× 1 ×

283 25 9
                                    

Por fin, luego de tres días asfixiantes y agotadores sin regresar de aquel evento de trabajo en la cuidad cerca ¡Había vuelto a casa!

Todo fue un ajetreo total para mí y mis compañeros de trabajo, pero todo se salió de control cuando un hombre intentó cortarse las venas en el baño del casino, todo por perder su dinero en la ruleta.

Y como bonus, tenía tres semanas de descanso de parte del jefe por ser quien encontró al hombre ensangrentado en el baño y quién llamo a las autoridades competentes.

Con lo haragán que es Su-jin Jaken no pensé que me compensaría por el trauma bajo horario laboral, pero la presión montada por el presidente Volk Koga en que debí pasar un susto terrible lo hizo ceder.

Aunque por supuesto, mi madre era doctora y vivíamos en un barrio de mala muerte cuando era una niña, así que era normal para mi tener que ayudar a mamá a cocer a algún transeúnte mal parado en una balacera y el evento no me traumo al ya estar acostumbrada a esa cantidad escandalosa de sangre en heridas pequeñas. Egoístamente me guarde ese detalle y tomé mis días de descanso.

Y así, luego de comprar unos víveres, había vuelto al condominio dónde vivía con InuYasha Zoi, mi novio desde hace cuatro años.

Seguramente se llevaría una sorpresa al verme porque la noche anterior me había dicho que iría con sus amigos a tomar y celebrar que Miroku por fin se había enamorado de una preciosa latina misteriosa. Seguramente mi pobre novio estaría tirado en la cama sin saber cómo llegó allí.

Me reí ante la idea. Aveces parecía un cachorro perdido.

El recuerdo de como conocí a Inu se presentó en mi mente mientras bajaba del ascensor. Era un día laboral de verano en la cuidad del pecado, también conocida como las Vegas, mientras servía tragos a los clientes que despilfarraban todo en apuestas y alcohol, el chico más lindo que hubiese visto se me acercó a pedir un trago y mi número de teléfono. Bastante descarado, pero ciertamente encantador.

Tal vez había sido su corto y algo rebelde cabello negro. Sus ojos oscuros y hermosos. Pudo ser el bronceado en su piel. Así como el vistoso tatuaje de un InuGami en su pectoral derecho que se notaba por la camisa abierta hasta el comienzo de los bíceps.

Como fuera, me había enamorado de él en algún instante. Siempre logrando hacerme reír con sus ocurrencias o sacándome a pasear por la cuidad en su Jeep.

Actualmente tenía unos veinticinco años, uno más que yo. Viviendo juntos desde el segundo año de noviazgo y con planes de un posible matrimonio, aunque eso sería luego de presentarme a su familia (por exigencia mía) y por lo que tengo entendido, él no se lleva muy bien con ellos y de hecho, usaba el apellido de soltera de su madre, ya que odia usar el de su padre. Nunca supe con exactitud porque o cuál era.

Como supuse que mi novio tendría una resaca para morir, pasé antes a comprar ingredientes para hacer una sopa, algunos té relajantes y también algunas pastillas para el dolor de cabeza.

De nuevo, vuelvo a sonreír al pensar en él, imaginando que va a estar malhumorado y sonrojado, diciendo que no necesita que nadie lo cuide. Como todo el berrinchudo que es en estás ocasiones.

Estaba de bastante buen humor a pesar de ser de madrugada, y balbuceando una canción que escuche en el trabajo empecé a buscar las llaves para abrir la puerta de mi departamento, pero el ver a mi vecino abrir la puerta de al lado me distrae.

Oh ¡Kagome!

Él me saluda nervioso y con las mejillas y nariz sonrosadas, supongo por la hora y el frío desgraciado de invierno.

Hôjô es muy amable y servicial, estudia para ser enfermero y mientras trabaja en un supermercado para pagar sus gastos.

— buenos días, Hôjô —lo saludo con la mano que tiene las recién encontradas llaves. Viendo como la puerta de su departamento sigue abierta— ¿Vas a salir?

Fugitiva |Sesshome|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora