Capítulo 15

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¿Por qué estaba dentro de un bus rumbo al centro junto a Kaigaku? ¿Por qué se estaba escapando de clases para acompañarlo a un lugar sumamente peligroso? 
Comenzó a mover sus pies con impaciencia mientras se encontraba sentado. A su lado diestro se encontraba Kaigaku, quien no parecía estar tan molesto como siempre. Senjuro notó a la perfección como ese mantenía un semblante preocupante, melancólico y doloroso. Acorde a como avanzaba el viaje, percibía que las manos del pelinegro apretaban con fuerza su propio pantalón, como si amenazara con arrancarlo de un tirón. 
Era normal que entre omegas se consolaran por todo lo sucedido, pero había algo que no permitía que él llegara a consolar a Kaigaku. Parecía como que su adverso tuviera un muro en su propio aroma.
Lo normal era que un omega mediante su aroma lograra consolar a los demás, incluyendo a omegas de diferente camada, pero Kaigaku parecía repelerlo. Ahora que se concentraba en los aromas, Senjuro notó que el aroma de Kaigaku era tenue, opaco y muy extraño. 

—Senjuro —llamó Kaigaku.
—¿Qué sucede, Kaigaku-kun?
—... ¿Cómo es tu omega? 
—¿A qué te refieres?
—A quien te dio a luz. Aunque también me gustaría saber sobre tu alfa.

Senjuro perdió el aliento por unos segundos. 
De su madre, Ruka, apenas tenía recuerdos de ella. Deseaba tener más que un simple kimono o fotos para recordarla, pero eso era lo único que quedaba de su alfa. Por otro lado, de su padre tenía muy malos recuerdos en los primeros años de su vida; actualmente tenía mejor imagen del omega que lo dio a luz, pero eso no arreglaba lo sucedido en el pasado.

—Yo... No tengo recuerdos de mi alfa. Ella murió cuando yo era muy pequeño, y mi padre, el omega, se volvió un alcohólico innato por largos años. Ahora está mejor, pero emana una horrible tristeza. 

Kaigaku aguardó silencio al escuchar esas palabras.

—Veo que los padres son una porquería. 
—¿Qué hay de tu alfa? —preguntó Senjuro al mayor. 
—... Jamás lo conocí. Mi omega me decía que yo era un error que lo condenó más de lo que ya estaba. 

Senjuro estaba asombrado al escuchar esas palabras. Sabía que los omegas cuidaban a sus crías con garra y que a pesar de cualquier penuria jamás dirían tales palabras; de hecho, ni siquiera su padre en sus peores estados llegó a insultarlo tanto. 

—Yo... —Senjuro intentó consolar a su adverso.
—No necesito consuelo —dijo Kaigaku de forma cortante. 

Desde ese momento ambos aguardaron silencio. El viaje parecía una tortura si no hablaba ninguno, pero al menos podían distraerse en sus propios pensamientos o mirando por la ventana. Senjuro notó que el rústico paisaje de viviendas de casas se iba tornando en una bulliciosa ciudad, confirmando que iban al centro. 
Logró escuchar que el centro era un lugar peligroso para los niños y los omegas, pues era bien conocido por ser un lugar donde la prostitución era normalizada.
Por su mente, preguntó si Kaigaku estaba metido en asuntos ilícitos como esos o su padre, aunque el más probable era este por la manera en que logró hacerlo ir a ese viaje.

Fue en clases cuando Kaigaku le pidió compañía para ir a visitar a su padre, quien necesitaba verlo por un problema que sucedió con él. Senjuro tenía la teoría que se debía al mal carácter de Kaigaku o al problema que los hizo amigos. 

Estuvo a punto de dormirse en el viaje, cabeceando varias veces hasta que llegaron a la terminal del destino, donde allí Kaigaku lo levantó a la fuerza por un brazo y lo obligó a bajar a rastras. 
El menor bajo quejándose de forma lastimera hasta que admiró su entorno.
La serie de edificios, carteles de luces y diversas tiendas contrastaban con todo el lugar. La enorme cantidad de transeúntes paseando por allí con algún destino fijo y que en su mayoría eran adultos era algo que llamaba su atención.

Las tres flamasWhere stories live. Discover now