The meddler.

475 51 574
                                    


Después de interminables noches en vela y días cargados de frustración, Robert E. O. Speedwagon dijo adiós a la ciudad de Londres.


Y mientras más lejos estaba, más podía sentir los intensos latidos de su corazón golpeteando contra su pecho, impulsado por la felicidad que le causaba el no tener que quedarse por más tiempo en esa ciudad inmunda a la que llamo hogar durante los días más oscuros de su penosa infancia.


Su viaje en carruaje ya era gratificante, un deleite de paisajes para su vista. Campos verdes, grandes árboles, flores silvestres, y el relajante aroma de la tierra mojada que lo ayudaba a dispersar cualquier recuerdo amargo, para enfocarse en la expectativa del consuelo que aguardaba por él en los fuertes y cálidos brazos de Jonathan Joestar.


Añoraba ese abrazo cariñoso y la cercanía que le regalaba la hermosa visión de ese rostro bellamente esculpido, sus labios pronunciados curvados en una amable sonrisa, y sus ojos azules como el cielo.


Era su consuelo y a su vez una tentación tortuosa, porque tenía que conformarse con mirarlo, mientras contenía sus verdaderos deseos y sentimientos que iban más allá de lo que debía sentir por su más querido amigo, pues sabía que sin importar que tan sincero fuera su amor, no podía ser correspondido.


Pronto el viaje llego a su fin, y bajo la luz del medio día en ese tranquilo paisaje, pudo ver ante sus ojos la imponente estructura de la mansión de la familia Joestar.


Había pasado un año desde su última visita, y por esa misma razón fue capaz de notar los cambios en el paisaje. Para empezar, los jardines estaban rebosantes de flora, había hermosos rosales de pétalos rojos, camelias blancas y rosadas, caminos bordeados por narcisos amarillos y claveles ocupando la tierra que antes había sido un triste sendero.


Robert recordó que en alguna ocasión, Jonathan le había contado que George se negaba a plantar cualquier tipo de flor en la mansión y sus cercanías, por que las relacionaba con la memoria de Mary Joestar, su difunta esposa. Entonces, algo bueno había sucedido durante ese último año, para que George cambiara de opinión.


Para cuando el carruaje se detuvo delante de la mansión, la brisa suave le dió la bienvenida con una fragancia dulce y seductora, una remanente de la agonizante primavera.


- ¡Joven Speedwagon, que agradable sorpresa, sea bienvenido!


Robert apenas reacciono a esa bienvenida. Concentrado en ese olor persistente en el aire que lleno su sensible nariz de una forma que no entendía, porque era agradable, pero también desconocido, no se parecía a nada que hubiera olido antes.


- Buenos días.- Robert saludó, por el bien de la cortesía, pero no oculto su prisa.- Jonathan. ¿Dónde se encuentra él?- Preguntó mientras sentía como su corazón se agitaba con la sola mención de ese nombre.


- Oh, en el salón. Sígame lo llevare a su encuentro.- Invito amablemente, señalando la puerta.


- Gracias.


- ¡El amo y el joven Joestar estará tan encantados de verlo!

We'll Meet Again. [JJBA Jonadio]Where stories live. Discover now