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La puerta del departamento de abajo se cerró con fuerza, acompañado de un gran estruendo y pasos corriendo al balcón. Sin darse oportunidad a quitarse la pesada mochila, Julie ya encontraba allí en su lugar, con pose segura y con el rostro radiante en felicidad.

Quería compartir con alguien aquella noticia motivadora de felicidad.

Y quien mejor que chusmeador de balcones para hacerlo —pensó cantarina.

—¿Estás allí? —preguntó dejando sobre la mesa del balcón, la hoja con la asombrosa A de color rojo en el extremo.

El reloj del celular marcaba la hora seis treinta de la tarde, y esa era el hora en que él se encontraba en el balcón.

Sin embargo, algo había cambiado.

Un pelirrojo, asomado en el balcón se encontraba frunciendo el ceño ante la voz femenina que hablaba felizmente con alguien.

—Saque mi primera A, en el exámen de dibujo técnico ¿Puedes creerlo? —preguntó a la nada —Me dijeron que si obtengo dos calificaciones iguales, me podré ir una semana a capital federal, dónde se encuentra el museo más asombro de arte y dibujo del país.

Julie, sonrió sacando el dibujo en perfecto estado de la mochila.

—¿Recuerdas que hace dos días te comenté que había pintado algo para el concurso? Pues también debia de presentarlo en ese exámen, y me fue de ayuda —sus mejillas se sonrojaron —me fuiste de ayuda tu —confesó.

Corrió la silla de la mesa del lugar para tomar asiento en ella admirando la calificación.

Del otro lado, el pelirrojo mantenía su ceño fruncido en confución. La joven no dejaba de hablar, y él no podía dejar de escucharla con curiosidad.

—Se que no te conozco, aún así quise imaginarme tu rostro y pintarte.

El muchacho llevo las manos a su cara y palmeó en ellas negándose a creer lo que escuchaba.

Esta chica está desquiciada —pensó —¿O el loco soy yo?

Julie, aun con vergüenza teñida en sus mejillas y voz temblorosa por su semejante confesión, siguió hablando torciendo las manos esperando una respuesta como todas las tardes.

—Lo hice y a muchos les gustó la pintura —añadió —y a mí también.

Espero ansiosa su respuesta. Pero nada llego.

El chico de gafas en el otro balcón, rascó su cabeza comprendiendo todo.

No puede ser verdad —se susurró.

—¿Estás allí? —preguntó Julie de nuevo esperanzada, alzando la mirada —¿Chusmeador de balcónes?

Silencio.

Los segundos transcurrieron y esperó pacientemente su respuesta, con la esperanza que él estuviera escuchado las palabras.

Cuando perdío la fe en que respondería, una vocesilla se colo en el piso de arriba.

—¡Papi, mami dice que podemos cenar! —la voz infantil de un niño llegó en sus oídos.

El cuerpo de Julie se tenso.

Él estuvo allí —pensó —él me escuchó.

No obstante, todo pensamiento de la castaña, fue interrumpido cuando escucho otra voz asomarse al balcón.

—Cariño ¿Qué haces mirándo abajo? —está vez era una mujer hablando de forma dulce y cariñosa, tal como ella lo hacía con su ex —¿Buscas algo?

Por instinto, Julie se levantó apresurada de la silla, produciendo que cállese en un estruendoso ruido.

Sus manos cubrieron su boca asustada.

Él no puede verme —negó retocediendo de espaldas hasta llegar a la pared, sintiendo el corazón palpitar con fuerza.

—Vamos, tu hermano nos está esperando para la cena -llamó la misma voz.

Julie, sostuvo su pecho al comenzar a deslizarse de espaldas, suavemente hasta llegar al suelo.

Negó una y otra vez, no quería asumirlo ni tampoco pensarlo.

Sin embargo, sucedió y por su mente paso una sola cosa.

No había un hombre que hiciera la excepción. Ni uno solo.

Tardes de Otoño © |Completa| Where stories live. Discover now