Capitulo Cuatro: Sorpresa y Trato.

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–¡Te estoy preparando un desayuno mega especial! Sé que te encanta comer, así que… –Rosa no lo dice porque sea gorda, sino porque, la verdad, es que me he muerto de hambre las pasadas semanas y, al comer ahora tan buena comida, pues lo aprovechaba y tragaba grandes porciones…

–Está bien porque tengo mucha hambre. –sonreí –. Por cierto, ¿dónde están los empleados? –pregunté apoyándome en el poyete. Rosa siguió con su labor.

–Pues el señorito Daniel ha ordenado que, excepto los empleados imprescindibles, todos se fueran de vacaciones por esta semana. Yo tengo que cocinar, por lo que me quedo, también el ama de llaves y solo un mayordomo… En total hemos quedado tres… –explicó preocupada–. No sé por qué lo habrá ordenado, pero no me gusta ni un pelo, dejar aquí a dos chicos, solos… es muy peligroso. – ¿Qué pensaba que íbamos a hacer? Al ver mi cara, intentó excusarse –. Quiero decir, que es peligroso porque no sabéis manejar ciertas cosas… y más en una mansión tan grande como esta. ¡En una semana podríais hasta quemarla! –se rió de su chiste, pero a mi no me hacía gracia. – ¡Menos mal que yo estoy aquí para vigilaros! –suspiró aliviada y yo la imité.

Si, al menos no nos quedaríamos solos del todo, no sabía qué iba a pedirme Daniel como su nueva criada, pero ayer demostró que no iban a ser muy… decentes sus pedidos…

Me fui de la cocina y esperé en el comedor, Rosa me comunicó que el desayuno estaría en unos minutos, así que caminé por el lugar impaciente.

Cuando me sirvió el desayuno, le pedí que me acompañara para no estar sola, pero ella se negó. Insistí y a regañadientes, aceptó. Yo encendí la tele para entretenerme, en mi casa no teníamos porque no podíamos permitírnosla, así que no veía programas de TV a no ser que fuera a las de mis amigas.

Al encender la tele, aparecieron una serie de anuncios de: coches, propagandas, perfumes... Hasta que apareció el estreno de una película, la darían por primera vez en el país el próximo viernes. Estaba ambientada en los años de la segunda guerra mundial, y trataba de dos amantes que tenían que separarse porque el hombre debía ir a dicha guerra…

Mientras estaba bebiéndome el zumo de naranja, observé entretenida cómo la mujer abrazaba al hombre, quien estaba de espaldas… mmm, se me hacía familiar…

Cuando se volteó y quedaron frente a frente, pude ver, con total incredulidad, que se trataba de Daniel, con otro color diferente de pelo. Al mismo tiempo, Rosa suspiraba soñadora al ver a Daniel actuar, obviamente sin saber quien era realmente…

Consecuencia: le escupí el zumo a Rosa en toda la cara.

–¿¡Qué te ocurre!? –preguntó Rosa alarmada y limpiándose con un paño. Yo tardé en contestarle pues estaba embobada mirando la tele y no la escuchaba… ¡¡Daniel era actor!! ¡Venga ya! ¿¿Cómo no había caído antes si era un experto en cambiar de apariencia y actuar de otro modo??

–Na–nada, es solo que me he impresionado con esta película… –disimulé mis ganas de ir corriendo a por ese imbécil y exigirle explicaciones… Rosa pareció creérselo y se marchó para cambiarse de ropa, pobrecita…

De repente, mi apetito se esfumó, y, en lugar de acabarme el plato, fui tras Rosa para saber dónde estaba Daniel.

–¡Rosa! Perdona mi estupidez… –me disculpé, ella sonrió como si nada.

–No te preocupes, a cualquiera le podría pasar. –le restó importancia.

–¿Sabes dónde está Daniel ahora? –pregunté sin rodeos. Ella contestó algo dudosa.

–Pues… no del todo. Me dijo que iba a salir y que no volvería hasta la hora de comer. Ese chico siempre sale a menudo y vuelve cuando le da la gana… –anunció algo molesta.


¡Claro que salía muy a menudo! ¡¡Era actor y mantener ese trabajo requería mucho sacrificio!!

Entonces até cabos… tenía la ligera sospecha de que él se disfrazaba de ese modo para que no le reconociesen… ¿¡pero llegar a esos extremos era demasiado!?

No tuve más remedio que esperar hasta que llegara ese estúpido mentiroso y que me aclarara de una vez qué pintaba yo en sus cosas…

Nunca, jamás había pasado el tiempo tan largo, bueno, sí, en clase de biología… Al final, Daniel llegó a las tres menos cuarto de sus “mandados” y fue directo a su cuarto, yo, al estar en mi habitación, le pude oír perfectamente. Así que fui en su busca, pero esta vez no pasaría sin llamar a la puerta…

Tras oír un, “adelante”, pasé. Estaba tumbado en su cama y… ¡semidesnudo! ¿Es que no tenía decencia ni frío? Solo llevaba unos vaqueros muy ajustados con un cinturón gris.

Conviviendo con la Mentira © [Borrador]Where stories live. Discover now