—Sí, vale me callo. —Nam Joon se detuvo frente ante el semáforo de la esquina y me dirigió una mirada cargada de aprehensión—. Soy un bocazas sin tacto de ningún tipo.

Uf; maldición.

—No te lo decía a ti.

—¿Eh?

—Nada, nada.

Y así, entre alucinaciones y disculpas sin sentido, fue como llegamos al desvío del parque natural y, al tomarlo, nos perdimos. El camino, lejos de ser fácil como yo había creído, resultó estar lleno de bifurcaciones sin señalizar. Dimos varios varios zig zag, tres giros y al final acabamos en unos apartamentos turísticos, mirando con cara de lelos cómo un grupo enorme de personas de la tercera edad montaban una barbacoa en medio del campo.

—Aquí no es. —El cabello claro de Nam se sacudió el aire—. No, no es.

Pusimos el navegador. El asistente se lo estuvo pensando un buen rato y nos guió, de nuevo en círculos, por los diferentes accesos de la reserva hasta que, tras cerca de media hora completamente desorientados, localizamos el camino de tierra que salía de uno de ellos. Lo  tomamos. Atravesamos un bosquejo, con el paisaje típico de monte y árboles por todas partes, recorrimos quince kilómetros y, cuando la senda hizo imposible la circulación, nos detuvimos.

—Esto parece una selva. —Me bajé del coche y me dejé caer sobre la primera piedra grande que encontré, mareado y con la bilis en la garganta—. ¿Por qué esa mujer no concertó la reunión en la ciudad? Podríamos habernos visto en una cafetería.

—Dijo que no podía dejar el hotel.

—¿Por qué?

—Supongo que como es una persona adinerada ama la excentricidad y lo diferente. —Mi amigo se alejó unos metros y señaló el solitario edificio del fondo que sobresalía entre la arboleda. —El hotel estaba a las afueras del pueblo así que puede ser ese. —Buscó confirmarlo con el móvil—. A ver, según el navegador... —Los ojos se le abrieron de par en par—. Espera, ¿no hay cobertura? —Agitó el aparato—. ¡No hay cobertura! —Lo elevó sobre la cabeza—. ¡Pero cómo no va a haber cobertura!

Pues a mí no me extrañaba. Saltaba a la vista que el lugar estaba muerto y, la verdad, que no hubiera línea no me importaba. Total, nadie me llamaba. Jodido él si a su novia le daba por buscarle y le saltaba el buzón de voz.

—¿Le has dicho a Ninah dónde estás? —me interesé.

—¿Para qué? —Nam bajó el brazo—. No es necesario.

Seguía evadiendo contarle, claro. Los numeritos que le montaba cada vez que se enteraba de que había andado conmigo no eran para menos.

—No sé por qué sales con una persona con la que no puedes hablar.

—Porque está llena de valiosas cualidades —argumentó—. Solo necesita tiempo para entender nuestro trabajo y para aceptarte mejor.

¿Aceptarme mejor? Desde los diez años no había dejado de escuchar frases parecidas. En el colegio, en los locales de videojuegos, en el parque y hasta en la universidad se habían cansado de repetirme que el rechazo social desaparecería cuando me conocieran mejor pero nunca había llegado a pasar. Mi estigma familiar era más grande que la montaña en la que nos encontrábamos y era difícil fingir no verlo.

—Por mí no te preocupes. —Me obligué a sonreír—. Si no me tolera nunca, está bien.

—Yoon Gi. —La imagen gelatinosa de Yoongito volvió a hacer acto de presencia, esta vez junto a mi oído—. Yoon Gi, vámonos.

Di un bote. ¡Dios! Jamás podría acostumbrarme a eso.

—Cadáveres, Yoon Gi, cadáveres.

Me levanté y me metí sin pensar en el camino de tierra, a buen paso y procurando no volverme. Maldita alucinación.

IGSAUI HOSU 《YoonMin》 [#PGP2024]Where stories live. Discover now