Capítulo Dos: Preparativos de Boda

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   –Perdona, ¿qué edad tienes? –pregunto sonriendo. Éste me mira sonriendo y   responde.

   –Veinte años, ¿y tú? –responde con esa voz afeminada. Mejor no comento.

   –Solo diecisiete, vaya, pareces más pequeño. –comenté paseando la mirada por una estantería repleta de libros. Como estábamos detrás de nuestros padres, iba mirándolo todo para conocer mejor el territorio en el que me tocaría vivir a partir de ahora. Daniel no dice nada, al contrario, se queda pensativo y sigue caminando.

Después de unos minutos, ya estábamos cenando. Se ve que los empleados de ese hogar conocían perfectamente el horario de Lidia y sus exigencias, porque, nada más sentarnos en la gran mesa, ya nos servían platos de exquisita comida. Se me caía la baba con solo mirar los manjares que llenaban la mesa.

Vale, lo admito, estaba muerta de hambre y no me podría contener si no empezaban a comer de una vez. Para no ser descortés, esperé hasta que Lidia comenzó a cenar. Después, me abalancé a por la comida “tranquilamente”. Entre trago y trago, ¡ni degustaba! Miraba a Daniel, que comía como un total niño chico, ya que, se estaba poniendo perdido con la salsa de la carne, no prestaba atención a nadie, salvo a su comida. Me alegra que no sea el típico niño mete caldos, porque sino la llevaría claro. Además, se veía muy inocente, así, no tendría problemas. ¡Lo que tenía de feo, lo tenía de inocente! Muy bien… ¡A ver! Eso no quería decir que yo fuera una chica malvada que le haría la vida imposible a ese pobre hombre, ¡veinte años! Si no lo oía, no lo creería.

Después de cenar, Lidia ordena al mayordomo que traiga unos cafés y algún dulce. Mientras tanto, empezamos una conversación.

   –¿Qué os ha parecido la cena? –pregunta amablemente Lidia, quien se limpia la boca con delicadeza. Mi padre me mira risueño y me hace una señal discreta que insinúa que tengo la boca manchada de algo. ¡Qué vergüenza! Inmediatamente me limpio con la servilleta y contesto.

   –Muy excelente. – ¿Muy excelente? ¡Qué clase de pardilla soy! –. Quiero decir, que todo ha estado muy bueno. –Lidia empezó a reír elegantemente, pero mi padre no se podía aguantar la risa. ¡Lo odio!

   –¡Fantástico! Miriam, tu y yo nos lo vamos a pasar de lujo de ahora en adelante. –anuncia muy feliz. ¿Qué dirá Daniel al respecto? Lo miro de soslayo, parece neutro.

   –Si, lo espero con ansias. –respondo totalmente entregada a mi papel, ¿o lo estaba disfrutando de verdad? Entonces, nos traen los cafés y los dulces. Yo ya no puedo más, pero por no hacerle el feo, me tomo el café.

   –Por cierto – añade Lidia dejando la taza en la mesa –, mañana quiero llevarte a una tienda de ropa  –. Me guiñó un ojo –.Ya sabes, para elegir tu vestido.

   –Pero yo… –empiezo a negar con la cabeza. ¿De dónde voy a sacar el dinero? Además, seguro que Lidia me lleva a tiendas exclusivas, de las de: menos de 1000 euros no te gastas.

   –¡No quiero negaciones! Tú y yo nos vamos a ir mañana y, de paso, quiero que veas mi vestido de bodas. ¡Va a ser genial! –exclama divertida. Asiento, finalmente, derrotada.

Después de las 11 de la noche, mi padre y yo nos vamos de esa mansión. Lidia se ofreció para prestarnos un vehículo de última generación, así que, aceptamos ilusionados y ahora estamos de camino a nuestra humilde y, por poco tiempo, casa.

Conviviendo con la Mentira © [Borrador]Where stories live. Discover now