Capítulo 12

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En el momento que se bajó del auto e ingresó a los establecimientos de los Kochou, nunca imaginó toparse con dos personas que exactamente eran las actitudes de las señoritas. La señora Kochou poseía un aura dulce y tranquila, como la de Kanae, pero en ella se notaba a la perfección un aroma a margaritas. Por otro lado, el señor Kochou daba a mostrar un aura tranquila, pero misteriosa. El aroma a ciruelas que emanaba el señor era un claro ejemplo del poder que ese poseía junto al hecho de que no abría los ojos para hablar. 
A diferencia de los Shinazugawa, estos no eran muy cálidos. En ningún momento se presentaron más allá de sus apellidos. 
Kyojuro intentó averiguar el nombre de los Kochou preguntándole a la señorita Shizu, pero ni siquiera la alfa sabía como se llamaban ellos dos. 

—¿Así que vienen por lo mismo de siempre? —preguntó la señora Kochou. 
—Nosotros sí, aunque esta vez es solo para Genya —respondió Kyogo. 
—Sin embargo, Kyojuro viene por otro pedido —añadió Shizu. 

El señor Kochou comenzó a adelantarse en su andar y comenzó a hablar:

—¿Qué necesitas, exactamente, joven? 
—Necesitaría supresores para un omega joven y... Algo para acabar con un lazo roto —explicó Kyojuro, logrando que todos los adultos lo observaran con curiosidad, a excepción del señor Kochou, quien lo observaba con un deje de pena. 
—¿Acaso perdió a su alfa siendo tan joven? —preguntó Kochou.
—¡N-No! ¡No es para mi hermano! —explicó inmediatamente Rengoku—. Eso último es para mi padre, aunque también debo pedir supresores para él. 
—Lamento lo sucedido —dijo la señora Kochou.
—No hay de que lamentarse, ha pasado hace muchos años —dijo Kyojuro esbozando una sonrisa dolida. 
—Creo que tengo lo indicado. No tienes que pagarme. —dictó el señor Kochou mientras se apartaba para ir en busca de lo pedido, mientras que los Shinazugawa pedían lo suyo a la señora Kochou.

Kyojuro quedó completamente desconcertado por esa petición, pues no esperaba recibir algo sin tener que pagar. 
Buscó su billetera y la sacó para demostrar que estaba dispuesto a pagar. 

Una vez que el señor Kochou volvió con las cajas en manos, Kyojuro se dispuso a preguntar por otras cosas que necesitaba:

—¿Tiene supresores para alguien de mi edad? 
—Sí, de hecho, son de los que más tengo —aclaró el mayor mientras buscaba la caja entre las diversas repisas del lugar hasta que encontró una—. Cada caja es para un mes entero, así que una vez al mes tendrás que venir aquí. 
—¡Lo tendré en cuenta! —dijo Kyojuro—. ¿Y cuánto debo pagar?
—Esta primera vez va de mi cortesía. —dijo el señor Kochou extendiendo lo pedido hacia Kyojuro. 
—... —Kyojuro aguardó silencio—. ¿Cuánto es? 

La interrogante fue suficiente para que el mayor frunciera el cejo. 

—Es de mi cortesía —dijo Kochou de forma insistente. 
—¡Pero no quiero ser mal educado! —exclamó Kyojuro. 
—Y no lo eres —respondió el señor Kochou—. Pero a veces soy así cuando sé que hay un omega en esa situación tan delicada. 

Kyojuro supo a lo que se refería el mayor. Era obvio que estaba hablando de su padre. 

»En la caja de inyecciones alfas lleva más dosis que una caja de inyecciones omega. Esta sirve para dos meses. Son hormonas alfa sintetizada artificialmente, y si es para cortar un lazo de modo menos traumático, debe inyectarse una cada día de su periodo. Recomiendo que ese omega vaya al médico a regular cuantas cantidades debe darse —recomendó el mayor. 

Kyojuro era consciente de que su padre no iría, todo por el hecho de seguir fiel a su difunta alfa. 

—Será algo complicado, ¡pero lo intentaré! 
—Perdón por parecer un entrometido, pero... ¿Cuándo fue que murió su alfa? —preguntó el señor.
—Mi madre murió a los dos años que nació mi hermano menor. Fue un golpe bastante duro para mi familia. En especial para mi hermano, que no se crio con la protección de un nido bien formado —El simple hecho de recordar como su padre se distorsionó mentalmente y su hermano se hizo alejado de los alfas fue suficiente para que la culpa volviera a Kyojuro. 
—¿Tu madre?
—¡Oh, cierto, me olvidé decirle que yo tuve una madre alfa! 
—Vaya... —musitó Kochou—. Son pocas las veces donde veo una mujer alfa. Quien viene con regularidad a mi trabajo es la señora Shinazugawa, pero después no he visto en persona a otra mujer alfa. Dicen que son escasas. 
—¡Puedo confirmarlo! —Y era verdad. Él tampoco vio más mujeres alfas aparte de su madre, la joven Koyuki y la señora Shinazugawa. 
—Por cierto, ¿tu padre ya ha estado en tratamiento de inyecciones? 
—No... Planeaba hacerlo. 

Las tres flamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora