CAPÍTULO IV • En la boca del lobo •

Începe de la început
                                    

—¡Me importa una mierda! —grité mientras golpeaba el escritorio, la fuerza que empleé fue tal, que la madera crujió bajo mi puño—. No pienso comprometerme con ella.

—Lo harás —exclamó de manera calmada—. Yo lo estoy ordenando —realizó énfasis en esto último—. No estoy pidiendo tu permiso ni nada por el estilo.

—¡Déjate de bromas! —golpeé nuevamente con fuerza el escritorio provocando que el tintero cayera al suelo y se rompiera en varios pedazos—. Escúchame bien. Padre, jamás tocaría a esa humana. No la quiero. —Giorgio apoyó el mentón sobre su palma y me observó con aburrimiento. Era claro que no le importaba nada de lo que tuviera que decirle—. ¿Por qué Jaft no se compromete con ella? Si para ti es importante, que se quede con él, se la regalo envuelta y con un moño.

—Jaft no puede comprometerse con ella.

—¿Por qué no? —me crucé de brazos y me acomodé en el asiento—. Es lo más lógico. ¿No? El futuro jefe de nación necesita algo «invaluable»

—No, Zefer, yo tengo otros planes para Jaft. —Él se puso de pie y se acercó al enorme ventanal—. Jaft debe de comprometerse con una noble de nuestra casta. Ya sabes, una muchacha culta, de buena cuna. —Con cada palabra que él soltaba, me sentía cada vez más y más indignado—. No puedo permitir que el futuro líder de la nación cargue con una humana inculta.

Sus ojos ambarinos me observaron de forma atenta, en ellos podía distinguir notoriamente un brillo codicioso.

Esto era el colmo. Siempre tenía que cargar con cada locura que se le ocurriera. A decir verdad, Giorgio dejaba mucho que desear como padre. Jamás había tenido un gesto de bondad, amabilidad, o de cariño conmigo. Ni siquiera cuando era cachorro lo vi comportarse alguna vez así conmigo. Todo siempre era por y para Jaft.

—Velo de la siguiente manera, hijo —acotó mientras se alisaba el saco—. Hasta que Jaft muera y tú logres tomar su lugar como líder, pasará mucho tiempo —tras decir esto, me observó en tono burlón—. Así que, dispones de mucho tiempo para poder domarla a tu antojo.

No pude soportar escucharlo durante más tiempo. Me levanté furioso de la silla haciendo que esta cayera hacia atrás y salí por la puerta dando un fuerte golpe. Esto era completamente denigrante. Yo era un Hanoun, heredero directo del gran Kyros. ¿Por qué debía de cargar con la inútil existencia de una humana?

—¿Cómo se atrevía? —dije a la nada mientras caminaba dando fuertes pisadas—. ¿Cómo puede concebir la idea de que me casaré con ella?

Por más que trataba de imaginar que era lo que rondaba por la mente de Giorgio, me resultaba imposible hacerlo. Le daba mil vueltas al asunto, pero ni una simple respuesta se asomaba por mi mente.

En cuanto llegué a mi habitación, cerré la puerta con fuerza. Estaba asqueado del aroma que ella poseía. Pese a las paredes de mármol, su pestilencia lograba colarse entre las bisagras y llegaba hasta mi nariz.

—Criatura despreciable —caminé hasta mi cama y me tiré encima, el colchón se hundió por el peso que empleé. Giré en mi sitio y le di la espalda a la puerta. Apreté los puños a cada lado y coloqué mi brazo derecho sobre mis ojos.

Bueno, si mi «amado padre» quería que jugara, lo haría. Jugaría con esa humana. Haría que se arrepienta de haber pisado este lugar. Haré que decida irse por pie propio, ya sea por la puerta, o acabando con su patética existencia. Después de todo, Giorgio no me ordenó que fuera amable con ella.

Durante el resto de la tarde me mantuve recluido en mi habitación. No oí la puerta de su alcoba abrirse ni mucho menos percibí su peste pasar por el pasillo. Sin embargo, podía captar con nitidez aquel ligero aroma salado propio de sus lágrimas. Me imagino que durante todo este tiempo había estado llorando, maldiciendo su suerte. Y me sentía feliz, ya que si yo tenía que cargar con esa «cosa», quería que se sintiera miserable. Anhelaba desde lo más profundo de mi ser que odiara su existencia y que maldijera su destino.

Extinción - Nuestra última esperanza [Saga: LVDLO #1]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum