntatse en su casa para empezar su tema de las preguntas con base en la nueva obra encontrada en el museo.

Salió del chat sin contestar, tenía tiempo para eso, lo haría al rato. De repente la clase le empezó a parecer interesante...

No es que Chuuya despreciara una buena sesión de estudios, de hecho no le disgustaba estudiar. Pero la personalidad de la persona con la que había tratado (y trataría), no era especialmente su favorita. Casi podía escuchar la burla en el mensaje de texto que le había sido enviado. Tanto así que las ganas de golper su cabeza fueron palpables, se conformó con una demostración en su imaginación.

Su mirada vagó entre los estudiantes, algunos cabeceando, otros tomando notas, uno mirando por la ventana, etc. Había un sin fin de cosas por hacer en la clase, pero prestar atención al profesor no era una de ellas.

—¿Quién era? —preguntó su amigo a un lado, no alzó la mirada hacia Chuuya pues él era uno de los que tomaban notas.

—El maníaco. —Chuuya comenzó a jugar con su lápiz en su mano, haciendo una pequeña balanza con su dedo índice en el centro, moviendo de un lado a otro hasta que cayó encima de su libreta.

Akutagawa tarareó en respuesta.

No se dijo nada más, la hora terminó y ambos se fueron al respectivo lugar que exigía su presencia. Akutagawa a la biblioteca y Chuuya a su siguiente clase.

Entonces fue la hora en la que los tres amigos acordaron encontrarse en su lugar habitual cuando llegaban a comer yakinuku, usualmente a petición de Chuuya.

El lugar era concurrido, tenía buena reputación, buena atención y siempre había sido agradable el ambiente, no estaba ni tan lejos ni tan cerca de la universidad, en resumen; les era perfecto. Sin mencionar que la carne ahí hacía que se te derritiera la boca apenas la oías sonar azandose en la parrilla.

—Entonces, —habló Atsushi mientras rotaba su pedazo de vegetal en la parrilla frente a él. —¿te reunirás con él en un rato más? —el cobrizo le dio la razón con un asentamiento de su cabeza. —¿Por qué? Es decir —agarró el trozo apenas cocinado, porque era simple verdura, y se lo comió, después continuó. —, dijiste que no te caía bien. Y nunca haces nada que no te guste.

| GRAFFITI | SoukokuWhere stories live. Discover now