Capítulo XXVII

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Capítulo XXVII

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Capítulo XXVII

Natasha despertó con la luz del sol entrando por las persianas de la habitación. Steve había caído dormido como un tronco luego de su pequeña "conversación" y ella permaneció un buen rato observándolo, imaginando su agotamiento. Él había cumplido a cabalidad todo lo que había prometido; dejando de lado la pequeña ayuda que les había dado Bucky, la policía de la ciudad mostró un desempeño impresionante y Steve, probó ser un estratega brillante. Era claro que la policía había estado maniatada todo ese tiempo por los jueces y las autoridades corruptas, porque, una vez que se vieron libres de esas ataduras, demostraron ser una fuerza unida, organizada y, francamente muy eficientes. Natasha recordaba, de sus primeras salidas, la ilusión con la que él hablaba del cuerpo de policía, sus sueños de ascender dentro de la fuerza, el deseo que sentía por hacer sentir orgullosa a su madre y su idealismo casi candoroso.

Y, pese a eso, Steve había dejado de lado todos sus ideales para ayudarla a ella; una criminal. Ambos eran las dos caras de la moneda, movidos por ideales más grandes que ellos: Steve movido por su deseo de justicia y su implacable moralidad y ella empujada por siglos de tradición y el peso de los lazos familiares. La muchacha suspiró y deslizó sus dedos por las marcas que sus uñas habían dejado en la piel de su espalda, admirando la tibieza y firmeza de su piel, la forma relajada y suave en que su pecho se movía a impulsos de su respiración y se preguntó si él descansaría así de bien fuera del círculo de sus brazos. Parecía que no, por las sombras bajo sus ojos. Había perdido algo de peso también y eso la hizo sentir culpable. Sabía que él se debatía por la culpa de amar a quién no debía y se preguntó si no existiría un modo en el que pudieran superar sus diferencias y simplemente estar juntos.

Después de todo, era lo que ambos deseaban.

Lo observó dormir por unos momentos y luego se levantó silenciosamente de la cama, disfrutando de aquel dulce dolor entre las piernas que le recordaba lo que había ocurrido la noche anterior. Se vistió sin hacer ruido y, ya de camino a la puerta, se giró a verlo con los ojos llenos de lágrimas. Le había prometido que no lo alejaría, que lo dejaría pelear a su lado, pero, simplemente no podía. No cuando él correría riesgo, no cuando podría perderlo, no cuando no sabía qué pasaría. Dejó el departamento en silencio y cerró la puerta tras ella, rezando al cielo por una oportunidad para volver a verlo sin una espada pendiendo sobre su cabeza. Cuando arribó a la mansión, Bucky salió a su encuentro. Se veía serio y Natasha supo de inmediato que algo no andaba bien.

─ ¿Qué ocurrió, Bucky? ─ preguntó y él le indicó con un gesto que lo siguiera. Se dirigieron en silencio a su despacho y ahí, sobre el escritorio reposaba una caja que desprendía el pesado y metálico olor de la sangre.

Natasha se acercó, sin amedrentarse y abrió la tapa, conteniendo una náusea cuando vio la cabeza de uno de los viejos tenientes de su padre dentro de la caja. El viejo Pete Kutnetsov solía regalarle dulces todo el tiempo cuando era niña, la sacaba a pasear por los jardines y le enseñaba los nombres de las flores en ruso. Era un buen hombre, un hombre dulce y verlo así le revolvió el estómago e hizo hervir la sangre en sus venas.

Opposite AttractsHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin