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Acabo de llegar a Polonia y lo primero que me ha recibido ha sido un frío del copón. Con maleta en mano, camino a fuera del aeropuerto y busco un taxi. Entro al primero que veo libre, nos saludamos y le doy la dirección al hospital que me dijeron anoche.

Tuve que llamar para asegurarme bien de donde era, además de explicarme como funciona la Sanidad aquí. Al parecer no es gratis como tal, pero con la tarjeta europea que tiene mi padre podrá cubriese todo. En principio, claro.

Llegamos al hospital, le pago, cojo mi maleta y entro directamente. Voy hasta la recepción, veo a una chica que me saluda amablemente y le explico la situación. Avisa a un compañero suyo, que no tarda en llegar y me guía hasta la habitación de mi padre.

—Ha tenido suerte tu padre, en cierto modo.
—¿Cómo? —me sorprendo— ¿hablas español?
—Soy de Galicia —ríe— así que sí.
—Oh, bien entonces. Me he acostumbrado tanto a hablar español que ya me causa rechazo hablar inglés.
—¿Inglesa?
—Americana, de California exactamente.
—Que bonito lugar, una vez estuve allí y me encantó la verdad.
—Está bien, sí.

Paramos frente a una puerta, 210. El celador me miera y pone la mano en la manivela.

—Igual te causa algo de impresión verle, pero te aseguro que está bien cuidado.
—Ya bueno, imagino.

Abre la puerta y me deja pasar antes, así que me adentro y miro hacia la camilla. Mil cables lo conectan a máquinas, en la boca un tubo y una enorme venda en su cabeza más el brazo izquierdo. Hay varios moratones por su cara junto a heridas que ya han sido cosidas. Un enorme dolor se empieza a crear en mi pecho, creandome también un nudo en la garganta que no me deja casi respirar.

—Si te soy sincero, está bastante perjudicado. Los médicos no creen que salga de esta. Aunque ha tenido muchísima suerte. Bueno, te dejo con él, hay horarios de visita pero viéndote con la maleta y eso...algo me dice que no te vas a separar de él. Cualquier cosa que necesites, ve a recepción. Suerte.

Se va, cierra la puerta y me deja a solas con mi padre. Dejo la maleta a un lado y me acerco más a él, viendo los múltiples arañazos que tiene por el rostro. Noto como las lágrimas empiezan a invadir mis mejillas y acaban cayendo a las blancas sábanas que lo tapan.

—I'm here, dad —el nudo en la garganta se hace más notorio— I Love you.

Me siento en una silla que hay al lado, sujeto su mano entre las mías y dejo que mi llanto salga sin más. Me duele mucho verlo así, él solo vino para permitirle vivir bien y esto es lo que ha recibido. Es el único familiar que tengo y siempre ha dado todo por mí, no se merece para nada esto. Tiene que vivir, tiene que sobrevivir.

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Han pasado ya unas largas 2 semanas desde que estoy en Polonia. No hay noticias nuevas del estado de mi padre, todo sigue igual. Todo este tiempo me he estado encargando de ayudar a la enfermera en todo lo que podía, en su higiene, cambiarle las sábanas y demás. He hablado también algunos días con Cata y está haciendo lo posible por hacerme reír aunque sea una vez.

Enciendo el portátil, suspiro y una vez ya está, pongo la contraseña. Entro a Google y voy directamente hacia el correo. Lo miro pocas veces ya que se me peta de spam pero desde lo de mi padre, me llegan ciertas cosas a mi correo y tengo que entrar.

Le doy al icono de Gmail y se abre la bandeja de entrada.

—Todo correo basura, macho —bufo.

Le doy a eliminar a todos, hasta que me doy cuenta de que hay uno diferente. No selecciono ese y elimino el resto, entro y leo atentamente.

Nessuno può sapere  [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora