Capítulo 4

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—¿Ese no es el señor Souryuu? —interrogó Senjuro a sus familiares mientras observaba a Keizo parado en la puerta junto a su hija Koyuki. 
—¿Qué hace aquí? —preguntó Shinjuro sin comprender el porqué su compañero de trabajo se encontraba en la puerta de su morada. 

La atención de Keizo y Koyuki dejó de estar centrada en la entrada del hogar para dirigirse hacia los Rengoku al verlos llegar. 
Una tenue sonrisa apareció en el semblante de la joven Souryuu, mientras que el padre de la misma realizaba una gran sonrisa. 

—Oh, ¡veo que te encuentras bien, Shinjuro! —exclamó Keizo con alegría. 
—¿Por qué no habría de estarlo? —interrogó Shinjuro llegando junto a sus hijos. 
—Vi que en el dojo no te estabas poniendo muy bien, además que te fuiste de manera imprevista —respondió Keizo con un tono un poco preocupado.

De manera inmediata, las mejillas de Senjuro se ruborizaron al pensar que era el culpable de que su padre abandonara de tal manera el trabajo para ir a ver en que se metió. 

—Es agradable ver a Senjuro-san y al sensei aquí —comentó Koyuki refiriendose a Senjuro y a Kyojuro. 
—¡Es sorprendente ver a una alumna cerca de donde vivo! —exclamó Kyojuro con entusiasmo hasta que una interrogante abordó su mente—. ¿Cómo saben que vivimos aquí?
—Akaza-kun nos guio antes de que él siguiera al instituto para ir a buscar a Hakuji —respondió Koyuki.

Kyojuro sabía con exactitud quien era Akaza, Senjuro igual, pero Shinjuro no comprendía a que se referían los menores. Antes de que pudiera preguntar, Keizo y Koyuki se despidieron de ellos y siguieron su rumbo un poco apresurado con la excusa de que tenían que ir a buscar al par de gemelos que no volvían.

—... Chichiue —llamó Kyojuro. 
—¿Qué quieres? —respondió Shinjuro.
—¡Debemos poner cámara de vigilancia! —exclamó Kyojuro, comenzando a ingresar a la casa, dejando tanto a su padre como a su hermano muy confundido por esas palabras. 

(...)

Kyojuro miraba cada segundo el calendario que poseía en su propia habitación. Su celo pronto comenzaría y todavía no encontraba un lugar que vendiera supresores o para adquirir inyecciones alfas para cuando el celo de su padre comenzara. Las que tenían solo daban para una persona y prefería dejarlas para Senjuro. Senjuro todavía era muy joven para recurrir a otros métodos para acabar con su celo. Tendrá dieciocho años, pero no el conocimiento del cruel mundo del celo a manos de un alfa. 
El simple hecho de tener un omega que todavía estaba traumado por la perdida de su alfa no era algo fácil de tratar, pero al menos ya no era como el pasado donde su padre repudiaba a cualquier omega, incluyendo a sus propios hijos. 

—No hay ningún sitio en la ciudad que venda supresores —susurró Kyojuro y comenzó a indagar en la lista de contactos de su móvil. 

¿A quién podía preguntarle? Sentía raro preguntarle a Shinazugawa luego de lo que paso en la oficina. 
Kanae es una beta, así que no sabría como ayudar. Kyogai era un alfa, así que no servía para esta situación. 
Uzui es su mejor amigo, lo dejaría como último recurso. Iguro ya dijo que no utilizaba esas cosas porque tenía a Mitsuri... ¿Tomioka?

En eso recordó que el joven Sabito vivía junto a Tomioka. Sabito era un omega y seguramente tendría supresores. 

—¡Bien! ¡Un problema menos! ¡Solo tengo que comunicarlo! —dijo mientras comenzaba a marcar el número de Giyuu.

Ahora, con un problema menos solamente tendría que ver como mantener calmado a su padre cuando el celo de ese comenzara y arreglar el asunto de Senjuro en la academia. 
Antes que pudiera pensar las alternativas de esos planes, alguien contestó la línea. 

—¿Rengoku? —interrogó Tomioka. 
—¡Tomioka, que alegría que me respondas!
—¿Cómo no lo haría si fuiste tú quien marcó mi número?
—Etto...
—¿Qué necesitas? 
—¡Necesito tu ayuda con algo importante! —Según Rengoku, a veces Tomioka todo un alfa en toda palabra. 

La actitud de Tomioka, el semblante neutro y la calma en sus palabras siempre le traía el recuerdo de su difunta madre. 

—¿Ayuda en qué? —preguntó Giyuu. 
—Pronto empezará mi celo —Comenzó a hablar Rengoku con un tono un poco nervioso mientras el rubor abordaba sus mejillas—. Y... Y me enteré de que vives con Sabito Urokodaki, quien es un omega... ¿No sabrás si él podría darme unos pocos supresores? 
—Sabito no utiliza esas cosas. Sale en busca de alfas —respondió Tomioka con calma.

El mundo de Kyojuro pareció derrumbarse por completo al escuchar esa aclaración.

—... 
—¿Kyojuro? —preguntó Tomioka con un poco de preocupación al notar que no recibía respuesta de su ajeno. 
—...
—... ¿Necesitarás ayuda con tu celo? En la ciudad no es muy normal conseguir esas cosas, tienes que ir hacia las afueras para adquirirlas. Justamente los Kochou son quienes las venden, pero tienes que hacer una reserva de un mes de anticipación para recibir los supresores cada mes. 
—Tomioka, no creo poder esperar un mes, ni siquiera pedirle ayuda a los Kochou, pero puede que para el próximo mes si emplee esto que me dices —respondió Rengoku. 
—Por algo te estoy preguntando si necesitarás ayuda en tu celo. 

Rengoku quedó perplejo. No consideraba que fuese real lo que estaba escuchando.
Acaso Tomioka se estaba ofreciendo a... 

—¿Te refieres a que tú y yo...? —Kyojuro no podía terminar su oración por la inseguridad. Era la primera vez que se sentía de ese modo. 
—Sí. Es mi forma de agradecer tu amistad. Eres el único que me habla en la academia sin que tenga que molestarme. 
—Yo... 
—No tienes por qué aceptar, no te estoy obligando. 
—Pero... ¿Y si me muerdes? 
—Puedo pedir uno de los collares que utiliza Sabito —comentó Tomioka 
—¿Collares? 
—Son unos collares de cuero pegados al cuello para que el alfa no pueda morder el cuello del omega —explicó Giyuu.

Rengoku no estaba muy seguro de si poder aceptar o no. 
No era la primera vez que mantenía relaciones sexuales, pero iba a ser la primera vez que la mantendría dentro de su celo. 
Ha escuchado de otros omegas que tener sexo estando en celo es una experiencia única e impresionante porque te sientes amado y demasiado lleno cuando tu cuerpo te pide eso último.

—Tomioka... ¿No te molesta ayudarme? —preguntó Kyojuro. 
—Para nada. 
—Entonces... Cuando entre en celo te avisaré. Confío en ti.

Kyojuro escuchó una pequeña risa del otro lado de la línea. No era de burla, era de satisfacción.

—Me alegra que confíes en mí —respondió Tomioka—. Estaré para ti. 



Las tres flamasWhere stories live. Discover now