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Y como dijo Renato, le espero en el paso de peatones. Pocos minutos después, aparece un coche negro que se para a mi lado. Al bajar la ventanilla, ahí lo veo con unas gafas de sol.

—Suba señorita —sonríe.

Asiento, abro la puerta del copiloto, me siento, cierro la puerta y me abrocho el cinturón. Vuelve a poner en marcha el vehículo y conduce hasta su casa, que realmente no está muy lejos del instituto. Todo el camino lo hacemos en silencio.

Aparca cerca de la entrada, apaga el motor y bajamos del coche. Se pone a mi lado y, con gestos, me pide que entre al edificio. Hago lo dicho y él detrás mía.

—Buenas tardes Antonio.
—Buenas tardes Renato, y señorita.

Le sonrío devuelta, Renato me da un toque en la espalda y caminamos hasta el ascensor. Pulsa el número 8 y las puertas se cierran.

—¿Estás bien? —pregunta él, mirándome.
—Sí —le miro rápidamente y vuelvo la vista al frente— no te preocupes.

Llegamos a la octava planta, salimos y nos ponemos frente a la puerta de su vivienda. Abre y me deja pasar la primera.

—Espérame en el salón, por favor.

Asiento, aunque creo que ni me ha visto, y camino hasta la puerta más alejada del pasillo. Nada más abrir, el gatito de pelaje grisáceo se acerca así que me agacho y dejo que me huela de nuevo la mano. Huele un poco y se restriega contra mí, le acaricio la cabecita y me maulla. Río levemente y sigo mimándole, hasta que Renato entra al salón y me mira.

—Os lleváis muy bien, eh.
—Le he caído bien —sonrío.
—¿Hablamos directamente o quieres comer...? —lo miro— acabo de pedir pizza.
—Creo que lo mejor es hablar cuanto antes, es un asunto delicado.
—Tienes razón —tuerce un poco los labios— vamos a sentarnos en el sofá, por ejemplo.

Asiento, me pongo de pie y me siento al lado izquierdo del blando asiento, él a mi lado a la derecha. Mira hacia abajo, suspira y me mira.

—Lo primero, quería pedirte perdón por como te he estado tratando. He sido muy duro en muchas ocasiones sin ninguna razón —asiento y continúa— y bueno...lo que pasó el viernes...no me voy a andar con muchos rodeos. Sé que estuvo muy mal por mi parte, soy tu profesor y hasta ahí tiene que ser. Fui muy irresponsable y me dejé llevar por un impulso. Te quería perdón y que, por favor, no se lo digas a nadie. No sólo porque yo pueda perder el trabajo, sino porque puedes salir perjudicada. Te podrían echar del Instituto y no quiero.
—Yo —me tiemblan las manos— acepto tus disculpas y prometo no mencionar lo del viernes a nadie. Soy muy consciente de las consecuencias que podría haber si alguien del instituto se entera. Quería pedirte perdón por haberte gritado en la clase, podría haberse enterado alguien. También pedirte perdón por haber seguido el beso, debí de pararte pero en cambio lo seguí. No quiero que haya malentendidos entre nosotros ni tensión en las clases. Pero antes necesito preguntar algo, y que seas sincero en tu respuesta.
—Lo seré —responde al momento.
—¿Me ves como algo más que una alumna? ¿Te gusto?

Se crea un enorme silencio, él mira hacia otro lado y respira pesadamente. No responde, simplemente observa el suelo de madera y el minino se pone a su lado. Me pongo bien la mochila en mi espalda y me pongo de pie.

—Esto ha sido un error, mejor me voy a casa. Que tengas una buena tarde, Renato.

Camino hasta la puerta que da al pasillo, la abro y nada más cruzarla, su grave voz se hace paso por el silencio.

—Sí Scarlett, sí que te veo como algo más —me quedo estática—. Desde el primer momento que te vi en clase sentí algo extraño y con el tiempo supe que me gustabas.

Me doy la vuelta y lo miro, está de pie con los puños cerrados. Fija su mirada en mis orbes y un escalofrío se hace presente en mi columna vertebral. Inconscientemente vuelvo a entrar y cierro la puerta detrás de mí.

—Sé que está mal, que eso no debería de ser así pero —cierra los ojos— es que es imposible no fijarse en ti. Eres tan buena, tan generosa, tan dulce, tan humilde, tan fuerte...no sé, es que siento que eres perfecta. Nunca me había ocurrido esto, te lo prometo, y no sé qué cojones hacer con todo esto que siento. Está mal...si se llegase a enterar alguien...

Vuelve el silencio, mi pecho vibra como nunca y el estómago está hecho nervios. Me acaba de confesar que le gusto y...no puedo evitar sonrojarme. Nos quedamos mirando hacia abajo, mientras Fénix se restriega por las piernas de cada uno. Abro la boca, cuando suena el timbre de la casa.

—Voy a abrir, ahora vengo —dice y se marcha. A los pocos segundos, vuelve con una caja de pizza en las manos y la deja en la mesita— es la comida, no sé si quieres también...
—Bueno —lo miro— ya que la has pedido.

Asiente, nos volvemos a sentar y abre la tapa. Es de jamón y queso, me encantan. Trae para beber una Coca Cola para cada uno y comemos en silencio, mirando cada uno a un lado. Nunca había comido tan incómoda, aunque también es cierto que él espera una respuesta por mi parte.

Voy a coger otro, estiro la mano y justo él también, así que nuestras manos se rozan, provocándome un escalofrío. Nos miramos y noto su sonrojo en las mejillas.

—Perdón —aparta la mano— mira que hay trozos y voy a por el mismo que tú.
—N-no pasa nada, tranquilo.

Él me mira, asiente y coge otro trozo. Me entra un fuerte calor por el cuerpo, le retiro el trozo, le sujeto de las mejillas y le beso. Él se sorprende pero al momento me lo sigue, mientras pone su mano sobre mi pierna. Me separo un momento para recuperar aire, nos miramos fijamente y vuelvo a sus labios. Paso mis manos a su cuello y él sube la mano, dejándola en mi cintura.

Nos separamos, despacio, y nos miramos. Me abrazo a él, cerrando los ojos y reflexionando en lo que acabo de hacer. Él pasa sus brazos por mi espalda y una de sus manos la deja en mi cabeza.

—¿Estás bien? —pregunta con cuidado.

Asiento, Renato hace un sonido de afirmación y me estrecha más a él. Suspiro.

Algo estoy sintiendo por él, sino no le hubiese besado ni el viernes le hubiese seguido el beso. Pero no sé exactamente el qué, no sé si realmente me gusta o simplemente siento atracción. Es tan complicado todo...nunca me había sentido así respecto al tema del amor.

—Scarlett —me llama y me separo— ¿qué quieres hacer a partir de ahora?

La gran pregunta, mi gran duda. Por una parte me gustaría que todo fuese como antes y cada uno a su rollo...pero algo en mí me dice que lo conozca más, que le dé una oportunidad.

—Es que —logro decir— ni yo me entiendo.
—Escucha —me obliga a mirarle— sé que la situación es muy complicada y soy el primero que quiere hacer las cosas bien. Quedan 3 meses para que acabe el curso y ya no nos veremos más. Si quieres, podemos hacer algo que se me ha ocurrido.
—¿El qué? —pregunto curiosa.
—Esperar a que acabe el curso, a que llegue junio y ahí nos podemos conocer de verdad. Si queréis hacer algo, hagámoslo bien.
—Sí, tienes razón...
—Pero bueno, si un día te apetece pasarte por aquí y pasar tiempo con Fénix, puedes eh. Después de venir del Instituto no suelo salir, más allá de ir a comprar —sonríe.
—Vale —sonrío también.
—Bueno, ¿nos terminamos la pizza?
—¡Claro!

Seguimos comiendo, más relajados y hablando, a veces nos reímos. Aclarar esto era importante y haber llegado a esta decisión es importante. Si hacemos las cosas, hagámoslas bien.

Nessuno può sapere  [PAUSADA]Where stories live. Discover now