CₐₚÍₜᵤₗₒ ₃₀ - ᵢₘₚᵤₗₛₒₛ

352 65 22
                                    


Emilio.

Todas las mañanas lo mismo. No sé cómo lo logra, porque le pongo seguro a mi puerta, pero de alguna manera se las ingenia para entrar todos los sábados y despertarme a gritos y almohadonazos.

— ¡Prometiste que jugaríamos fútbol americano!

Me desperezo con pesar y lo miro con ganas de quebrarle un brazo, así por lo menos un par de sábados en la mañana me dejaría dormir.

— ¿Sí te digo que en media hora iremos a jugar, me dejarás de torturar todas las mañanas? — lo miro frunciendo el ceño mientras él sonríe de lado a lado.

— ¡Sí!

Me quejo sentándome en la cama. — prepara tus cosas, mocoso.

Kiko sale corriendo emocionado. Ya está por cumplir 14 años, pero se sigue comportando cómo un bebé.

Aún me acuerdo el día que me dijeron que mi mamá estaba embarazada. 10 años de hijo único. Me daban ganas de irme de casa, pero cuándo lo ví tan pequeño en mis brazos, me dije que lo iba a cuidar y que le iba a enseñar todo lo que sé. Claro que después me arrepentí, porque desde los 2 años es una pesadilla, aún así sé que soy su modelo a seguir así que mi trabajo es darle el buen ejemplo.

Hace días le prometí enseñarle jugar al fútbol. No soy un profesional, toda una vida nos dedicamos a la vida militar. Mi abuelo, papá, nosotros. Mamá quería morirse cuándo supo que mi papá nos metío a la marina. Ahora no sólo tenía que preocuparse por papá, sino por sus 2 hijos. 

Probablemente sino estuviéramos tan metidos en ésto, hubiera practicado fútbol en alguna universidad.

Me cambio a duras penas con algo cómodo y que sea fresco, porque el sol que se vé por la ventana se vé aterrador.

Kiko ya está listo cuándo salgo de mi habitación, tiene el balón, su ropa, una mochila con botellas de agua.

— Digo... ¿Porqué tengo que ser yo quién te enseñe?

— Eres mi hermano mayor, corresponde que lo hagas. — dice mientras me mira sonriendo.

— Pero tú ya estas grandecito, Kiko. Tus amigos podrían hacerlo.

— Sí, lo sé. Pero tú lo prometiste, además eres un aficionado, ¿Quién mejor que tú para aprender?

— ¿No tengo cómo escapar verdad? — lo miro suplicando.

— No, no puedes escaparte.

Llegamos  al predio, un sector más ó menos alejado de lo que es el campo de entrenamiento y los edificios administrativos. Era un buen lugar para practicar lanzamientos y patadas.

— Bien Kiko, probemos tu brazo derecho, qué tan duro y lejos puedes lanzar.

Kiko es cómo el niño 10 en todo. En matemática, en literatura, en ciencias, en biología, en disciplinas físicas. Salió con promedio destacado en su clase de karate. Siempre que discutimos por algo me termina ganando. Siempre logra que mamá le cocine lo que él desea. Es... simplemente perfecto. Algunas veces lo envidio. También es un mocoso casanova. Mamá ha tenido que correr por lo menos a 10 "novias" y eso que sólo tiene 13 años. Yo con 23 años sólo he tenido 2 novias y 1 novio porque sí soy bisexual y con todos terminé mal la relación. Un buen ejemplo es Karol.

A veces quiero volver a tener 10 años y hacer berriches por el nuevo hermanito. Pero lo quiero, a pesar de todo. A pesar de que sea un molesto de mierda y a pesar de que sea mejor que yo en casi todo.

— ¡Más lejos Kiko!

Él la lanza tan alto y lejos que me es imposible alcanzarla.

— ¡Wow! ¿Lo viste? fué genial. — dice emocionado.

¡Señor, Sí, Señor! // Adaptación EmiliacoWhere stories live. Discover now