Capítulo 8

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Senjuro mientras corría con la mochila de su compañero en brazos podía ver que el atardecer se estaba acercando y que pasó toda la tarde corriendo tras Genya y Kaigaku a quienes casi perdió de su vista de no ser por los estruendosos gritos que esos dos daban. Logró llegar a la morada en la cual Kaigaku trataba de cerrar la puerta mientras Genya luchaba por abrir la misma. Senjuro estaba seguro de que ese día no llegaría temprano a su casa.

—¿¡Por qué te fuiste así!? ¿¡Era por falta de dinero!? ¡Te dije que te iba a comprar la comida! —exclamó Genya tratando de abrir la puerta.
—¡Aléjate de la puta casa del viejo! —exclamó Kaigaku intentando cerrar la puerta.
—¡Genya, Kaigaku! —gritó Senjuro—. ¡N-No peleen! ¿Qué pasa? —interrogó mientras alzaba la mochila—. ¡Traje tu mochila, Kaigaku! 

Kaigaku notó la falta de su propio bolso y abrió los ojos con asombro al ver lo que mostraba Rengoku; aquello fue suficiente para que Genya abriera la puerta y observara con una mueca de molestia a su compañero de salón. 

—¿¡Qué mierda te pasa!? ¿¡Por qué te pusiste tan mal!? —preguntó Genya. 
—¿¡Puedes dejarme en paz!? ¡Maldición, quiero estar solo! —vociferó Kaigaku.
—... ¿Acaso fue por lo que dijo el señor Kamado? —preguntó Senjuro con inocencia, ganándose un gruñido por parte de Kaigaku.

Lo sorprendente no fue el gruñido por parte de Kaigaku, sino el tono de voz de ese. Cada palabra que iba musitando notaba como la voz amenazaba con quebrarse en un furioso llanto.

—¡Sí, fue por esa mierda! —admitió Kaigaku y añadió—: ¡Por qué odio que hablen del omega que me dio a luz! —Y finalmente las lágrimas comenzaron a caer de los ojos de Kaigaku.

Tanto Genya como Senjuro guardaron silencio mientras estaban pasmados por la escena que estaba sucediendo.
Observaron con calma el cómo Kaigaku se adentraba con enojo al interior de la casa de Jigoro, hogar de acogida que él tenía. 

—Pasen, desgraciados, infelices, les diré la verdad —dijo Kaigaku con un tono amargado. 



Ya era normal para el pequeño Kaigaku de apenas tres años el escuchar la enorme furia que poseía su progenitor por el simple hecho de ser un omega. 
En esos tiempos él no podía comprender por qué su "madre" se enojaba por un hecho tan simple como ser omega.

—Es un desgraciado... —dijo el omega mayor—. ¿¡Por qué yo tengo que ser su maldita sombra cuando soy el hijo mayor!? 

El ruido de un puño impactando secamente contra una pared se presentó.

—¿¡Por qué Yoriichi tuvo que ser el alfa!? —vociferó Michikatsu entre el llanto furioso.

Kaigaku presenciaba como el largo kimono de su padre se arrastraba de un lado a otro de la habitación acorde a ese caminaba mientras hablaba consigo mismo. 
A él jamás le agrado su tío porque su padre lo odiaba. Si su padre odiaba a alguien, él también lo haría como un buen hijo. 
Jamás recibió cariño por parte de Michikatsu, ni una sola pizca de amor desde lo que pasó con su padre alfa. 

—¡Yo debía ser quien quedara heredero, no el infantil de Yoriichi! —Kaigaku escuchó con claridad el grito de su padre acompañado del quebrar de un jarrón.

Ya casi no tenían ni una sola decoración en la sala. Jarrones, fotos, cojines, todo eso dejaba de existir cuando la furia de Michikatsu se presentaba. 
El llanto era notorio. Kaigaku tenía el impulso de ir hacia él corriendo y abrazarlo, pero sabía que lo único que recibiría sería un notorio golpe en su mejilla y luego vería a su padre disculpándose como eso. Palabras que siempre juraba que no sería como el abuelo. 
No quería ver a su padre en ese estado, pero... ¿Qué podía hacer en ese entonces? Allí solamente tenía tres años. 

—¿¡Por qué yo tengo que ser un condenado criador!? ¿¡Una perra de crías!? —Escuchó a su padre decir eso—. ¡Ni siquiera tuve un buen matrimonio, tres años de mi vida malgastados con ese budista para que me dejara por excusas baratas! 

En ese entonces no supo que su padre se refería con los tres años. No podía asimilarlo a su edad. 

—¿¡Tanto tengo que sufrir!? ¿¡Estoy destinado a la puta desgracia!? 

Aún recuerda el día en que su propio tío se percató del estado deplorable que estaba comenzando a tener por culpa de los descuidados tratos de su padre. Todavía recuerda los gritos de Michikatsu rogando que no se fuera... ¿Qué podía decidir él? Era un niño siendo llevado a una casa de acogida.
Fue una suerte que Kuwajima 
Jigoro decidiera tomar cuidado de él luego de saber que era un niño sumamente agresivo luego de ser "arrebatado del nido de su padre". 
Los primeros años fueron insoportables. Siempre lloraba por su padre y en ciertas ocasiones atacaba al pequeño Zenitsu con el objetivo de obtener atención. Quería la atención que nunca tuvo. 
Jamás pudo adaptarse a la escuela, todo fue complicado. Era un completo buscapleitos que amaba hacer llorar a los demás... Que lloraran como lloró su padre en el pasado. 
Ni un día dejo de pensar en su padre. Quería verlo y ver la muy tenue sonrisa que podía darle luego de disculparse por los errores. 
Largos años pasaron hasta que un día Jigoro y el centro de cuidados para menores le permitieron volver a ver a su padre nuevamente.

En ese entonces tenía catorce años y ya era un adolescente consciente de muchas cosas, pero nunca se imaginó que su padre en ese tiempo tendría "nuevos hijos". 
Notó que Michikatsu no envejeció nada, pero que tenía un mirar muerto. No sonrío en ningún segundo al verlo, mucho menos parecía interesado por los dos niños que estaban a su cuidado. Supo que uno se llamaba Yuichiro y el otro Muchiro, eran sus medios hermanos menores. 
Ese día supo que no quería volver con su padre, que se sentía sumamente rechazado por diferentes motivos, en especial porque fue remplazado tantos años por ese par de cachorros de un nuevo alfa. 
Kaigaku decidió quedarse con Jigoro y supo en ese momento que nadie jamás lo querría en verdad. 

Se volvió más agresivo y eso aumentaba los días previos o posteriores a las visitas de Michikatsu. Este solo iba a entregarle una cierta cantidad de dinero para lo necesario de su día a día. Kaigaku no quería su miseria. 
La rabia y el odio subió en su ser al enterarse el nuevo estilo de vida de su padre... ¿Tan bajo cayó como para no valorar su cuerpo? Ahora comprendía por qué tenía esa mirada muerta. 
Jamás pudo recaudar el valor para encarar a su padre y preguntarle quien era el padre de los gemelos, pero la respuesta era obvia: ni siquiera el propio Michikatsu lo sabía. 

El día en que él se presentó como un omega supo parte del infierno que pasó su padre, pero esperaba nunca pasar por la otra mitad. 
Aborrecía ser un omega, pero no se lamentaría por ello. Utilizaría sus puños para demostrar que era fuerte. Tomaría cualquier cosa para detener su celo a pesar de estropear su cuerpo. Kaigaku jamás admitiría que es un omega en toda letra.
No quería ser el omega que fue y es su padre. 


Ahora se encontraba sentado en el sofá de la sala, abrazando sus propias piernas y enterrando su rostro en las rodillas mientras contaba de forma resumida el pequeño calvario que pasó. 
Hubo más, pero ciertos detalles que él mismo descubrió prefirió no contarlo y uno de ellos fue cuando descubrió quien era su verdadero padre alfa. 
Genya mantuvo completo silencio y asombro mientras escuchaba todo; por otro lado, Senjuro decidió guardar silencio por unos segundos hasta que estiró su mano para tocar los cabellos de Kaigaku. Fue un milagro que ese no reaccionara mal al toque. 
Tanto Genya como Senjuro lograron escuchar como Kaigaku se rompió en llanto. 

—Cuando Tanjuro preguntó por el apellido, pensé que sería un cliente de mi padre o conocía al infame de mi tío —dijo Kaigaku en su llanto, abrazando con fuerza sus propias piernas.

Genya y Senjuro sabían que esa tarde sería realmente larga y abarcaría la noche. 


Las tres flamasOù les histoires vivent. Découvrez maintenant