Capítulo Dos: Preparativos de Boda

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En el trayecto, mi padre intentó hablar un par de veces, pero no se atrevía. Suspiré y rompí el hielo.

   –Me parece mal lo que haces. –reprocho mirando por la ventana. Mi padre no dice nada hasta que casi llegamos al parking de nuestra casa.

   –Miriam, lo sé, pero esta oportunidad no se te presenta muy a menudo. –hizo una pausa mientras aparcaba el lujoso coche negro –. Además, ¿qué futuro te voy a proporcionar si ni siquiera vas a poder acceder a una universidad en condiciones? –. Me miró esperando una aceptación de mi parte, pero no la tuvo.

   –Me da igual no ir a la universidad si con eso evito que engañes a una mujer inocente. –expliqué encarándolo. Mi padre suspiró de nuevo.

Pensándolo mejor, no estaba nada mal cenar así a menudo. Es más, a lo mejor, mi padre se acabaría enamorando de ella y ya no me sentiría culpable. Quizás…

Abrí la puerta del copiloto y salí del vehículo con paso derrotado. Oí a mi padre cerrar el coche y dirigirse a la puerta de nuestra casa. No me hago la idea de abandonarla por una estúpida apuesta. Es más…

  

   –Papá, ¿no puedes razonar con tus amigos…? – Éste negó con la cabeza.

   –No aposté la casa con unos colegas, hija. – respondió entrando y tirando las llaves en el poyete del mueble de la entrada.

   –¿Entonces…? –insto a que me informara de su acertada decisión. Entramos más hasta llegar al salón y ver cómo se tumbaba en el sofá.

   –Estaba borracho y no sabía lo que hacía, así que, fui a una casa de apuestas, perdí dinero muchas veces, pero, como estaba pedo, no fui consciente de que, para seguir jugando, firmé un papel donde ponía que, si perdía en la siguiente jugada de póker, donaba mi casa al que ganara la partida. ¿A que no sabes lo que pasó a continuación? –preguntó irritado.

   –Perdiste…

   –Punto para la señorita. –hizo una pausa y se quitó la chaqueta del traje. – ¡Odio la ropa elegante! No te deja respirar. –prosiguió a quitarse los zapatos y luego se tumbó en el sillón.

   –Para eso, vete a la cama. Es lo que voy a hacer yo. –anuncié dándole dos besos.

   –Si, tienes razón. –Al ver que me alejaba, carraspeó incómodo –. Miriam, espero que algún día puedas perdonarme por ser tan mal padre –. Lo miré apenada, pero asentí.

   –Sabes que te perdonaré, pero no me pidas que lo haga ahora. Debes escarmentar de tus errores. –expliqué subiendo las escaleras.

   –Te pareces a tu madre. –susurró. Hice como si no lo hubiera escuchado y me metí en mi cuarto para intentar dormir…

Qué desastre…

A la mañana siguiente, me levantó el despertador maldito, el cual, apagué de un manotazo que casi hace que me cargue la mesita. Tenía mucho sueño, mucho, y se debía a que, con los nervios de quedar con Lidia, no había dormido nada en toda la noche. ¡Genial! Ojeras de primera. Habíamos quedado a las 10:00 en el centro comercial más prestigioso de la ciudad. Y eran las 9:00, una hora para asearme, cambiarme, maquillarme, desayunar y dirigirme en autobús hasta ese dichoso centro comercial. ¡¿Yo había puesto el despertador a las 8:00?! Ya es tarde, así que voy a dejarme de lamentos para otro momento.

Conviviendo con la Mentira © [Borrador]Where stories live. Discover now