Parte 18

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Capítulo 18: Uno en la vida debe tomar una decisión, no puede quedarse de brazos cruzados, esperando que llegue una solución al respecto. Pero cuando se trata de ti, de una persona que por fin obtiene lo que tanto ansió disfrutar, un buen sitio para descansar, estar alejado del ajetreo, el stress de la ciudad y demás, ahora ves que todo lo que has cosechado, consigo, lo tienes que dejar atrás y eso mismo ocurría con Albert Loud, él se negaba rotundamente a abandonar Florida, era su bastión, su templo de relajación, había sobrevivido a la muerte, a la "Guerra de Corea" y ahora tenía que irse nuevamente, "partir hacia otro frente", el subirse a un buque de guerra ruso era considerado una "traición" para sus principios y la Patria, pero por otro lado, la desesperación que veía en los ojos de su hija Rita era enorme, ella le imploraba que se fuera con ellos.

Las murallas de Atenas resistieron al asedio de las tropas de Esparta, sin embargo, cuando dentro de la ciudad comenzó a producirse la peste que diezmó a la mitad de la población, incluyendo a Pericles, el cual estaba a cargo del poder, el enemigo vio que podía conseguir la rendición, no con el asedio, sino con algo más interesante, práctico: Resultó ser que Esparta se alió al Imperio Persa y éstos, sus antiguos enemigos, les dieron barcos a cambio del comercio, lo consiguieron y de allí cercaron los puertos del Pireo, provocando un bloque comercial, impidiendo la llegada de alimentos y eso aceleró aún más la crisis en Atenas, llevando a que ésta se rindiera oficialmente, perdiendo todos los status que poseía, sobre todo, marcando el principio del fin de las Polis y la instauración de los "30 Tiranos", los cuales provocaron muertos, grandes exilio y hasta el encarcelamiento y posterior ejecución por ingesta de veneno cicuta para el Filósofo Sócrates, quien con sus últimas fuerzas expuso su frase más célebre y recordada: "Un gallo para Esculapio". Una deuda que debía pagarse ante el Dios Asclepio o Esculapio de la Medicina.

Y esos "muros", ubicándonos en el Tiempo y Espacio Presente, no iban a resistir, Florida iba a caer en cualquier momento, estando asediada por los zombies en los Estados de Alabama y Georgia, éstos eran los Persas, pero no buscaban conquistar, sino saciar su hambre y convertir a todo el que se interpusiera en su camino, que fuera otro más de sus filas.

Los ruegos de Rita junto con los del Señor Lynn, sin olvidarse el de las niñas que estaban en la planta baja, con los ojos llorosos, era para ser fotografiado y publicado como un artículo periodístico, pero ¿cómo sería su titular?. Eso dependería del "autor" que la tomara en este momento, pero solo él conocía el título y nadie más.

- Papa, por favor, te lo ruego, no te quedes aquí, no sabes el peligro que puede suceder.- Intentó, nuevamente, la madre de cabellos rubios de aquellos chicos, que su padre se fuera con ellos.

- Albert, como tu yerno, hazle caso a Rita, ella tiene toda la razón: No es seguro, este lugar va a caer en cualquier momento, es solo una oportunidad, no hay más después.- Añadió el Señor Lynn, quien intercedía por su esposa.

- Rita, Lynn, ya se los dije, no pienso abandonar Florida, no puedo, además ¿piensas que me voy a subir a un barco de guerra soviético?. Son nuestros enemigos.- Respondía el veterano de guerra albino, intentando mantener la compostura, la seriedad en sus palabras, porque al mencionar sobre la intervención humanitaria de la Unión Soviética, era como una marca al rojo vivo de que ellos, su gobierno, los estaba abandonando a su suerte.

En esos momentos, Luan no soportó más el dolor y con las gemelas y Lisa, fueron hasta él, abrazándolo con fuerza, sin soltarse.

- ¡Por favor, abuelo, piensa en lo que te puede pasar, esos zombies te harán daño, no podrás contra todos ellos!.- Fue el ruego de la comediante, cosa que dejó atónito al anciano.

- Mira a tus nietas, Albert, ¿es necesario que pienses eso? ¿te vas a quedar aquí a pelear?.- Le cuestionó el Señor Lynn, mientras que Rita no paraba de llorar, todo este stress le estaba lastimando y mucho, cosa que la llevó a sentarse en uno de los sillones y a secarse las lágrimas con un pañuelo.

dead land The Loud House Where stories live. Discover now