CₐₚÍₜᵤₗₒ ₂₁. ᵣₑₐₗₘₑₙₜₑ ₛÓₗₒ

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Mi segunda semana de castigos comienza con Leo y Morti enojados por hacerles ganar 2 semanas de castigos duros. No me han hablado desde el domingo pasado. Y en toda la semana me han dejado comiendo sólo en la mesa. Mis castigos ésta semana los ha llevado a cabo otro tipo que se llama Roy Royer, que es mucho más duro que Emilio. Me dice cosas más fuertes cómo idiota o cretino insulso. Y las veces que lo he mandado al diablo me ha tomado de los brazos y me ha tirado en el suelo para que hiciera 20 flexiones más con peso extra. Odio decir ésto, pero sería mucho mejor que Sevilla se encargara de mí.

Mi cuerpo está destruido literalmente. Tengo raspones que ni siquiera pudieron ser desinfectados, moratones, golpes.

Mis uñas se astillaron, por lo tanto tuve que cortarlas con el más profundo pesar de la vida. Reviviendo los momentos en los que Elisabeth me ataba las manos al apoyabrazos de las sillas para cortar mis uñas cuándo era un niño. Cómo no le gustaban las uñas largas no quería que yo me las pintara ó que las tuviera largas y me las cortaba forzosamente atándome a la silla.

Mis rodillas estaban moradas por caer tanto al suelo.

Iba por la segunda semana y ya no aguantaba, sentía que me iba a morir en cualquier momento y no es una dramatización.

En el horario del almuerzo me fuí al despacho del Subteniente Osorio. Golpeo su puerta y espero a que me dijera "avance".

Paso y apenas me vé, su expresión cambia.

— ¿Qué se le ofrece, Marinero Bondoni? — dice volviendo su mirada a los papeles en los que está escribiendo.

Me habla cómo si le hablara a cualquier otro marinero sin importancia.

— Señor, quería pedirle si... está... en en sus posibilidades cambiar al supervisor de mis castigos.

Trato de hablar lo más serio y amable posible.

— Denegado, Marinero.

— Señor, sé que no estoy en condiciones de pedirle nada, pero se lo pido porque realmente lo necesito.

— Denegado, Marinero.

— Si, señor. Con su permiso.

Doy media vuelta y me vuelvo más decaído que antes a almorzar.

— Levante esas bolsas

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— Levante esas bolsas. ¡Vamos! ¡Levántalas! — grita.

— Son bolsas de 20 kilos. - Me quejo.— No puedo levantar una bolsa con cada mano.

— Ah, pero si puede levantar copas en cada mano.

— Señor, ésto es muy exagerado.

— No se vá a mover de aquí hasta que mueva todas esas bolsas. - apunta hacía la pila de bolsas a un costado.

Levanto una de las bolsas, que apenas puede dejar el suelo. Aún no me deja ir al baño, pero si logro mover aunque sea una bolsa, tal vez lo convenza de que me deje unos minutos.

¡Señor, Sí, Señor! // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora