CₐₚÍₜᵤₗₒ ₄₆ - ᵥᵢₛᵢₜₐₛ

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Al momento de llegar a casa sentí los regaños de Uberto, diciendo las mismas patrañas de siempre ignorando el hecho de que su hijo podría haber muerto. Me dá lo mismo.

Lo primero que hice al bajar del avión fué ir a la casa de Leonardo y comunicarles lo sucedido. Fué algo tan desgarrador y triste. Mi vida se volvió gris, no me quiero imaginar cómo será la vida de ellos en éste momento. Les dí mis condolencias. Les dije que los gastos que se generen serán pagados por mi familia. De una manera u otra me siento en deuda con ellos y con el maldito de Leo que no me ha dejado de mandar señales.

El funeral fué lo que terminó de matarme por dentro. Si asimilar la muerte no es fácil, para mi fué menos fácil asimilar que Leo estaba en un cajón siendo enterrado bajo 3 metros de tierra.

Creo que todos los "peores" días de mi vida fueron realmente nada a comparación con éste.

Los días pasaron. Joaquín Bondoni no era el mismo, pero eso no significaba que no seguía tratando mal a las empleadas y que seguía saliendo de compras.

La verdad es que salía de compras para distraer mi mente.

Tampoco sabía nada del estado de salud de Emilio y eso me estaba destruyendo los nervios.

Mi papá instalado en el casino cómo siempre.

Y las empleadas calladas y sumisas.

Todo vuelve a ser cómo antes, pero sin ser cómo antes.

Siento que vivo por encima de la Tierra. El mundo sigue girando, pero yo no estoy ahí. Mis acciones son automáticas.

Hoy especialmente he decidido salir y pasar el día entero afuera. Desde que llegué sólo salgo 1 hora y vuelvo a mi habitación. La cuál no dejo que entre nadie, ni siquiera a limpiar ni nada.

Tomo mi auto convertible. El verano se está yendo y el otoño vendrá pronto. Ya no podré usar mi convertible. Lo tengo que aprovechar antes de que comiencen los vientos frescos.

Me paro en el Starbucks de siempre. Ésta vez si puedo quedarme a desayunar tranquilo y sin prisa.

Pido mi orden y me siento a ser llamado. Saco mi celular y comienzo a teclear un mensaje para Blue. Los últimos días no hemos dejado de mandarnos mensajes, fotos, llamadas. Desde el funeral de Leo estamos más conectados que nunca.

El mesero trae mi orden y yo lanzo un gracias descuidado al aire.

Mi café cargado y mi Muffin de chispas de chocolate viajan a través de una foto al celular de Blue. Ella me manda emojis de carita con ojos de corazón y luego me manda foto de su desayuno.

Seguimos hablando hasta que siento mi nombre.

Levanto la mirada y allí veo a alguien a quién he querido encontrarme desde que llegué.

- Mauricio.- comento sin ningún rastro de emoción.

- Tenía tiempo sin verte, ¿Cuándo volviste?

- Eso no te importa.

- Anda, sin rencores. - se sienta en frente de mí sonriendo cómo si nada.

Me levanto de la silla tomando mi vaso de café, con mi mano libre le doy un puñetazo en la nariz haciendo que grite del dolor.

- Sin rencores. - sonrío cínico, tomo mi Muffin y comienzo taconear a la salida.

Mi mañana y mi desayuno están arruinados, pero supongo que puedo ir a otro lado a desayunar.

El almuerzo lo hago en otro restaurant al que nunca frecuento porque la verdad que tengo cero ganas de encontrar a gente conocida que me hable de mi vuelta a Las Vegas. Gente con interés falso que sólo buscará tener los beneficios que obtenía con el viejo Joaquín.

¡Señor, Sí, Señor! // Adaptación EmiliacoWhere stories live. Discover now