Capítulo Ocho: ¿Película y Hormonas? Mala combinación...

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Después de un rato en Internet. Encontré un par de canciones muy sentimentales, pero con la fuerza que me caracterizaba, y las descargué. Si las escuchaba en mi móvil muchas veces me decidiría por una, eso estaba claro.

Así, cuando hubimos terminado, me dispuse a irme cuando Daniel me coge del brazo y me atrae hacia él.

–Recuerda tu deber, no quiero que estés con Alex, ¿entendido? –sentenció acercando su rostro al mío.

–Va-vale, si me lo pides… –estaréis pensando que soy una tonta, pero tenedlo vosotras encima – literalmente –, seguro que decíais que sí a todo –. Pero debes tener en cuenta que me llamará para algunas cosas. –le advertí apartando mis ojos de su pecho.

–Ni eso, evádele y punto. –siguió con su cabezonería. Entonces, como si nada, acercó sus labios a los míos, pero esta vez no iba a caer, le pisé el pie con fuerza y me marché de la habitación corriendo como una loca. Me encerré en mi cuarto con pestillo y me tumbé en la cama.

Vaya desastre, Miriam…

Al cabo de unas horas, horas que me las pasé durmiendo pues tenía muchísimo sueño, me despertó el sonido de la puerta abriéndose. Era Daniel y ofrecía un aspecto, sencillamente, atractivo. ¡¡Miriam por favor!!

–Te he llamado… –se detuvo al contemplarme, carraspeó y luego volvió con su charla –… mil veces. ¿Te has dormido? –espetó burlón –. ¿Sabes?, te ves horrible recién levantada. Ven a cenar, no quiero estar solo. –y luego se marchó dejándome anonadada.

Me levanté y, mirándome al espejo, me sentí ridícula. Mis pelos estaban desordenados y tenía la marca de la almohada en la mejilla. ¿¡Qué más daba!? Era Daniel, el idiota cuatro ojos – se había puesto otra vez esas gafas horribles y el falso aparato –.

Al arreglarme un poco, descendí las escaleras y bajé al comedor. No pensaba que se tomaría bien lo del pisotón… a lo mejor se había vuelto mejor persona.

Rosa estaba sirviendo los platos de sopa y la bebida. Daniel ya estaba sentado y comiendo. ¿Había tardado mucho? Me senté en el otro extremo, sin decir nada, y empecé a cenar. Daniel había puesto la tele y veía las noticias. Me sorprendió que le gustaran, pues, como ya sabéis, es algo raro… Pero eso me agradó, quería decir que no pasaba del mundo tanto como aparentaba, que se preocupaba por los demás y no solo de su ombligo.

Miraba la pantalla con normalidad cuando, de repente, veo que sale Daniel, quiero decir, Ren de la mano con Elisa entre flases de los periodistas y una oleada de preguntas de su vida, a las que él ignoraba y seguía caminando. Le miré de reojo y él pareció no darse cuenta por el hecho de que salía en la tele, aunque, si lo pienso mejor, seguro que estaba más que acostumbrado a ello.

–La gente no sabe de la vida privada de Ren, ¿verdad? –pregunté entre sorbo y sorbo.

–No, ¿por qué crees que llevo dos vidas? –inquirió burlón.

–Ayer leí que eres muy popular entre las chicas… Lo que no entiendo es una cosa, si tienes a Elisa como novia, ella tampoco sabe sobre éste Daniel, ¿no? –quise saber aun conociendo la respuesta. Solo quería dar conversación.

–No. Mantén la boca cerrada, ¿vale? Y yo no contaré nada sobre el falso de tu padre. –siguió comiendo sin mirarme si quiera. ¿Qué mosca le había picado? Ya lo sabía, no hace falta que me lo recordaras.

–Ya lo sé…

En ese momento viene Rosa y se lleva los platos vacíos. Silencio, solo se oye de fondo la voz de una chica por la televisión. La tensión se palpaba, aunque también me moría de aburrimiento… Volvió a venir Rosa, puso un segundo plato y se marchó de nuevo.

–Mira, ahórrate las molestias, no quiero que te metas en mi vida, así que cállate. –pidió volviendo a comer.

–Pues no sé como quieres que te ignore si soy tu CRIADA. –alcé la voz a propósito, Daniel me miró amenazante, pero lo ignoré. ¿Cómo se atrevía?

–¿Me ha llamado, señorita? –Rosa habló a mis espaldas y me asusté. Me volví para mirarla.

–No, por Dios, no te llamaría así ni loca. Solo estábamos charlando, ¿verdad? –Daniel nos ignoró a ambas y Rosa sonrió con dulzura. Se fue y volví a quedarme a solas con el imbécil.

Me terminé el plato cuanto antes para salir por patas, pero cuando me dispuse a hacerlo, Daniel me llamó.

–Miriam, quiero que estés conmigo… –hizo una pausa y me quedé helada –…esta noche.

Vale, una cosa era ser distante y frío ayer, y otra es la actitud que está mostrando conmigo hoy. Ha pasado de ser el villano a ser un buen chico y, ahora, ha vuelto a ser malo. ¡¡Trastornos!!

–Mira, vale que sea tu criada y todo lo que quieras, ¡pero te dije que no haríamos ese tipo de cosas! –le advertí más roja que el tomate.

–¿Qué dices? Yo solo quiero ver una película contigo, pero si tu quieres… –volvió a sonreír de lado y no pude evitar sentirme idiota.

–Vale, ¡lo primero! –aclaré al ver la cara de sorpresa que puso al principio. Se creía que iba a decir que si a lo segundo… ¡ni loca!

Conviviendo con la Mentira © [Borrador]Where stories live. Discover now