19: El desayuno de la vergüenza

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Lo primero que Debra sintió esa mañana al despertar fue dolor de cabeza. Lo segundo, fue vergüenza. 

Estaba a medio vestir, exhibiendo su brasier, en una cama que no era la suya. Y lo peor de todo, era que ni siquiera lo había pasado bien la noche anterior como para justificar ese estado. 

Los acontecimientos de esa cita fallida con Tim se agolparon en su cabeza, intensificando la migraña. Recorrió la habitación con la mirada, y aunque el reloj digital de la mesa de noche le indicó que eran las siete de la mañana, no vio rastro del joven. 

¿Acaso quedó tan espantado por su ataque que huyó en cuanto pudo? Era muy temprano para pensar en todo eso, se regañó Debra, masajeándose las sienes. Necesitaba volver a sentirse como persona, antes de encarar lo que había pasado y empezar a culparse por ello. 

Se levantó de la cama y caminó tambaleándose hasta el baño. No se le ocurrió que podía encontrarse con Tim en el pasillo, o en el mismo baño, pero por suerte no fue así. 

La mujer que le devolvía la mirada en el espejo era un desastre. Tenía manchones de maquillaje en el rostro, los ojos hinchados, el cabello como rastrojos de paja. No se quedó mucho tiempo viendo su reflejo; no necesitaba ese nuevo recordatorio de la noche anterior, con los que ya había en su mente le bastaban. 

Estuvo un buen rato lavándose el rostro (Tim tenía un jabón para manos con olor a durazno que era simplemente reconfortante), usó su dedo como cepillo de dientes y se ordenó el cabello con las manos. Así pues, la mujer que salió del baño volvía a ser otra vez Debra, y no ese despojo de chica que se había levantado. 

Le llegaron sonidos de la cocina. Por supuesto, ¿en dónde más podría estar Tim?

Caminó silenciosamente hasta el umbral del pasillo, y una vez ahí se detuvo. Él estaba muy concentrado, picaba fruta fresca, y al mismo tiempo volteaba panqueques, y removía algo en una cacerola. Tenía el cabello húmedo, y estaba vestido para salir luego de desayunar, presumió ella. Se conmovió al pensar que se había arreglado teniendo cuidado de no despertarla. 

Después de casi un minuto viéndolo en silencio, por fin él notó su mirada. Debra fue consciente de que quizá se vio como una maldita acosadora. Pero contrario de asustarse, Tim le sonrió. 

―Buenos días ―dijo, su voz seria y calmada como era habitual. 

―Hola ―respondió ella, tomando asiento en la barra de la cocina, justo frente a él. 

―No quería despertarte, pero quería hacerte el desayuno antes de irme ―explicó Tim, mientras volteaba de forma experta un panqueque que olía como un manjar de dioses.

―¿Tienes que irte? ―preguntó ella. No quiso sonar como una niña quejumbrosa, de seguro él tenía cosas más importantes que hacer antes de pasar el día con la loca que lloró la noche anterior hasta quedarse dormida. 

―Lamentablemente, sí. Tengo que estar en el estudio a las ocho ―Cierto, no era que quisiera irse, tenía el concurso de cocina―. Pero ya que estás despierta, podemos desayunar juntos. 

Acto seguido, buscó en la alacena dos platos, sacó el último panqueque del sartén y apagó el fuego de la cacerola, todo eso en cuestión de dos segundos, le pareció a Debra. 

―¿Quieres té o café? ―preguntó Tim, mientras servía té en una taza―. No soy muy asiduo a tomar café, pero a lo mejor tú sí... Puedo hacer un poco si quieres. 

―Té está bien, gracias ―aceptó ella. 

Sabía bien lo que intentaba Tim. Estaba ansioso, casi desesperado por hacerla sentir bien. Tal vez porque lo de la noche anterior había sido tan aterrador y penoso para él como lo fue para ella. 

Amor y Wasabi [TERMINADA]Onde histórias criam vida. Descubra agora