Capítulo 5: El que no dejaba de buscar atención.

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A veces me despertaban los ladridos de perros o fiestas que ponían cumbias a todo dar. Muerto viviente, observando una luz lejana fuera de su ventana; era una sensación extraña, como ser el único ser humano presenciando algo tan banal.

La sensación moría cuando los gatos en el techo comenzaban a procrear. Volvía a dormir, como solo un NPC sin consciencia a esas horas.

Hipocondríaco.

La hipocondría me hacía creer todo lo que mi cerebro se propusiera.

Pero no podía engañar a mi capacidad de leer a otros, no me creerían nada que les dijera: sobre enfermedades, excusas, ni presentimientos. Así que yo, jamás, intenté que me entendieran.

Que crean lo que quieran creer, me vale madres. Esa estatua se perdió —musité, cruzado de brazos.

La presidenta Bipolar del comité disciplinario apenas se dignó a mirarme, parecía estar centrada por completo en los garabatos que hacía en su libreta. Acomodó un mechón de cabello suyo por el que se colaban los rayos de sol, elevó un par de dedos y le indicó algo a la vicepresidenta.

—Te está mandando a la mierda, Hipo. —Explicó su mano derecha.

—Me queda claro, literalmente.

Miré de reojo al pizarrón que tenían junto al ventanal, casi tan largo como la mesa donde estaban sentadas. Un chico de lentes acomodaba unos papeles, yendo de esquina en esquina, allí estaban fichados algunos alumnos a los que detuve en la mañana. En las notas pegadas a la pared se llevaba a cabo la organización con el consejo estudiantil para el PLJ.

Falta tan poco.

—Se me ocurrirá algo más —informé, sosteniendo mi maletín y doblando un poco el cuello para no pegarme con la lámpara que colgaba del techo; la instalación fue pésima.

—¿Todavía te quedan mamadas bajo la manga? —La presidenta dejó ir su mano sobre el escritorio, evitando que yo girara de regreso—. Wey, te encargamos esto desde hace dos pinches meses, todo está saliendo mal. Dile al puto Exin que...

—Ex dice: "Chúpamela" —interrumpí, quitándome un audífono. Elevé el celular para mostrarle que el otro también escuchaba la reunión. Los tres me maldijeron pidiendo que solo me retirara.

Ya no llevaba el cubrebocas, quedaban muy pocos alumnos en algunas salas de estudio o clubes. Me quité los guantes mientras hablaba con Ex por llamada, nos vimos de frente en la entrada junto a los casilleros bañados por el sol de la tarde, él colgó.

Era un raro tirado en el suelo. Siguió mensajeando antes de devolver su atención a mí.

—Estás plenamente consciente de que todos en esta escuela te usan como chivo expiatorio, ¿cierto? —Murmuró, sus ojos me recorrieron desde las rodillas hasta la cabeza.

Asentí, poniéndome de cuclillas para tomar mi mochila junto a él. Mensajeó otro poco antes de guardar su teléfono en el pantalón. Extendió sus manos para que le levantara, estaba a contra luz así que su sombra se marcó en mi rostro.

—No les debes nada. Ni tú ni Des, deberían solo dejarlo.

Nos tomamos de la mano e hice fuerzas para impulsarle. Su complexión era pesada pero lo conseguí. Le pregunté si él también quería dejarlo ya, aunque lo pensó varios segundos, nuestros rostros estaban neutros como de costumbre pero comprendí un poco el sentimiento: Ex no iba a tirar la toalla.

—Vamos, sabes que solo me ofrecí por ti. Si sigues haciendo esto, yo te seguiré a donde vayas, papá. —Arrojó un golpe a mi hombro.

—Haz lo que quieras.

Línea AzulWhere stories live. Discover now