Capítulo Veintitrés: La llamada. ¡Te lo dije!

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   —Lo que no tengo claro, primito, es porque la obligas a besarte si no sientes nada por ella. —arqueó una ceja. El muy cretino sabía que no podía decirle nada a Miriam y sacaba a flote el tema.

   —¡Basta ya! —exclamó de pronto Miriam. Se puso en el medio de los dos y alzó las manos — ¿Qué os pasa? En serio. Daniel —me miró —, sé que juegas conmigo y te pido por favor que me dejes de una buena vez. Alex… —esta vez le miró a él —, ¿por qué no dejas de tomarte esto como un juego? Vamos, sé que tampoco me amas realmente. ¿A quién quieres engañar? —al oír sus palabras, hasta yo me quedé asombrado.

Alex la miraba con dolor, aunque también con vergüenza pues sus mejillas se tiñeron de rojo. ¡Bravo! Lo has dejado sin argumentos, a no ser que verdaderamente esté enamorado de ti, en cuyo caso tendría que tomar cartas en el asunto…

   —Ya te lo he dicho muchas veces, me gustas en serio, Miriam. Y no descansaré hasta que sientas lo mismo por mi. —se sinceró con la mano en el pecho. Ella apartó su mirada de él para dirigirla a mí.

   —Alex, no sigas… te dije que solo éramos… —seguía manteniendo su mirada en mi y noté un cierto cambio de parecer en sus profundos ojos verdes —…que comenzaríamos una relación, pero despacio. ¿No? —apartó su mirada de mi para posarla en Alex, quien sonreía orgulloso. A la vez, él levantó una perfecta ceja rubia dando a entender que, esta vez, había ganado él.

   —Por supuesto. ¿Qué te parece si nos vamos? He dejado la botella de agua que me pediste en el suelo. Vamos. —la cogió de la mano y ella se volvió para despedirse de mi.

   —Adió, Daniel. —sus ojos echaban chispas, pero no sabía si esta vez estaba actuando o realmente le había dicho eso a Alex. ¡Ohg! Mi mente es un caos, pero debo aparentar calma.

   —Adiós, santita… ¡uy no! —todo mi autocontrol se fue a la mierda —. Debería llamarte… fulana. ¿No? Hace unos días estabas conmigo, y ahora quieres iniciar una relación con él. Eso es lo que hacen las fulanas. —Miriam, quien había comenzado a caminar, ahora se volvió para mirarme con furia. Dejó la mano de Alex y se paró justo enfrente de mi con un rictus que jamás había visto. Me odiaba, casi noto el fuego en sus ojos.

De repente, me da un puñetazo en toda la cara con fuerza. Me llevo la mano a la zona dolorida —que últimamente está más roja que color carne, y siempre es la misma —, y la miro con asombro.

   —Que sepas que esta fulana no te hablará en toda la vida. ¡Cabrón! —y se fue al lado de Alex tan rápido como sus tacones se lo permitieron. Mi primo se había despedido de mi sin expresión en el rostro siguiendo a una Miriam que desaparecía por la puerta de la azotea.

   —¿Por qué no cierro la puta boca? —musité para mí solo.

No me importaba que me odiara pues, al menos, sabía que intentaría olvidarme para siempre. Como había dicho… no me hablaría más en toda la vida… a ver si era verdad. A ver si dejaba de atormentarme porque no podré soportar más este dolor si ella me sigue queriendo…

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Conviviendo con la Mentira © [Borrador]Where stories live. Discover now