Oyó voces enojadas detrás de él.

—¿A dónde se fue este cabrón?

—No esta aquí.

—No le crecieron alas. ¡Búscalo!

Jungkook sabía lo suficiente como para entender la última palabra: encontrarlo.

Se movió más rápido, tratando de permanecer en silencio mientras llegaba al final del callejón. Su apuesta dio sus frutos, y salió a otro callejón apretado que llevaba a otro hueco entre los edificios. Iba a la izquierda, incluso más estrecho que los dos primeros. Jungkook tuvo que dar media vuelta para seguir. Terminó ante una valla de madera y, después de unas pocas patadas, entró en un pequeño patio privado lleno de plantas y decoraciones de jardín, azulejos coloridos y luces colgantes antiguas. Y al otro lado había un callejón a la calle. Jungkook podía ver a gente caminando.

El callejón estaba bloqueado en el extremo de la calle por una alta puerta de hierro cubierta con pedazos rotos de vidrio de colores que brillaban a la luz del sol. Pero seguro como el infierno que parecía mejor que morir bajo una granizada de balas.

Jungkook volvió a meterse el arma en el cinturón y cruzó el patio.

Esquivó las vides trepadoras y antigüedades mientras corría por el pasaje, y cuando llegó al final, saltó hacia la puerta, agarrándose al hierro con las manos y empujando con los pies. Escaló el portón mientras turistas de ojos abiertos y chicos universitarios borrachos le miraban desde el otro lado. Un muchacho de fraternidad entregó su taza de plástico a su amigo y sacó un teléfono para comenzar a grabar. Un caballo y un carruaje tropezaron contra una familia joven.

Cuando Jungkook llegó a la parte superior de la puerta, donde los fragmentos de cristal eran su último obstáculo para la libertad, oyó gritos en el patio detrás de él.

Puso un pie en el ladrillo a un lado y presionó su hombro contra la pared opuesta, subió los pies por el costado de la pared hasta que estuvo lo suficientemente alto como para torcer el cuerpo y caer por encima de la puerta.

Aterrizó con demasiada fuerza y rodó hasta la calle, encontrándose a merced de un caballo blanco muy grande que echó la cabeza atrás y resopló.

Jungkook se puso de pie de un salto, alejándose del animal mientras la gente empezaba a murmurar. Miró hacia el callejón, alejándose de la vista detrás del caballo justo cuando los hombres aparecieron en las sombras a través de la puerta de madera arruinada.

—¡Esto va a ir a YouTube! –Gritó el tipo con el teléfono. Jungkook subió al carruaje.

—¡Eh! —empezó el conductor, pero Jungkook se puso un dedo en los labios y le mostró al hombre su arma.

Le arrebató el sombrero de copa al hombre, se lo colocó sobre su cabeza, se deslizó fuera del carruaje, y se apresuró a la intersección, con la esperanza de mezclarse con la multitud.

Al doblar la esquina, un hombre grande se puso delante de él. Shine Gaudet. El hombre que Jungkook sospechaba había matado a Murdoch. El hombre que había escogido a una chica de entre una multitud y la había ahogado, porque se parecía a su hermana. Medía dos metros con brazos del tamaño de troncos de río. Jungkook se había peleado en broma con él una vez, y había sido arrojado en broma a través de la habitación y había conseguido tres costillas magulladas en el proceso.

—Bueno, si no es Jungkook Beaumont —replicó Shine. Sonrió. Jungkook dio un paso atrás.

—Vamos a mantener la calma, colega.

Shine levantó el puño, mostrando sus nudillos. Su atención se movió de Jungkook a su puño con una sonrisa cada vez más amplia, luego abrió la mano, giró la palma hacia arriba para mostrar un puñado de polvo gris. Con un gran soplido, sopló el polvo a la cara de Jungkook.

Situación Crítica || #7Onde histórias criam vida. Descubra agora