🔸28. Cuatro

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*

Hubo un momento en la vida de Katsuki en el que despertaba en la tranquilidad de su hogar y en la calidez de las frazadas. Los mechones de Eijiro hacían cosquillas en su rostro y la calidez de su brazo envolvía su cintura. Los ligeros rayos del sol que se filtraban a través de su cortina mal cerrada hacían que abriera sus ojos y se encontraba con el rostro pacífico y durmiente de Eijiro.

Especialmente los fines de semana, los días en los que ambos tenían las mañanas libres después de cinco días repletos de misiones y coordinaciones en la agencia, Katsuki se quedaba mirando a Eijiro hasta que las pestañas de su esposo revoloteaban y despertaba para luego sonreírle y colmarlo de besos y abrazos de los que Katsuki fingía hartazgo.

Hubo un momento...

Porque desde hace más de seis años que eso ya no existía en su vida.

—¡Papá! ¡Papi!

Y ahora así empezaban sus días. Con pasitos acercándose a su cuarto y luego abriendo su puerta. Con risitas traviesas y chillidos entusiasmados y cargados de energía. Aunque ese día en particular, Katsuki despertó con el impacto de un cuerpecito encima suyo, aplastándolo y quitándole el aliento por medio minuto.

Cuando finalmente pudo enfocar su mirada, se encontró con la sonrisa brillante de Akane con un gesto de inocencia, como si no acabara de dejarse caer sobre su cuerpo.

—¡Buenos días!

—Mocosa, ¿qué estás...

Akane río, ignorándolo completamente. Lo que antes había sido un par de colitas agarradas por ganchitos, ahora era una trenza desordenada. Los rasgos de bebé fueron desapareciendo poco a poco, pero seguía teniendo ese gesto travieso y risueño, los mismos ojos brillantes de Eijiro y la sonrisa contagiosa. Una cadena dorada se escondía ligeramente dentro de su pijama.

De reojo, a tan solo unos centímetros, Katsuki vio los ojos escarlata de Eijiro abrirse casi de inmediato, atento a cualquier cosa, hasta que su mirada cayó en la otra personita que cayó sobre él.

Katsuro Kirishima.

Con dos añitos cumplidos en febrero de ese año, era la última incorporación a su familia. El pequeño Katsu había sido tan deseado como su hermana mayor, aunque su llegada ciertamente fue inesperada. Katsuki aún recuerda la expresión de pánico en Eijiro cuando le mostró la prueba con las palabras que confirmaban el embarazo en ella.

Katsuki nunca se había arrepentido tanto de sus palabras de no volver a pasar por un embarazo hasta que fue el turno de Eijiro y, en un punto, todo parecía que se había ido al carajo. Había sido complicado. Katsuki no lo admitía en voz alta, pero había estado asustado. De perder a Eijiro. De perder a quien todavía no era Katsuro. En ese momento, Katsuki quiso cambiar de cuerpo con Eijiro y pasar lo que había pasado.

Pero Ei era fuerte. Siempre lo había sido y siempre lo sería. Y al final, todo había quedado en un mal recuerdo. Uno que quedaba completamente opacado cuando recordaban el fuerte sonido del llanto de Katsuro envolviendo la habitación cuando finalmente nació. Uno que quedaba completamente opacado cuando vio a Eijiro llorar de felicidad mientras sus dedos se aferraban a los suyos y la tensión se desvanecía poco a poco de su cuerpo.

Escuchó a Eijiro reír cuando Katsuro se acurrucó sobre su pecho, y presionó un beso sobre sus suaves y desordenados mechones rubios.

—Son las siete de la mañana, niños —dijo él, un poco más risueño que Katsuki, mientras veía la hora en el reloj de su mesa de noche—. ¿Qué hacen despiertos tan temprano?

—Queremos jugar —respondió Akane con simpleza.

Katsuki arqueó las cejas. Katsuro no parecía estar en la misma sintonía que su hermana. De hecho, estaba completamente adormecido sobre el pecho de Eijiro —sus ojos chocolate escondidos bajo sus párpados—, y su esposo no parecía ayudar porque estaba acariciando con suavidad su cabello. Katsuki sabía que sería cuestión de tiempo para que su hijo cayera completamente dormido.

Una llegada [in]esperada [Kiribaku mpreg]Where stories live. Discover now