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Llega el lunes, vuelta a la rutina. Me levanto, desayuno un par de galletas y con la mochila en la espalda salgo de casa. Camino hasta el instituto, con cierta rapidez ya que voy tarde.

Entro al recinto y veo a Cata sentada, me acerco y me sonríe, pero al acercarme levanta una ceja.

—¿Y esa cara? ¿Estás bien?
—¿Qué cara? Estoy como siempre.
—No sé...noto algo. ¿Ha pasado algo?
—Nop, el finde ha sido como siempre.
—Bueno...¿y sabes algo de tu padre?
—De momento sigue como siempre.
—Espero que pronto despierte.
—Pues sí, le echo de menos.

Suena el timbre, hora de entrar a clase. Subimos y nos sentimos donde siempre.

—Chicas, ¿habéis hecho los deberes de Historia? Nosotras no sabemos cómo hacerlas.

Las dos chicas que tenemos en los asientos de delante nos miran, con cierta desesperación. Saco la hoja de esas actividades y se las muestro.

—¿Podemos copiarlo? Pero cambiando palabras para que ni a ti ni a nosotras nos regañe.
—Claro, sin problemas —les digo con calma.
—Gracias —cogen la hoja y comienzan a copiar.

Nunca he tenido problema para hacer estas cosas, si me las piden con educación y teniendo cuidado para que el profesor no lo note les dejo que copien. Eso sí, en exámenes nada de nada. No soy tan tonta de hacer esas cosas.

Pasan las horas de clase, más rápidas de lo que esperaba, y llega el receso. Con el almuerzo en la mano, bajamos hasta el patio y nos sentamos donde siempre. Comienzo a comer, con la mente en blanco y en silencio.

—Enserio, Scarlett, te pasa algo.
—¿Hmm...? —la miro.
—No es normal el como estás. Se te pierde la mirada cada dos por tres, estás muy callada y sin expresión en la cara.
—Estoy como siempre.
—Podrás mentirle a otra persona, pero a mí no. Te conozco demasiado bien.

Nos quedamos unos segundos en silencio, ella mirándome fijamente. Suspiro y niego.

—Simplemente me está superando la situación de mi padre. Anoche estuve comiéndome mucho la cabeza con el tema y no sé...
—Si es que yo lo sabía —me abraza fuertemente— sabes perfectamente que cualquier cosa que ocurra me la puedes contar, intentaré ayudarte de la mejor manera posible.
—Lo sé, gracias —medio sonrío.

La verdad es que no es eso lo que me ronda la cabeza, sino lo ocurrido el otro día en casa de Renato. Aún no me quito de la cabeza ese beso que nos dimos. Está mal, ¿por qué lo hizo? ¿Sabe lo que podría ocurrir si se enteran? No, no es consciente. No sabía lo que hacía. ¿Y cómo se ha podido fijar en alguien como yo, una alumna? ¿Será una fantasía que tiene?

Termina el receso, subimos y nos sentamos. Pasan las horas muy lentas, mi cabeza solo reproduce una y otra vez ese momento, a veces toco mis labios porque me da la sensación de tener otra vez los suyos sobre los míos.

Llega última hora, miro el horario y abro mucho los ojos, toca con él. Mierda, mierda y mierda. No quiero verlo, no después de irme corriendo y estar evitándolo en el super.

Tocan a la puerta, miramos y ahí lo vemos. Tiene el traje completo, negro, porta un maletín azul oscuro y en la otra mano muchas hojas. Camina hasta el escritorio, deja todo y mira fríamente a la clase.

—Examen sorpresa, guardar todo ahora mismo.

Nos quedamos con la boca abierta, ¿a este que le ha picado? ¿Un examen sorpresa, ahora? Varios de los chicos cuchichean enfadados sobre el tema, mientras las chicas nos miramos unas a otras.

—Separad las mesas, no quiero a nadie copiando de su compañero o compañera.

Movemos las mesas, aún con dudas y sorpresa, algunos poniéndonos detrás de los otros. Comienza a repartir las hojas y le da a todos una, menos a mí. Hostias...

Nessuno può sapere  [PAUSADA]Where stories live. Discover now