Capítulo 13: Es un placer conocerte.

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—¿Bueno?

Nunca me llamaron amigo, solo compartimos metas en común.

Mi síndrome, estocolmo, era como llevar un papel pegado a la espalda con la leyenda: Mantén distancia. Lo mejor era no relacionarse profundamente conmigo, debido a que mi condición no me permitía reconocer cuando alguien estaba abusando de mí. Yo dejaría pasar cualquier cosa por alto.

—También me dijeron que te apoyara en lo que necesites. —Palpó mi espalda, haciéndome volver a la conversación.

Bajé la mirada hacia su cuerpo que seguía echado en el suelo, solo con el torso elevado hacia mí, sus ojos verdes me parecían sonreír. Volví a extender mi mano para levantarle, esta vez la tomó y se dejó impulsar.

—¿Necesitas ayuda actualmente, Est? —Inquirió, jalando de mi mano hacia él como si nos fuésemos a tropezar de nuevo.

—¿Qué tanto sabes de lo que hacemos?

Recogí mi mochila y botella de agua mientras le escuchaba hablar sobre lo que teníamos planeado, desde nuestras observaciones a las estatuas detrás de la escuela hasta los salones que se verían afectados. Yo había hablado sobre los planes de Hipocondríaco días antes, mi trabajo era evitar que otros vieran el desastre, mientras que Marfan se encargaba de que en Savant no causaran disturbios de la misma forma.

L.A no sabía que los de Savant tenían el mismo plan de arruinar el PLJ, ni Savant sabía esto de L.A, ya que nuestro grupo mantenía los disturbios a raya sin importar nuestras escuelas.

Impostor parecía estar bien informado así que no desconfié. Toda su persona lucía segura, o tal vez solo era el hecho de que su altura me daba un semblante en el cual confiar. Yo me centré en él mientras ignoraba los chismes en el pasillo.

—Tourette está revisando las estatuas. —Mantuvo la sonrisa al llevarme al área verde.

Cruzamos un estrecho camino de piedras que se habría paso entre los árboles y arbustos, hasta llegar al centro donde habían dos estatuas pequeñas junto a una grande que se centraba como un gobernador; se trataba del fundador Savant y los otros directores llamados igual.

Si el síndrome de Estocolmo te condenaba a estar solo, el síndrome del Sabio era una carta de triunfo; o al menos eso aparentaban ambas.

—¿Querrán ensuciarla? —La voz de Tourette en el otro extremo lucía lejana, apenas sus cabellos largos se hacían presentes.

No me parecía que el síndrome de Estocolmo te condenara a estar solo, el error debía ser de aquellos que se aprovechan de esto.

—La estatua es increíble, ¿no? —Impostor se dirigió a mí—. Representa bien la grandeza de nacer tan dotado.

Y el síndrome del sabio tampoco me parecía un lujo, no estaría en la categoría de padecimiento. Podrían tener una memoria impresionante, destacarse en los números, la música o el arte, tener habilidades mecánicas o reproducir imágenes en 3D en su cerebro, pero todo eso costaba, muy caro.

—A veces desearía haber sido un Savant. —Impostor se cruzó de brazos, aún admirando aquella estatua con cierto deseo doloroso. Yo me limité a ver su perfil.

El precio eran problemas del lenguaje, grandes dificultades sociales, obsesiones y déficits debido al daño en el hemisferio izquierdo del cerebro; siendo personas que no podían cubrir ni sus necesidades más básicas. Llamados de forma despectiva idiot savant (el sabio idiota).

Línea AzulWhere stories live. Discover now