―Debra ―Tim la tomó por los hombros, para que dejara de divagar―. No pasa nada, son solo unas flores. 

―No es solo por las flores ―soltó ella, sus mejillas tan rojas como los claveles que le había regalado―. Siento que toda mi vida es un completo desorden. ¡Solo míranos! Tú llegaste aquí, tan bien arreglado y puntual, incluso me compraste esto... y yo ni siquiera sé si podré salir contigo, no puedo dejar sola a Kate. 

―¿Y si ella viene con nosotros? ―sugirió Tim. 

Debra examinó su rostro, quizá buscando algún indicio de que bromeaba. Pero no, él hablaba muy en serio. 

―¿Que lleve a Kate a nuestra cita? ―corroboró ella. Tim asintió―. Entonces no va a ser una cita, ¿sabes? ¿Quién lleva a su hija a sus citas? 

―Estar contigo para mí es suficiente ―repuso él, con tono tranquilizador. Le sonrió a Debra, muy seguro de lo que proponía, y sin esfuerzo su sonrisa se le contagió a ella. 

―En serio, no sé qué hice para merecerte ―repuso Debra. Acto seguido, lo besó en la mejilla y desapareció por el pasillo, para convencer a su hija de salir. 

Para matar el tiempo, Tim buscó en la cocina de Debra algo que pudiera usar como jarrón. Esperaba que a ella no le molestara que husmeara por su casa, aunque a decir verdad él no soportaría que alguien le hiciera lo mismo... En fin, tuvo cuidado de dejar todo en su lugar, y sin registrar mucho encontró una jarra de vidrio que serviría perfectamente para las flores. 

La llenó con agua del grifo, y acomodó los claveles en la mesa de centro de la sala. Pocos minutos después, Debra y Kate aparecían tomadas de la mano, aparentemente reconciliadas. 

―¿Nos vamos? ―dijo Tim, levantándose del sofá. 

La niña lo miró con recelo y se acercó más a su madre, posesiva. Debra meneó la cabeza, pero se veía mucho más tranquila al haber hecho las paces con su hija. Y eso, a su vez, tranquilizó a Tim. 

***

Si Debra ya de por sí se ponía nerviosa cuando salía con Tim, tener una salida con él y Kate lo hacía cien veces peor. 

Le preocupaba mucho que la niña dijera o preguntara algo impertinente, que hiciera un berrinche o que tratara mal a Tim, y que este se diera cuenta de lo pésima que era como madre. A su vez, le inquietaba pensar que ellos dos no tendrían ningún momento romántico mientras su hija estuviera presente, que no podrían hablar de cosas personales, que no podrían besarse... Oh no, ¿y si Tim quería besarla y ella lo rechazaba inconscientemente porque Kate estaba allí? Eso iba a ser un golpe bajo para la autoestima del pobre.

Pero por ahora, se estaba preocupando en vano. Pese a que Kate no desistía de llamar a Tim "Jackie Chan", él lo tomaba con bastante paciencia, incluso humor. 

―¡Ya sé qué película vamos a ver! ―anunció Kate, luego de examinar la cartelera y señalar su elección, satisfecha

Sus únicas condiciones para acceder acompañarlos al cine fueron que ella elegiría la película, y que al salir le darían al menos una hora en el arcade del centro comercial. A Debra le parecieron unas condiciones más que razonables, aunque de cualquier manera no podía negarse sin arriesgar su salida con Tim. 

¿Ratatouille? ―leyó él, extrañado―. Ese es un plato francés. 

―¡Shh! ¡No nos cuentes! ―lo regañó Kate. 

―¿Y por qué hay una rata en el póster? ―preguntó Tim, suspicaz. 

―Es el protagonista. Es una rata que cocina ―explicó la niña. 

Amor y Wasabi [TERMINADA]Where stories live. Discover now