𝐐𝐔𝐀𝐑𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐄𝐓 𝐔𝐍 ⋆ ˚。⋆

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Las cosas estaban

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Las cosas estaban... ¿bien?

— Tranquilo, intentaremos tu plan. Haremos que funcione, lo prometo...

Sí, definitivamente estarían bien.

— ¿Listo? — preguntó, apretando su agarre.

— Listo.— repitió con una mirada determinada y una sonrisa.

Y con eso, entraron a la casa de los Aoyagi.

Toya asomó primero la cabeza en el recibidor, seguido de Akito.

— ¿Toya? ¿Estás en casa? — la voz de una mujer se hizo presente.

— Sí, mamá.— respondió, soltando la mano de su novio.

— Buenas tardes, señora Aoyagi.— saludó, usando esa falsa faceta que solía tener cuando se presentaba a alguien nuevo.— Mi nombre es Shinonome Akito.

— Encantada de conocerte.— sonrío.

— Mamá, Akito vino a practicar el violín conmigo, también quiere hablar con mi padre.— consideró importante mencionar.

— Está en el salón, me dijo que necesitaba componer algo.— respondió, regresando a la cocina.

— Bien...— murmuró más para sí mismo.

Por alguna razón se sentía tan prohibido siquiera acercarse a su novio, así que optaron por usar su "código secreto" . El verde y el gris conectaron, transmitiendo valentía mutuamente.

Asintieron, dirigiéndose a esa parte de la casa que Toya aborrecía con toda su alma. A su lado, Akito, su novio.

La persona que estaba arriesgando todo lo que tenía por protegerlo, por evitar que volviera a resbalar y sumergirse en la oscuridad.

Después de todo, el Sol hace brillar a la Luna, ¿cierto?

Estaba en lo correcto, por eso tampoco debía tener miedo.

— Padre.— llamó a la puerta, tocando dos veces.

— Adelante.— ante su respuesta afirmativa, giró la perilla de oro debajo de sus manos, no sin antes respirar profundamente.— Veo que estás en casa temprano, ¿por fin decidiste dejar de perder el tiempo con ese absurdo muchacho...?

Se detuvo en seco cuando alzó la vista.

El encargado de corromper a su hijo estaba frente a él, observándolo con detenimiento, como si lo estuviera retando.

— Buenas tardes, señor Aoyagi. Shinonome Akito, un gusto.— su sonrisa socarrona demostraba la falsedad de su mentira.

— Toya.— lo llamó, esperando que se posicionara a su lado como si de un perro bien adiestrado se tratara.— ¿Qué hace este joven aquí?

— Vino a practicar violín, padre.— repuso, manteniéndose firme en su lugar, tanto lógica como metafóricamente.

— ¿Sabes tocar el violín? — preguntó, dignándose a levantarse de su asiento para pararse frente a ambos jóvenes.

— Así es, señor.— asintió, dejando ver el estuche en su mano, escuchando lo que parecía ser una risa burlona.

— Déjame ver si entiendo. Desvías a mi hijo, le pides que cante tu estúpida música callejera, haces que desprecie lo único en lo que es bueno y deje de tocar música clásica, te apareces en mi casa y quieres practicar con él.— lo señaló, acercándose de forma peligrosa al muchacho, cosa que no le agradó para nada a su hijo.— ¿El nombre de mi familia te parece una maldita broma, Shinonome?

Akito entrecerró los ojos, sin apartarse a pesar del intento de intimidación que usaba sobre él.

Éste idiota cree que soy un novato en esto. Si supiera cuántas veces he tenido que enfrentarme a mi padre antes.

Señor Aoyagi. Le pido que detenga su intento de manipulación sobre mí y sobre su propio hijo.— se cruzó de brazos, si el padre de Toya se creía lo suficientemente bueno para tratar de menospreciar a la gente, entonces él le demostraría quién era mejor poniendo en su lugar al otro.

— Muchacho insolente.— dijo, y justo cuando estuvo a nada de soltar un golpe, su contrincante lo detuvo, aplicando fuerza sobre su muñeca.

— No se atreva a poner un dedo sobre mí.— advirtió, dejando ir a Harumichi.— Vine aquí para que levante la amenaza que le hizo a Toya. Si lo que quiere es que deje la música callejera, como usted dice, entonces lo hará, y si piensa que todo este tiempo he sido una mala influencia, déjeme decirle que está equivocado. Si él quiere volver a tocar por cuenta propia es porque yo seré su violinista.

Se quedó mirando a ambos con más desprecio de lo que lo hacía naturalmente. El otro Aoyagi se sentía encogerse poco a poco, le asustaba la idea de tenerle miedo a su padre, lo cuál era irónico, porque su trauma no se iría a ningún lado en bastante tiempo.

Pero, de todos modos.

Si Akito estaba dispuesto a luchar por él, entonces Toya debería quedarse a su lado lo que restaba de la batalla.

El único problema era que acababa de comenzar.

El único problema era que acababa de comenzar

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PELEA PELEA PELEA

miren quién se dignó a salir (literalmente me tuve que gastar los ahorros que me daba mi mamá)

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miren quién se dignó a salir (literalmente me tuve que gastar los ahorros que me daba mi mamá)

labios rotos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora