3. QUIÉN SOY

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Han pasado unos 15 minutos desde que estoy aquí esperando al usuario "Nphm18"; digamos que el impuntual es él. Miro mi reloj de pulsera: marca las 10:15h, y segundos después, observo a los chicos que pasan cerca de mí esperanzada con que alguno de ellos sea el usuario del foro. Me planteo dos situaciones: uno; me acecha desde alguna terraza o desde algún punto de la plaza donde no lo puedo ver, y dos; me he equivocado de puerta y está esperando en cualquiera de las otras dos. Creo que esta última es la más acertada.
Cuando estoy a punto de caminar hacia una de las otras puertas con la expectativa de que todavía está allí, dos llamativas chicas entorpecen mi paso. Ambas tienen el cabello largo y voluminoso en color negro azabache. Sus ojos son grandes y expresivos, además de tener unos carnosos labios de esos que parecen operados.

—¿Estás esperando a alguien, preciosa? —Pregunta la chica más rellenita.
—No es de vuestra incumbencia —respondo esquivándolas. Ellas vuelven a cortarme el paso.

Una de las chicas, que lleva una falda tan corta que juraría que está pasando frío, mira con cara divertida a la otra que le corresponde del mismo modo. Un soplo de aire nos sacude y el olor a azufre llega a mi nariz: Demonios. No sé por qué, pero no me estaban dando buena espina.
Echo a correr lo más rápido que puedo hasta la puerta de la catedral. Dentro no tengo nada que temer ya que ellas no pueden entrar, pero mis pies se ven obligados a frenar justo cuando estoy a punto de alcanzar mi meta: un fornido hombre de color me bloquea el paso con las manos cruzadas sobre el pecho. Miro hacia arriba; por lo menos mide 2 metros. Todo su cuerpo está formado por una impresionante masa muscular que su ceñida ropa oscura deja entrever. La risa de las otras dos se me clava en la cabeza cuando el hombre deja caer una sonrisa de satisfacción. No sé a quién dar la espalda, así que me pego contra la piedra de la catedral.

—Escucha bonita, estás siendo reclamada por nuestro amo y vamos a llevarte con él, ¿verdad, querida?
—Sí, querida.

Ambas chicas, sin cortarse un pelo, se besan delante de mí lanzándome una mirada burlona.

—¡Eh! —Las interrumpo— ¿De qué estáis hablando? ¿De qué "amo" estáis hablando?

"Amo". A mí no me van esos rollos. Ni siquiera leo novela erótica.

—¡Mira, mamá! Esa niña está hablando sola.

Un niño con su madre pasa por mi lado traspasando a los tres sin que ninguno de ellos se inmute.

—Ya has disfrutado de tu tiempo de libertad. Ahora es el momento de que te reúnas con él —explica la de la falda corta.
—Perdonad, pero sigo sin entender de lo que estáis hablando —confieso mirando a uno y a otro—. Creo que os estáis confundiendo de persona.
—Te mataremos para que puedas reunirte con él —Concluye el fornido con una voz aún más imponente.
—¡Y dale! —Exclamo golpeando el suelo con el pie.

Miento si niego mi curiosidad por ese al que ellos llaman "amo" que está interesado en mí; más muerta que viva al parecer. Se estén equivocando o no de persona, las últimas palabras del fornido, despiertan mi instinto de supervivencia. Me abro paso con un empujón entre las dos chicas y corro hacia la puerta de la catedral. No se me pasaría por la cabeza empujar al grandullón; no lo movería ni un centímetro de donde está. Sin embargo, él sí atina a agarrar la capucha de mi abrigo y tira de ella arrastrándome hacia atrás. Mantengo el equilibrio para no caer al suelo mientras mis dedos desabrochan los botones del abrigo lo más rápido que puedo. Cuando he soltado el último botón, me libero y echo a correr dejando el abrigo preso en la mano de ese tipo.
Tengo que llegar lo antes posible a la otra puerta de la catedral; la puerta de los Apóstoles. Solo tengo que bordear la catedral y una vez dentro estaré a salvo de ellos.
De improviso, un fuerte empujón como si llegara de la nada, me sacude lejos de la puerta. Ruedo por el suelo por la inercia del impacto hasta que mi cuerpo se frena y, segundos después, noto que algo agarra mi tobillo. Un grito de terror prorrumpe de mi boca al ser arrastrada con fiereza hacia un callejón muy estrecho y poco transitado.

Destino (Trilogía. Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora