Capítulo 9

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Kyojuro plenamente confiaba en que su pequeño hermano ya se encontraba en la casa. Recibió una respuesta en la tarde cuando llegó a la panadería de los Kamado y ya. Estuvo tentado a preguntarle nuevamente sobre su paradero antes de subirse en el asiento trasero del auto del matrimonio Shinazugawa, sin embargo, nunca esperó que la gran mayoría de los integrantes de la familia estuviesen conformados por puros niños traviesos e hiperactivos. Shuya, Hiroshi, Koto, Teiko y Sumi eran réplicas exactas a sus pares, pero con una gran energía que podía notar que ni siquiera sus propios progenitores podían controlar.
No podía sacar su móvil ante los pequeños, esos parecían descontrolarse con simplemente ver algo de tecnología la cual sus padres parecían prohibirles. 

—Lamento lo de los niños, Kyo —lamentó la señora Shinazugawa mientras mantenía la vista en el camino.

En esta ocasión era ella quien se encontraba al volante mientras su esposo, quien parecía completamente agotado por culpa de los niños, se encontraba en el asiento del copiloto.

—¡No se preocupe, señora Shinazugawa, a mí me encantan los niños! —exclamó Kyojuro mientras escuchaba la risa de la madre de su compañero. 
—Puedes llamarme Shizu, con nosotros puedes dejar los modismos —indicó la alfa. 
—No me hagas sentir más viejo de lo que soy —dijo Kyogo soltando un pesado suspiro.

Kyojuro sabía que este viaje era una gran oportunidad para hacer una crucial pregunta a esos adultos.
A la perfección se podía ver la notoria diferencia entre Shizu y Kyogo, pero al mismo tiempo entre ellos se complementaban.
Ella un alfa y él un omega. Una alfa que no poseía físicamente nada de un alfa, y un omega que físicamente no se parecía en nada a un omega. Dictados en una casta que no parecía ser de ellos. 

—Yo... Me gustaría hacerles algunas preguntas —dijo Kyojuro tomando valor. 
—¿Qué clase de preguntas? —interrogó Kyogo mientras miraba por la ventana del vehículo.
—Mientras no sean las mismas que nos hacen siempre con respecto a como podemos mantener siete bocas, todo bien —comentó Shizu. 
—En el peor de los casos me hastía que me pregunten como soporte tantos partos —Agregó Kyogo en un susurro mientras refunfuñaba. 
—¡Oh, no es nada sobre eso! —respondió Kyojuro.
—Entonces adelante, en mi caso, soy todo oídos —dijo Shizu con entusiasmo.

El camino era extenso y eso era suficiente para escuchar la versión larga de todo lo que quería escuchar. 

—No quiero sonar mal educado, pero... ¿Nunca les dijeron algo con respecto a no parecer a la casta que se les asignó? —Kyojuro no sabía como formular esa pregunta para los mayores. 

No obstante, sintió que el silencio en el ambiente y el cambio de actitud de los mayores fue una clara señal de que atinó en el blanco. 

—De joven odié el día en que me presente como una alfa —comenzó Shizu—. Yo era de esas niñas delicadas que soñaban con príncipes varoniles y esas cosas. Ya sabes, esas niñas que les encantan todas esas cosas tiernas, delicadas y el color rosa, esa era yo. Siempre tuve el sueño de ser una buena esposa hogareña y madre de muchos hijos, que un alfa indicado me cuidara... —aguardó silenció por unos segundos—. Pero un día me presenté como alfa... Mi familia estaba feliz porque todos eran betas y yo era la primera alfa... Pero odie eso. El simple hecho de tener que ser ruda y quien diera la voz de comando fue suficiente para que sintiera asco. En el instituto otros alfas me molestaban por ser débil... Pero todo eso cambió cuando alguien diferente a mí en todos los aspectos me defendió —dijo Shizu esbozando una ligera sonrisa.

Kyojuro estuvo a punto de preguntar a quién se refería, pero allí mismo cayó en cuenta de que Shizu se refería a Kyogo.

—Para mi familia fue una desgracia que yo, el tercer hijo de un matrimonio anticuado y estricto, naciera omega. Mi padre era un hombre alfa, mis hermanos iguales... Y yo por desgracia me presenté como omega —Kyogo guardó silencio unos minutos antes de proseguir—: Ese día me arrebataron de mis manos todos los derechos que tenía como hombre. Antes te obligaban a estudiar en casa para ser omega, leyendo una y otra vez los estúpidos «mandamientos para ser un buen omega». 

Las tres flamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora