- Porque cada vez que veo una mariposa pienso en ti, es delicada, frágil, pero porta más belleza que cualquiera. No ves lo preciosa que puedes llegar a ser, pero cada vez que pasas esa fragilidad te hace majestuosa.

Y con eso me besó, no pude evitar pensar que esas palabras podrían significar algo para ella, que se ame, que valore cada parte de su cuerpo, que es perfecta, que vale más de lo que piensa porque es así. Que se dé cuenta que a pesar de ser una chica muy sencilla porta una belleza muy radiante, capaz de enamorar a cualquiera, pero yo no quería que enamorara a cualquiera, quería que me enamorara a mí, y ya eso estaba hecho.

La tomé de la cintura y la hice enredar sus piernas en la mía, la posicioné sobre mi escritorio donde estaba mi computadora y comencé a besarla con más fiereza, ella hacia lo mismo, pasé a tocar sus piernas, las mallas no me dejaban tocar mucho, pero igual me encantaba, la apreté más a mí y escuche un gemido.

- Sebastian...

- ¿Si? – la mire y estaba con la respiración agitada y los ojos cerrados. Estar así entre sus piernas es una de las tantas imágenes muy eróticas que he tenido con ella.

Le estaba tocando las piernas y ella entreabrió los ojos, pasé a dejar pequeños besos en su cuello, escuchaba como suspiraba y eso me hacía sonreír.

- No podemos seguir – dijo en un susurro, pero en ese momento me tomo de la cintura haciendo más presión en su entrepierna, su cara se contrajo de placer y yo reí mientras le dejaba unos picos en los labios.

- Dices que no podemos, pero yo no soy el que se está presionando hacia ti.

Cuando cayó en cuenta sobre lo que dije abrió los ojos de golpe y me soltó, yo solo pude estallar en risa pero sin apartarme de ella.

- Deja de reírte, no es graciosos – se cruzó de brazos sin mirarme, la tome de la cara haciendo que sus labios quedaran en forma de pico.

- Si lo es – la besé repetidas veces pero ella seguía con su cara seria, trataba de no reír, pero no podía evitarlo.

- Me quiero bajar – dijo empujándome pero no me moví ni un centímetro – Que te quites.

- No quiero.

- Bien – y lo que hizo me dejó de piedra, se tiró hacia atrás y pasó su pierna por delante de mí, evadiendo todo mi cuerpo para liberarse con mucha agilidad, se bajó del escritorio y se quedó de pie delante de mí con una mirada arrogante.

- ¿Cómo te quedó el ojo?

No sabía que decir, estaba atónito.

- Yo...ah ¿Cómo sabes hacer eso?

- Solo lo sé – se encogió en hombros y se fue acercando a mi como si me acechara, comencé a caminar hacia atrás cuando quedé pegado a la ventana, no despegue la mirada de ella y cuando llegó a mí solo me miraba, ni siquiera nuestros pechos se tocaban.

- ¿Qué vas a hacer? – dije y ella se acercó a mi cara, quería besarla otra vez, quería tocarla, quería hacerla mía, quería hacerle tantas cosas.

Rozó nuestras narices un poco para luego ir a mi mejilla y dejar unos cuando besos casi imperceptibles, bajó hacia mi cuello y solo podía sentir su respiración, cerré los ojos debido a la sensación y sentí como iba llegando a mis labios, los entreabrí esperando el más delicioso beso que solo ella me podía dar.

- Nada.

Abrí los ojos de golpe, solo pude ver su ceja alzada y esa mirada arrogante para luego apartarse y comenzar a caminar hacia la puerta.

Oh no, eso no, primero muerto.

Me apresuré hacia ella y la tome de la muñeca haciendo que se girara y así la subí sobre mi hombro.

Lo que encontré en tiWhere stories live. Discover now