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Sofía Aradia, nuestra profesora de informática.
Tomás Arbillaga, nuestro profesor de educación física.

Sí, se supone que en bachiller ya no existe esa asignatura, al menos en 2°, pero algunos la hemos elegido como optativa. Nunca está de más hacer un poco de deporte a la semana.

Salimos todos del gimnasio y subimos hasta nuestra clase, en cualquier momento llegará el siguiente profe. Espero que no sea muy intensa, es la primera semana. Nos sentimos cada uno en su respectivo lugar y veo como Cata está mirando el horario.

—Bueno bueno, pues ahora toca Historia.
—Ah cierto, era antes del recreo su clase.
—Buenos días chicos y chicas —miramos hacia atrás y vemos cómo el profesor entra a toda velocidad— id guardando silencio, que empezamos ya.

Todos nos colocamos en condiciones y lo miramos, coge su cuaderno y empieza a pasar lista. Volvemos a levantar la mano cuando dice nuestro nombre hasta acabar.

—Bien, otra vez estáis todos. Hoy es el segundo día de clase con vosotros y no voy a dar la materia en sí aún, así que he traído una prueba inicial. Me gustaría saber vuestro nivel. Creo que no hace falta mencionar que por favor guardar vuestros móviles en la mochila para no copiaros y bla bla bla. Sois adultos ya.

Reparte una hoja a cada uno de nosotros y una vez ya tenemos la prueba en la mesa, empezamos a responder. Por mi parte recuerdo bastante del año pasado, pero hay fechas que no recuerdo con total exactitud aunque es normal.

Termino a los 10 minutos, levanto la cabeza y me fijo en que el profesor me está mirando fijamente. Frunzo el ceño y lo miro también, pero acaba apartando la mirada. ¿Qué miraba tanto?

Por lo que se ve, soy la primera en acabar así que mejor voy a esperar a que alguien más termine y ya me levanto a dárselo. Nunca me ha gustado ser la primera.

Y como si el universo me hubiese escuchando, un compañero se pone de pie con examen en mano y se acerca al profesor.

—Ya he terminado, profe.
—¿Seguro?
—Sí, he revisado todo y está completo.
—Perfecto —lo coge— ya puede sentarse.

Mi compañero, que se llama Jean si no recuerdo mal, asiente y vuelve a su sitio. Esta vez soy yo quien se pone de pie, cojo la hoja y me acerco a él, que me mira levantando una ceja.

—Terminé.
—¿Está segura?
—Completamente.
—Está bien —estira su mano y le doy el examen, lo coge y lo mira por encima— siéntese.

Me doy media vuelta y me vuelvo a sentar, ahora toca esperar a que la hora del recreo llegue. Tengo bastante hambre, el sonido de mi estómago me delata, así que rezo porque el tiempo avance rápido.

Suena al fin el timbre, el resto de compañeros entregan el examen y se marchan rápidamente. Cata y yo guardamos los estuches, cojo el desayuno que me preparó mi padre.

—¿Esta vez no te toca cafetería?
—No, mi padre ha querido prepararmelo como una disculpa por irse.
—Oh —sonríe— que majo. Yo sí necesito comprarlo, ¿vamos?
—Venga va.
—Señorita Wood.
—Ve llendo tú, ahora voy —le digo a Cata, que no tarda en salir— ¿sí, profe?

Me giro y lo miro, me pide con señas que me acerque a su mesa y así hago. Apoyo mi brazo en su Mesa y espero.

—Dime.
—He estado mirando tu examen por encima, me sorprende la cantidad de información que sabes.
—Bueno, repetir sirve de algo —río— la historia no se me da mal precisamente.
—Me dijeron que repetistes porque una de las asignaturas que supendistes era esta —levanta una ceja, confuso.
—Sí, pero porque la profesora no era buena que digamos. Explicaba una vez y mal, nunca repetía y contestaba mal si se lo podías amablemente.
—Ahora irás a decir que te tenía manía.
—No sólo a mí, a mi mejor amiga también y varios de la clase. Si no asentias a todo lo que decía, te señalaba para siempre.
—Ya claro —ríe— ¿así por las buenas?
—Te lo he dicho, si no le decías que sí a todo lo que dijese te señalaba para todo el curso.
—Bueno, ya puedes irte. Lo más seguro es que en la próxima clase os de los resultados.
—Ya...

Me doy media vuelta y me voy, sé que no me cree así que no merece la pena molestarse en explicarle. Somos muchos los que podemos decir y afirmar que la profesora era, y es, así.

Bajo al patio y veo a Cata salir de la cafetería con bocata y zumo en mano. Nos vamos a nuestro banco de siempre y nos sentamos.

—¿Qué te ha dicho Reborn? —pregunta Cata.
—Pues nada, que ha visto mi examen y le ha sorprendido que sepa tanto.
—Es algo bueno.
—Sí, pero luego me ha echado en cara que repetí ya que suspendí esa asignatura y le he dicho lo de la profesora. Pero no me cree.
—Es obvio que no te iba a creer, es su compañera de departamento así que...poco puedes esperar.
—Ya veo ya, en fin —suspiro— y encima lo pillé mirándome cuando levanté la cabeza al terminar el examen.
—¿Enserio? —se sorprende.
—Sep, no sé si es que estaba haciendo ruido o algo pero me ha extrañado.
—Ruido no, estaba a tu lado y no escuché nada. Igual estuvo toda la hora mirando a todos, seguro levantastes la cabeza justo en el momento que te miraba a ti.
—Lo más seguro, tiene lógica.
—Pues ya está, tampoco es para tenerlo en cuenta. Cambiando de tema, ¿esta tarde te pasarás por el super? Le acabo de preguntar a mi madre y me ha dicho que siguen buscando empleada.
—Sí, me acercaré después de comer más o menos. Así me da tiempo a descansar y estar presentable.
—Guay, es más te voy a acompañar y así damos una vuelta. Hace meses que no quedamos.
—Buen plan, pues cuando salga para allá te daré una llamada pérdida y me esperas en la misma puerta del supermercado.
—Va va, perfecto.

Nessuno può sapere  [PAUSADA]Onde histórias criam vida. Descubra agora