Capítulo 18| Loto negro

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—Can, por favor detente

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—Can, por favor detente.

Son las mismas palabras que lleva repitiendo Tin en su persecución. El melón huye de él por los pasillos del hospital, su silencio es tan aterrador que el mismo hombre de hielo siente inquietud. El Can que conocía nunca paraba de hablar, era un perico con todas sus letras.

—¡Can, para!— Se colocó adelante impidiendo el paso—. ¿Qué hice para ofenderte? ¿Por qué te es insoportable dirigirme la palabra? ¿Acaso hice algo imperdonable? Dímelo, no me ignores.

Para el beta esas palabras no fueran muy diferentes de agregar más leña al fuego. Prácticamente Tin admitía con descaro que se había olvidado de todos los malos ratos que le hizo pasar a Can cuando lo rechazó por una Omega. Tin le había roto el corazón aquel día, hizo pedazos su orgullo y encima destrozó su autoestima.

Can no podía olvidarse de ese rechazo, le había costado dos años superar algo que nunca fue, pero donde le entregó cada pedazo de su ser.

Él amaba con locura a ese Alfa, tal vez para Tin no significó nada su relación sexual y amistosa, pero para Can lo fue todo. Es doloroso sentirte utilizado por alguien que creíste que te apreciaba tal como tú lo hacías.

Que ahora la misma persona que se encargó de dañarte venga a preguntar
"¿Qué hice para ofenderte?",  es igual de  molesto a estar sufriendo acoso sexual y al momento de contarlo que alguien te diga "No fue para tanto, no exageres"

Eso lo único que te causa son ganas de reventar a la persona a putazos para que entienda que no debe minimizar tus sentimientos ni los de nadie.

El cerebro de Can le pedía, error, le suplicaba que por favor le metiera unos cuanto golpes a su cabecita pendeja, tal vez así lo haría recordar. Por supuesto estos planes no se llevaron a cabo pues el corazón era pacifista y dicho le decía que no tendría dinero para pagarse un abogado.

—Únicamente déjame en paz.

Fue todo lo que dijo a la vez que apretó el botón del elevador al final del pasillo.

Tin no quedó satisfecho con la respuesta, comenzaba a cansarse de ser ignorado, él creció siendo superior a los demás por nacer en cuna de oro. Desde el Kinder su palabra era la ley, nadie se debía rehusar a sus peticiones. Él no es de los que ruega, no persigue, ni menos permite ser ignorado. Su lado príncipe Mezquino se salió de control gracias al desprecio del melón.

Tin dejó de seguirlo, se quedó a dos pasos del melón, cambió su semblante preocupado a uno severo y habló con voz neutra que impedia transmitir sus emociones, sonaba un poco oscura...

—Acabo de ver a tu amigo pretender ser empujado de las escaleras. Kla lo vio desde otro ángulo entonces es probable que le crea su cuento, pero desde donde yo me encontraba vi todo a detalle.

Can no subió al elevador cuando las puertas se abrieron, sabía que entrar implicaría que Tin le fuera a contar la verdad a su amigo. Este momento era decisivo para el curso de la historia.

Klano| El Juego de las mentirasOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz