4: Soufflé

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Empezar algo nuevo era como intentar hacer un soufflé perfecto. No sabrías si funcionaría hasta que ya lo hubieras terminado.

Pero Tim estaba más nervioso que la primera vez que hizo un soufflé de chocolate bajo la mirada escrutadora de su madre. Jamás debió dejar que Amanda lo convenciera de hacer esto.

—Todo listo. Tu primera alumna debería llegar a las 3. ¿Preparado? —le preguntó su amiga, arreglando por enésima vez los cojines del sofá.

—¿En serio vas a quedarte a todas las clases? —contestó Tim, sentándose en el sofá y desarreglando los cojines.

 Amanda le lanzó una mirada de reproche.

—Sí, me voy a quedar. No quiero que la pobre chica crea que eres un pervertido y huya de aquí.

—¿Parezco un pervertido?

—No, pero eres pésimo con la gente nueva. Deberías agradecerme por quedarme.

Con un ademán, Amanda echó a Tim del sofá y volvió a arreglar los cojines.

—¿Y en dónde conociste a la alumna en cuestión? —quiso saber Tim, ya sin saber en dónde sentarse, porque Amanda lo echaba de todas partes.

—En esa tienda de comestibles en donde trabaja Dean. Debiste ver a la pobre, casi salió corriendo cuando me vio y empecé a hablarle.

—Una reacción comprensible —murmuró Tim.

Su amiga, que en ese momento arreglaba de manera compulsiva unas revistas de cocina que Tim jamás había leído en su vida, enrolló una de ellas y lo golpeó en el brazo.

—¡Oye! —exclamó él.

Amanda iba a responder, pero en ese momento sonó su teléfono.

—¡Ya llegó! Oh Dios, calma Tim. No parezcas nervioso, ¿sí? Hay que tranquilizarnos...

—La única nerviosa eres tú, Mandy —respondió él, divertido.

Pero lo cierto era que, pese a su semblante calmado y a que jamás lo admitiría en voz alta, Tim en el fondo estaba aterrado.

***

Mientras más se acercaba la hora de ir a las clases de cocina, Debra estaba más convencida de que había sido una mala idea.

Ese mismo día, luego de recoger a Kate, Debra llamó al número del folleto, que resultó ser del teléfono personal de Amanda. La mujer estaba encantada de saber que había decidido intentarlo, y no dejó de parlotear en toda la llamada y de decirle que no se arrepentiría.

Optó por asistir los miércoles y viernes, aunque en realidad tenía disponible casi todos los días de la semana. 

Debra trabajaba en el departamento de marketing de una empresa de bienes raíces. No era una de esas lujosas compañías que vendían casas en Beverly Hills, pero con su título de universidad comunitaria, no era como si pudiera aspirar a mucho más.

Por suerte, la gente de la compañía fue comprensiva y accedió adelantar sus vacaciones, entendiendo la difícil situación que estaba atravesando.

Su único impedimento para asistir a las clases era Kate, y aunque creyó que lo tenía solucionado, a su hija le gustaba ponerle la cosa difícil.

—No quiero iiiir. La señora Hudson es aburrida —se quejó la niña, hundiéndose en el sofá.

—Cariño, solo van a ser dos horas —dijo Debra, mientras se peinaba frente al espejo.

—Eso es una eternidad. Ni siquiera puedo llevarme el DS porque a la vieja Hudson...

—Señora Hudson, Katherine —la corrigió ella.

Amor y Wasabi [TERMINADA]Where stories live. Discover now