14. SEGUNDA OPORTUNIDAD

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Me despierto en una penumbra con la sensación de que algo me oprime el pecho. Mi mano aferra la camiseta tratando de vencer a quien me está asfixiando, mientras la otra, alzada, tantea el lugar en la oscuridad que me rodea. Me pregunto cómo he llegado a parar aquí. Recuerdo estar en el jardín en una divertida conversación con Nys, Julius y Belial. Me quedé dormida y escuché a Julius decir algo sobre mi peso al llevarme en brazos a mi habitación... Así que, ¿cómo es que he llegado aquí? ¿Qué es este lugar? ¿Es un sueño?
El leve sonido de un cascabel acompañado de un murmullo de voces confusas me sobresalta bruscamente. Algo ha caído sobre mi cabeza: es una pluma blanca. Un foco de tenue luz blanca se hace paso desde arriba cuando muchas plumas parecidas comienzan a caer.

—Estimada Arlen, al fin nos encontramos.

Me vuelvo a sobresaltar por la repentina voz masculina y seductora. La pluma se escurre de entre mis dedos y desciende hasta posarse en el suelo con el resto de plumas formando una especie de alfombra blanca. Busco desesperada, pero la luz solo enfoca a mí y a un radio muy pequeño desde mi posición; así que no puedo descubrir de dónde proviene la voz.
—Aquí. —La silueta de un hombre aparece a mi derecha, y de pronto, desaparece y vuelve a aparecer a mi izquierda—. O aquí. —Ríe divertido apareciendo y desapareciendo.
—¡Déjate de juegos!

El hombre finalmente se deja ver, aunque sigue estando demasiado oscuro como para ver su rostro con claridad. Es muy alto y delgado, su melena oscura cae lisa y sedosa hasta sus caderas cubriendo con elegancia parte de una túnica gris. Su piel es pálida, tan blanca que parece dar más luz a esta oscuridad.

—¿Quién eres?
—Apolión.

He escuchado ese nombre en alguna parte...

—Tiene gracia ver cómo tratan de protegerte, como si de verdad creyeran que pueden hacer algo contra mí.

Sacudo la cabeza negando la realidad. Apolión es Abadón. Él es Abadón, el Señor de las Bestias que me quiere muerta.
Estoy segura de que estoy en un sueño y, aun así, una parte de mí me dice que no es así, que estoy muerta y ha venido a por mí. Su sola presencia infunde terror a mi cuerpo; su intensa mirada de ojos azules y la frialdad con la que sonríe. Es la primera vez que veo a un demonio de ojos azules. Normalmente todos tienen un color oscuro salvo los álgidos.
Entonces, ¿estoy muerta? ¿No ha esperado a mi cumpleaños?

—¿Estoy muerta? —pregunto lo más templada que puedo.

Aprieto mis puños hasta notar que las uñas se clavan en mi piel y la herida que me hice con la espada de Julius, duele. Eso me aterra todavía más, porque sí puedo sentir dolor significa que no estoy soñando. De pronto, llega la imagen de mi madre y pienso que no he podido despedirme, ni siquiera conocer a mi padre. No he hecho nada interesante con mi vida; no he viajado, no he salido de fiesta con los amigos... ¡Tampoco he dado mi primer beso! ¡Joder! ¡Qué mierda de vida! Por culpa de mi condición de Nephilim... ¡No! por culpa de esta marca no he podido disfrutar como una adolescente normal, así que mucho menos en mi nueva condición de Nephilim. Tenía la esperanza de poder hacer algo diferente, de cambiar, durante estos tres meses que faltan antes de mi cumpleaños.

—No, aún no —responde.

Toma mi mano y abre mi puño para ver cómo la sangre mancha la venda que Leuviah puso. Su mano pasa suavemente por encima de la herida; sus dedos son finos y alargados, y sus uñas, aunque largas, son más elegantes que las mías. Cuando suelta mi mano la herida ha dejado de sangrar y ya no me duele.

—No recordaba a los ángeles tan ingenuos. Puedo matarte incluso cuando estás durmiendo.
—¿Y por qué no lo has hecho ya? —Ahora mi voz suena irritada.
—Porque no es el momento —confiesa escuetamente.

Destino (Trilogía. Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora