Capítulo 13

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El celo de Shinjuro fue más largo de lo esperado, pero para su propia sorpresa, luego de tantos años, por fin tenía un alfa que pudiera ayudarlo. Keizo fue amable, incluso se ofreció a calmar cada periodo de celo que él tuviera, obviamente siempre y cuando él quisiera. Estaba cautivado por la amabilidad y lealtad del mayor. Keizo jamás lo mordió, ni siquiera cuando él se lo aclamó luego de dejarse rendir por su instinto omega. Tras la fatídica partida de su alfa, Ruka, nunca imaginó que existiría alguien tan dedicado como lo fue ella, pero ahí estaba. Ahora tenía a Keizo. 

No fue fácil ser reprochado a su edad por alguien menor, pero Kyojuro tenía sus motivos para darle un sermón como si fuese un travieso adolescente que se escapaba para ir a acostarse con su pareja.
Entre cada sermón, Kyojuro en pocas palabras lo estaba obligando a comenzar a ir al médico por varios motivos, el principal era para romper el lazo con su difunta alfa.
No deseaba perder el recuerdo de los bellos momentos que tuvo con Ruka, mucho menos la mordida que ella siempre plantaba para recordarle que eran una pareja, pero ya no podía soportar. Las crisis en sus celos se volvían peores hasta el punto de que sus pensamientos lo querían obligar a cometer un acto de locura.

Soltó un largo suspiro y terminó la clase con los jóvenes para ir hacia las duchas del Dojo. Ese día se encontraba él como encargado debido a un percance que sucedió con uno de los chicos que acogía Keizo. Al parecer Hakuji comenzó su celo. Decidió cumplir ese favor a Keizo luego de todo lo que ese realizó por él. 
Se dirigió hacia su propio casillero para buscar entre sus pertenencias su propia toalla y artículos de higiene. Una vez con todo preparado, retiró sus prendas hasta quedar completamente desnudo, las guardó en el casillero, y se dirigió a las duchas que por suerte se encontraban vacías. Abrió el duchero permitiendo que el agua fluyera.
Ya cuando se adentró bajo el agua y cerro los ojos, se permitió caer en cada uno de sus pensamientos; desde la preocupación por el celo cercano de Shinjuro, su propio temor por romper el lazo con Ruka hasta su pequeño secreto con Keizo. Los pensamientos lo consumieron hasta el punto que no se percató de que no estaba solo. 

De forma inmediata abrió sus ojos con temor cuando fue arrinconado en el duchero por un alfa que conocía, pero que desconocía su aroma: Hairou.
El aroma a café, chocolate amargo e incienso inundaba sus fosas nasales y se adentraba con suma facilidad en su mente, provocando que todo su cuerpo cediera ante el aroma de un alfa tan dominante. A pesar de que su mente comenzaba a nublarse y su instinto omega cedía ante la dominancia ajena, pudo captar con claridad las muecas del mayor. 
Aquellos ojos azules lo miraban de forma penetrante, con notorio odio, mientras que un ceño fruncido los acompañaba. La mueca en los labios adversos también era notoria, mostraba sus feroces dientes mientras gruñía como una bestia y resoplaba por la nariz. Parecía que al mayor poco le importaba mojarse junto con sus prendas. Hairou, sin importar nada, se adentró bajo la lluvia de la ducha, empapándose por completo.

—¿En serio? —preguntó Hairou con la voz agitada—. ¿De verdad con ese alfa de estándar bajo?
—¿A qué te refieres? —interrogó Shinjuro.
—¡No te hagas el estúpido! —vociferó Hairou golpeando el azulejo que estaba a un lado de la cabeza de Rengoku, provocando que el menor comenzara a sentir pavor—. ¡Tu olor claramente muestra que está mezclado con el de Keizo! ¡Te acostaste con él! 
—¿Y? ¿Acaso te importa si huelo o no a Keizo? ¡Es mi cuerpo y hago lo que yo quiero! 

Una pequeña, pero morbosa risa escapó de los labios de Hairou. 
Shinjuro no comprendió por qué de eso hasta que la mano ajena se atrevió a tocar su entrepierna. Un gemido brotó de los labios del rubio, quien luego buscó gritar en señal de ayuda, pero rápidamente la otra mano libre de Hairou cubrió la boca del menor y ejerciendo fuerza para retenerlo en su lugar. 

El corazón de Shinjuro comenzó a latir a gran velocidad, mientras que el temor comenzaba a cubrirlo. No quería ser abusado por primera vez por un sujeto como Hairou, mucho menos por alguien como él que vivía relativamente cerca de su hogar. 
El aroma de Shinjuro comenzó a denotar el horrible temor que comenzaba a sentir a manos del asqueroso suceso que se estaba dando, y más cuando Hairou acercó su boca al cuello del rubio, amenazando con morderlo. Intentó gritar y luchar, pero su fuerza y voz fueron apaciguadas por culpa de su propio instinto. 

—¿Qué sucede aquí? —interrogó una voz neutral.

Un nuevo aroma cubrió todo el sitio, era tan extraño y fuerte que opacaba el de Hairou. Gasolina, fuego y madera. 
Era la primera vez que percibía como el aroma de un alfa opacaba en su totalidad el aroma de otro alfa. 

—T-Tsk... —Hairou chasqueó la lengua y comenzó a temblar, soltando de manera inmediata a Rengoku y huyendo de la escena—. Maldito alfa prime

Shinjuro cayó sentado en el suelo, observando con pavor a su salvador. Un hombre alto y musculoso con cabello largo y puntiagudo con puntas rojas que sujetaba en una cola de caballo. Delgado, portador de un el flequillo corto y el cabello ondulado. Vestía un haori rojo sobre un nagagi de color naranja muy pálido con hakama estilo umanori negro, un par de zoris con tiras rojas, y calcetines tabi blancos. Todas esas prendas eran empapadas por el agua del duchero. 

—¿Estás bien? —preguntó el joven con una mirada solemne y tranquila en su rostro.

Shinjuro no lo reconocía, así que supuso que era uno de los jóvenes nuevos que ingresó al dojo en sus días de ausencia. 
El joven extendió una mano para Shinjuro, el cual aceptó con temor. Temía que este alfa también quisiera abusarlo solo por olor a otro. 

—¿Prime? —preguntó Shinjuro. 

El joven bajó un poco la vista aún manteniendo la parsimonia en su semblante, pero su mirada denotaba una pequeña tristeza, una bruma inmensa. 

—Prefiero que no se mencione mi género secundario, es una maldición. 
—Lo siento. 
—No tienes de que disculparte, señor Rengoku. 

Para Shinjuro fue sorprendente que este joven lo conociera. 

—¿Puedo saber tu nombre? No creo haber visto tu rostro antes de mis días de reposo. 

El joven aguardó silencio, como si estuviera inseguro de presentarse. 

Tsugikuni Yoriichi

Las tres flamasWhere stories live. Discover now