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"¿Vas a trabajar toda la noche?" preguntó, pisando fuerte en la cocina por tercera vez en la última hora.

"Duane, sabes que empiezo mañana y necesito poner mis pensamientos en orden", respondió, levantando la vista de su portátil.

Frunciendo el ceño, Duane dijo: "Es solo que tu trabajo siempre parece ser lo primero. Nunca me queda nada".

"Lo siento, pero ya sabes cómo soy".

"¿Te refieres a una adicta al trabajo?"

"Sí. Lo siento".

"Mira, me encanta que estés enfocada en esto, y te amo. Es solo que he pasado los últimos dos días viendo la tele y estoy aburrido".

"Y yo quiero causar una buena impresión en mi primer día. Te lo prometo, una vez que me instale en Calloway, te daré todo el tiempo que necesites".

"Necesito tiempo ahora, nena. Siento que he desperdiciado todo mi fin de semana aquí".

"Bueno, si no me equivoco, tú mismo te invitaste aquí este fin de semana, no yo".

"¡No pensé que necesitaba una invitación!"

Al darse cuenta de que podría haber sido más elocuente en su respuesta, Lauren se frotó el puente de la nariz, tratando de pensar en una manera de evitar otra discusión interminable sobre sus deseos versus las necesidades de él.

Lauren Jauregui tenía treinta y dos años y, aunque había nacido en Escocia, se había mudado a Inglaterra seis años antes para ocupar un puesto de profesora bastante lucrativo en una pequeña academia privada en Surrey. Siempre había querido enseñar, inculcar valores y conocimientos en las mentes de los jóvenes, así que era un sueño hecho realidad... y el sueldo tampoco le dolí. Ella era inteligente. Era joven y estaba construyendo rápidamente un nido de ahorros considerable.

Durante unas vacaciones de verano, una colega maestra le sugirió que se uniera a ella como voluntaria en una prisión local para mujeres. Aunque dudaba que las mujeres encarceladas estuvieran tan dispuestas a aprender como los niños detrás de las paredes cubiertas de hiedra, Lauren accedió de mala gana. Fue una decisión que cambió su vida.

Habiéndose siempre deleitado en educar a otros, no fue hasta que vio la apreciación en los ojos de las reclusas que se dio cuenta de que había encontrado su nicho. Había una profunda diferencia entre instruir a niños criados con cucharas de plata en la boca e iluminar a mujeres cuyas vidas parecían contener solo desesperación. Antes de que llegara el otoño de ese año, había dejado el prístino palacio de la costosa educación y, tomando un puesto en HMP Sturrington, Lauren Jauregui ingresó al mundo del Servicio de Prisiones de Su Majestad.

Lauren disfrutó su tiempo en Sturrington, tanto como cualquiera podría disfrutar estar encerrado detrás de gruesos muros de piedra durante ocho horas al día. La mayoría de las mujeres estaban ansiosas por aprender, y aunque hubo uno que otro conflicto ocasional, la mayoría de las veces fue solo frustración por parte de la reclusa. Lauren podía salir por las puertas todas las tardes mientras ellas se quedaban atrás, encerradas en sus celdas, con solo sus pensamientos para hacerles compañía. Ella entendía ese sentimiento muy bien... hasta que conoció a Duane York.

Con una cuenta bancaria saludable para respaldarla, Lauren compró una pequeña casa en el distrito de Barnet y pasó su tiempo libre renovándola y decorándola para hacerla propia. Mientras visitaba un vivero local un fin de semana, accidentalmente chocó con un hombre que llevaba una bandeja poco profunda de flores, enviándolo a él y a las plantas al suelo. Disculpándose profusamente, cuando ella se ofreció a comprarle una taza de café mientras esperaba en la cola para pagar sus compras, él accedió, y una semana después, Duane York la llamó para invitarla a salir.

Dame una Razón (camren)Where stories live. Discover now